Rafael Chirbes, el amor es una jodida mercancía
JUAN ÁNGEL JURISTO | Publicado:
Estamos ante una novela inusual en el panorama literario español. Inusual por la dureza, que se diría ahora, de aquello que se cuenta pero no tanto de las acciones descritas como de lo que éstas esconden. Por eso, Paris- Austerlitz (Anagrama) es una de las novelas más esclarecedoras sobre el fenómeno del amor que se nos ha dado a leer en los últimos años en la narrativa española. No hay en ella atisbo de comodidad alguna. El autor se enfrenta de continuo al autoengaño y en esa lucha, un tanto agónica, extenuante, no hay lugar, resquicio alguno, a la redención de cualquier tipo que sea. La novela se constituye así en narración sin vuelta de hoja: aquello que se cuenta, el amor como trueque, es la única verdad que se muestra. Esto y las consecuencias que conlleva: la explotación de unos a otros y el amor como refugio interesado, por lo cambiante de las condiciones más extremas que nos depara la vida. El amor, refugio ilusorio de las miserias. También Proust llegó a la misma conclusión, salvo que por otros medios: en la novela de Chirbes estaría del lado de aquellos que esperan aventuras extenuantes con bellos emigrantes, fueran estos argelinos, marroquíes o, en los sesenta, españoles que terminaban los fines de semana en la sala Bataclan. No es exactamente así en el caso que nos ocupa: el obrero, Michel, es francés, y el amante acomodado, madrileño con rentas fijas. Las vueltas que da la vida.
La novela, muy esperada, abre el año respecto a las novedades más acendradas. Es novela corta, inacabada, finalizada con prisas, las últimas páginas no aportan la resolución que se espera y, aun así, se nota que es narración en la que Chirbes trabajó durante años, con enormes intermitencias, es decir, narraciones esenciales en su obra por medio. En este sentido puede afirmarse que es novela de esas que llevan media vida, un poco al modo de lo que le sucedió a Faulkner con Una fábula, aunque ello no sea garantía de excelencia. En el caso de Chirbes asistimos, probablemente, a una de sus grandes narraciones, y todo ello a pesar de estar inacabada. La razón estriba en que en ella vuelve a sus temas presentes desde aquella primera Mimoun, narraciones sombrías en las que lo inquietante era parte esencial del aire que se respiraba. Algunos apreciamos sobre todo aquellas narraciones en que Chirbes no dejaba intersticio en que podía colarse el pasteleo, incluso con los propios sentimientos, sobre todo con éstos. Y no sólo hablamos de Mimoun sino de libros como La buena letra, que aún esperan su justa apreciación dentro del panorama de la narrativa española de los últimos años. Esperaremos en vano.
Ni que decir tiene que Paris- Austerlitz poco o nada tiene que ver con Crematorio o En la orilla, sus novelas anteriores. Lejos de esa cualidad de descripción de ciertos elementos presentes en nuestra realidad social más inmediata, sobre todo la corrupción, la novela se centra en elementos más sutiles y no por ello menos despiadados. Pero no teman. Para los que han gustado sobremanera de esa descripción, que muchos han confundido con premoniciones casi de Sibila cuando lo cierto es que Chirbes ha narrado la descomposición de nuestra sociedad dentro de una tradición de novela realista alejada del thriller, que ha hecho de ello algo único por inusual, esta novela describe una sociedad francesa plagada de competencia. El español utiliza el amor porque quiere medrar en una empresa de muebles y llegar a ser artista conocido, mientras Michel lo necesita para no caer en un irremediable vacío. Y, por supuesto, hay referencias a la España de la Transición del mismo modo que en las dos últimas novelas se ocupaba de la España del dinero fácil, de la que escribió desde 2007 con obsesiva concentración.
París- Austerlitz es una novela donde la homosexualidad es elemento determinante. Con ello quiero decir que no es que esté presente sino que no se explica sin la reflexión sobre ciertos ambientes homosexuales presentes en los años de los que escribe. La novela comienza con la visita del amante a Michel, después de años sin tener relación alguna, pero se centra en el recuerdo de los días de vino y rosas, de alcohol, de sexo desaforado y ambientes duros, peligrosos… Sin que ello reste para que el autor nos deje impresiones sobre el mundo del arte que no oculta, antes bien, le sirve como afirmación estética. Reivindica a Matisse y a Francis Bacon, pintor que le cuadra como anillo al dedo, frente a la banalidad del arte contemporáneo, al que se le exige ingenio frente al buen hacer, en justa correspondencia en tanto ilusión con el sentimiento del amor antes aludido.
Metáforas brillantes, secas, contundentes… La prosa de Chirbes brilla aquí en su máxima expresión de significado en su extremado cuidado en saberse escueta, lúcida, escandalosa. Leyendo la novela no he dejado de compararla con piezas ya clásicas de la literatura de tema homosexual del siglo XX, tales las de Pasolini y las de Joe Orton. Es igual de descarnada que la de estos maestros e igualmente sombría, terrible, que los ambientes descritos por el italiano, o las sensaciones parecidas a las de aquellos urinarios londinenses de Orton. Si no fuera por la diferencia de grado tampoco le haría ascos a compararla con los ambientes que Roland Barthes describe en sus memorias, aquí, sí, llenas de argelinos.
Estoy tentado de escribir una tontería. Todo eso de que Paris- Austerlitz es su novela más personal. Tan personal como el resto, en ella si se deja jirones del alma.
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