miércoles, 20 de enero de 2016

PRENSA CULTURAL. "El mayor enigma de la evolución recupera la cabeza"

   En "El País":
PALEONTOLOGÍA

El mayor enigma de la evolución recupera la cabeza

'Hallucigenia', un vapuleado fósil de la explosión cámbrica, halla su lugar en el cosmos


Reconstrucción artística de un 'Hallucigenia sparsa'. / DANIELLE DUFAULT

Hallucigenia, uno de los fósiles más alucinantes (de ahí su nombre) de la explosión cámbrica —los ecos del origen de los animales, hace 500 millones de años—, ha encontrado al fin su cabeza, resolviendo el muy polémico y no menos alucinante enigma de su posición evolutiva. El animal sufrió hace 40 años el mayor planchazo de la historia de la paleontología: lo pusieron al revés, con las espinas para abajo y una especie de chimeneas dorsales que luego resultaron ser las patas. ¿Qué tiene que ver Darwin con Frank Capra? Siga leyendo.
El Cámbrico cubre de 541 a 485 millones de años atrás. Los famosos depósitos del Burgess Shale en Canadá datan de 508 millones de años atrás, en plena explosión cámbrica. Los fósiles del Cámbrico son esenciales para entender no solo el origen de los animales, sino también su evolución inicial, su diversificación y sus asombrosas innovaciones: las raíces biológicas de nuestro mundo. Martin Smith, de la Universidad de Cambridge, y Jean-Bernard Caron, del Museo Real de Ontario, presentan hoy su hallazgo en la revista Nature.
La historia paleontológica de Hallucigenia está íntimamente ligada a uno de los mayores enigmas de la teoría de la evolución. La Tierra tiene 4.500 millones de años (un tercio de la edad del universo, más o menos), y las primeras bacterias aparecieron muy pronto: las evidencias fósiles se remontan a 3.500 millones de años atrás.

Los animales tardamos casi 3.000 millones de años en llegar al mundo
Pero los animales solo aparecimos en las postrimerías del precámbrico, hace unos 600 millones de años. Tardamos casi 3.000 millones de años en llegar al mundo. Y, sin embargo, solo nos llevó 10 millones de años inventar todos los planes de diseño del cuerpo existentes en la actualidad, desde los artrópodos como la gamba y el mosquito hasta los cordados como el lector. En eso consistió la desconcertante explosión cámbrica.
Hallucigenia fue uno de los fósiles de la explosión descubiertos en 1909 por el célebre paleontólogo estadounidense Charles Walcott en el Burguess Shale canadiense. Con solo un par de centímetros de largo, el fósil difícilmente podría haber competido con el resto de los monstruos cámbricos hallados por Walcott, como el abominable depredador marino Anomalocaris, que podía alcanzar el metro de eslora. Pero Hallucigenia era realmente especial, con una fila de tubos extraños, como chimeneas recorriéndole la espalda, y unos pares de patas parecidas a espinas. Ni rastro de una cabeza.
No fue Walcott quien le puso ese nombre, sino otro gran paleontólogo muy posterior: el británico Simon Conway Morris, que se empleó a fondo en los años setenta para reinterpretar casi todos los fósiles que había clasificado su antiguo colega. La historia épica de esta reinterpretación se convirtió en un icono de la biología mundial gracias al libro de Stephen Jay Gould La vida maravillosa, que fue devorado por científicos y público general en los años ochenta y noventa.

'Hallucigenia' es un ancestro de los actuales gusanos de terciopelo
Gould convirtió el trabajo de Conway Morris en el paradigma de sus teorías, que querían despojar a la evolución de todo sentido de progreso, direccionalidad o propósito. El científico neoyorkino presentó los monstruos de explosión cámbrica como el ejemplo máximo de los mecanismos impredecibles y azarosos de la evolución: si la cinta de la historia de la Tierra se repitiera —como en la película de Frank Capra Qué bello es vivir—, el resultado sería totalmente distinto, y nosotros no estaríamos aquí.
Pero la investigación de Conway Morris —y el libro de Gould— contenían uno de los mayores planchazos de la historia de la paleontología: habían puesto a Hallucigenia del revés. Las chimeneas eran en realidad las patas, y eran las espinas las que estaban en la espalda. También confundieron la cabeza con la cola, como queda claro ahora con el hallazgo de Smith y Caron.
Los dientes faríngeos y los elementos circumorales (circum-oral, alrededor de la boca) son dos de los principales rasgos definitorios de los ecdisozoos, el grupo más exuberante de animales, compuesto actualmente por los ocho phyla que mudan su cutícula cada tanto para crecer: insectos, arácnidos, crustáceos, gusanos nematodos y otros. Los planes de diseño de estos animales surgieron muy rápido a principios del Cámbrico, pero han cambiado muy poco en los 500 millones de años subsiguientes.
Al encontrar la cabeza de Hallucigenia por primera vez, Smith y Caron aclaran la orientación antero-posterior del animal. Tiene una cabeza alargada con un par de ojos dorsales. Junto a los elementos circumorales y los dientes en la faringe, o extremo anterior de su tubo digestivo, estos rasgos clasifican definitivamente a Hallucigenia como un lobópodo del Cámbrico. Y lo más importante: queda claro ahora que es un ancestro de los actuales onicóforos, o gusanos de terciopelo, que han perdido esas estructuras de la cabeza. Hallucigenia ha resultado estar próximo al muy buscado ancestro de todos los ecdisozoos.

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