Vicente Verdú
Todos son cuentos
VICENTE VERDÚ 13/10/2011
El relato directo y sencillo, la llamada storytelling en el marketing, ha venido a convertirse en el medio privilegiado para hacerse entender, hacerse aplaudir, ganar elecciones generales o conseguir galardones literarios, sean de ensayo o no.
De hecho, en los concursos de ensayo no se premian ya, salvo contadas excepciones, nada que recuerde, ni de lejos, a la fórmula de experimentar con el pensamiento o jugar con él mediante la libertad de la escritura creativa. En el ejercicio del relato simple en lugar de la reflexión, en la exposición del tema en vez de su penetración, en la narración de hechos sucesivos en lugar de su encadenamiento, más o menos racional, se halla la moda de hoy.
Si la sociedad se ha infantilizado y los medios de comunicación son ante todo emocionales, ¿a qué viene el pensamiento, supuestamente más frío y distante? ¿A qué viene pensar si lo que cuenta es informar?
En términos generales, toda emisión de pensamiento, por menudo que sea, se encubre, como un bombón en papel de plata, bajo la carcasa festiva de la historieta. La política no tiene ideas nuevas: su novedad en las campañas es presentar al candidato como un heroico corredor de 100 metros lisos o al rival como un señorón que espera ver pasar el cadáver de su enemigo.
Pero igualmente, en la economía, todas las marcas que se proponen triunfar deben hallarse adheridas a un storytelling. Estas zapatillas Nike se relacionan con el malditismo, este coche Volvo evoca la seguridad familiar, BMW describe el placer de conducir, Apple es el ingenio inteligente y los productos de L'Oréal mejoran la autoestima.
De hecho, todos estos años de Gran Crisis se han llenado de mil leyendas basadas en los buenos y en los malos, en la codicia de unos y la ruina de otros, en la crueldad de los monstruosos mercados y la lastimosa impotencia de los ciudadanos. Monstruos, magias, bordes del precipicio, estallidos y hecatombes han sido y son la batería de explicaciones ofrecidas por las autoridades a los ciudadanos de hoy, tontos o no.
Ortega decía que el pensamiento en la mente humana es como el gorjeo en la garganta de los pájaros. De la misma manera que el pájaro se recrea dándole vueltas a sus trinos y conoce el deleite en ello, el pensamiento inteligente observa la faceta de las cosas y se complace en los momentos cruciales de la soledad humana.
Pero ya casi nada de todo esto es contemporáneo. Ahora, precisamente, la soledad, emasculada de pensamiento, aterra y los cuentos vienen a cumplir (como dosis de melatonina) el papel de las fantasías que se cuentan a los niños para dormirlos.
El relato, la narración, el cuento más trendy no se adentra además en cuestiones que remuevan los pozos del cuerpo. Son, en general, relatos muy someros en la medida en que lo que efectivamente tratan de conseguir es una lisa cosmética sobre la lectura y una digestión ligera en la posible asimilación.
Más aún, la atención a esta clase de storytellings, muy presentes en los libros de autoayuda pero también de filosofía, de sexualidad o de educación, no "llaman" la atención. Esto sería inmiscuirse demasiado en la vida de la clientela.
La única atención que invocan es, paradójicamente, la distracción. De la misma manera que las series en la televisión o que las películas de serie su objetivo es hacer pasar el rato. Pasar por el rato que la mente les presta y dejar el territorio más o menos igual de llano que cuando no se recorrió.
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