Muñoz Molina, azares, huellas y aniversarios
El autor de 'El jinete polaco' celebra al mismo tiempo los 25 años de su gran novela, los 30 de 'Beatus Ille' y su 60 cumpleaños
JESÚS RUIZ MANTILLA Madrid 12 ENE 2016
Si a menudo el mundo se nos presenta como una errática sucesión de geometrías que no cuadran, alguna vez nos ofrece una perfecta circunferencia. Es el caso de Antonio Muñoz Molina en este 2016. En el año en que cumple 60 se celebran también los 30 de la publicación de Beatus Ille, su primera novela, y los 25 de la que ha sido considerada una de sus obras maestras: El jinete polaco.
Por eso, la Biblioteca Nacional, en colaboración con el Grupo Planeta, decidió conmemorar todos esos aniversarios a la vez en un encuentro que tuvo lugar ayer. Por la mañana, tres expertos en su obra como Santos Sanz Villanueva, Justo Serna y William M. Sherzer, compartían mesa junto a Elena Ramírez, su editora en Seix Barral. Por la tarde, el escritor dialogaba con el crítico y exeditor Manuel Rodríguez Rivero, también en la Biblioteca.
Hubo ocasión de desgranar con tiempo su fe en los azares para la escritura, el chispazo del instante que desata en perfecta contradicción la búsqueda de unas raíces profundas y la necesidad de huir como ejes obsesivos de una obra. Así lo apuntaba Sanz Villanueva, crítico y catedrático de la Complutense, y así lo corrobora el autor: "La presencia y la importancia del tiempo en nuestras vidas como una especie de fogonazo neurológico, un punto de partida para cualquier narración".
Bibliografía seleccionada
'Beatus Ille’ (1986).
'El invierno en Lisboa’ (1987).
'Beltenebros’ (1989).
'El jinete polaco’ (1991).
'El dueño del secreto’ (1994).
'Ardor guerrero’ (1995).
'Plenilunio’ (1997).
'Carlota Fainberg’ (1999).
'En ausencia de Blanca’ (2001).
'Sefarad’ (2001).
'El viento de la Luna’ (2006).
‘La noche de los tiempos’ (2009).
‘Como la sombra que se va’ (2014).
Si en Beatus Ille el tiempo narrativo se reduce a un itinerario hacia la estación de uno de sus protagonistas donde cabe un siglo, en El jinete polaco son unos escasos días de enero los que sirven de eje a distintas visitas pretéritas. ¿Novela histórica? ¿Novela presente? Novela sin tiempo ni género reconocible más allá de la voz de un autor que hurga apasionadamente en el diálogo de las artes, la historia y el presente.
Con sus bagajes y lecturas. "Recuerdo que en la época en que escribí El jinete polaco tuve que leer Absalón, Absalón, de William Faulkner, para hacer un prólogo. Me influyó muchísimo para ordenar el sistema de distintas voces". Como antes y después, la literatura de Muñoz Molina ha sido deudora de Joyce, Proust, Onetti… O de Cervantes y Galdós: "Sobre todo en la capacidad de imbricar los acontecimientos históricos con la narración", comenta. Con un espacio prominente para el azar. "Para los procesos casuales. Las conexiones de una novela dependen mucho de la situación personal del autor y no obedecen, en mi caso, a cálculos demasiado pensados". En cada una de sus obras se van armando hilos con referencias a su pasión por la música en conceptos como la resonancia y la forma aplicadas a la literatura, el arte, el cine, la fotografía…
Lección de dignidad
"No existe letra pequeña ni pasaje menor en toda su obra", apunta Justo Serna, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Valencia y estudioso del autor. "De cada una de sus líneas extraemos una lección fundamental: ¿para qué vamos a salir del paso si podemos hacerlo con dignidad? Es algo que aprendió de su padre y que aplica a su trabajo como si cada pasaje que escribe fuera a ser el último".
Una obra con impronta, con voz, en la que a cada paso resalta el estilo: "Muñoz Molina es de los autores que remarcan más el cómo se cuenta una historia que otra cosa. Y de esa manera destaca entre los autores de su tiempo", afirma William M. Sherzer, de la City University de Nueva York. Con una guía que le remite siempre a lo cervantino, "a esa novela que crea vidas y las cuenta, algo que en la época en la que irrumpió, demasiado marcada por lo metaliterario, estaba mal visto. No se consideraba la novela eminentemente narrativa, con el simple motor de levantar historias por el mero placer de contarlas", afirma Santos Sanz Villanueva. Hoy, ya más relajados, parece que nos hemos librado de ciertos complejos formales tan bien vestidos por fuera como huecos por dentro. Hace 30 años que Muñoz Molina, entre otros, vino a desnudarlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario