Don Antonio Machado
Palacio, buen amigo
Por suerte, un buen día encontré un poema al final del libro de literatura. Se llamaba "A José María Palacio". Pensé que me iba a encontrar con la ración habitual de serventesios y de sinécdoques, pero aun así me puse a leerlo (mi patológica afición a la lectura aún no se había curado del todo). Y de pronto me encontré con algo que estaba vivo, que respiraba y que estaba lleno de palabras normales pero que emitían una música muy suave, como el rumor del viento entre los chopos que aparecían en el poema. Lo leí y lo volví a leer, sin poderme creer lo que estaba ocurriendo. Sentí un estremecimiento, o más aún, una inmensa alegría. Yo había estado allí, entre aquellos campos y aquellos chopos que no había visto nunca. Y aquello era muy raro, porque no había nada más alejado de mi experiencia de niño urbano que aquel paisaje de zarzas y sementeras. Si me enseñasen un olmo, no lo sabría distinguir de un roble. Pero eso daba igual. Aquel día descubrí que se podía crear un sentimiento universal a partir de unas pocas imágenes, y que aquello te llegaba al corazón y te transformaba y te sacudía de una forma que antes nunca habías experimentado.
Miré el nombre que venía al final del poema: Antonio Machado. Al lado venía la foto de un señor muy serio, con sombrero, sentado en un café. Antonio Machado, repetí, casi sin podérmelo creer. "Gracias, señor Machado", dije aquel día. Y ahora, muchos años después, cuando se cumplen los 75 años de su muerte, vuelvo a repetir lo mismo: "Gracias, señor Machado, muchas gracias".A JOSÉ MARÍA PALACIOPalacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
del río y los caminos? En la estepa
del alto Duero, Primavera tarda,
¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...
¿Tienen los viejos olmos
algunas hojas nuevas?
Aún las acacias estarán desnudas
y nevados los montes de las sierras.
¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa,
allá, en el cielo de Aragón, tan bella!
¿Hay zarzas florecidas
entré las grises peñas,
y blancas margaritas
entre la fina hierba?
Por esos campanarios
ya habrán ido llegando las cigüeñas.
Habrá trigales verdes,
y mulas pardas en las sementeras,
y labriegos que siembran los tardíos
con las lluvias de abril. Ya las abejas
libarán del tomillo y el romero.
¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?
Furtivos cazadores, los reclamos
de la perdiz bajo las capas luengas,
no faltarán. Palacio, buen amigo,
¿tienen ya ruiseñores las riberas?
Con los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube al Espino,
al alto Espino donde está su tierra...
No hay comentarios:
Publicar un comentario