Sobre las ruinas de un desahucio
Isaac Rosa y Cristina Bueno muestran el problema de la vivienda en 'Aquí vivió', su nueva novela gráfica
Rut de las Heras Bretín 11 abril 2016
Una casa tiene memoria, el que la habita la dota de ella. La casa donde se nace -o a la que se llega tras el tiempo de rigor en el hospital-; la búsqueda del hogar ideal, o el mejor dentro de las posibilidades de cada uno: los planos y el imaginar donde se colocarán los muebles, el visitar centenares y de repente la sonrisa que se dibuja al encontrar la que parece perfecta; la de los padres con esa habitación donde el tiempo se para entre la infancia y la adolescencia; el olor de la de los abuelos, con muebles de otras épocas...
Estos recuerdos, a veces arrancados de cuajo, están en Aquí vivió (Nube de tinta, 2016), la novela gráfica del escritor Isaac Rosa y de la ilustradora Cristina Bueno. "Este libro es una excusa para dar a conocer el problema de la vivienda que llevamos arrastrando años y que nos afecta a todos, para mantener vivo el tema de los desahucios -que son la manifestación más extrema del problema- y las plataformas que luchan contra ellos", manifiesta Rosa que ha querido que el hogar tome un papel protagonista en esta historia, pero no como valor material sino como contenedor de vidas y de recuerdos. "Habitamos muchas casas, algunas en las que ya ha vivido alguien antes y ha dejado allí su historia". El escritor pone sobre la mesa estos temas desde un punto de vista diferente -no solo desde el que lo sufre, sino desde los que de una manera de otra lo viven: los vecinos, la policía, el cerrajero, los que llegan después a ese piso...-.
Se buscó un dibujo luminoso. "Lo dramático y oscuro era lo previsible", apunta Rosa, que de esta forma plasma en el papel la idea positiva del trabajo y de lo conseguido por las plataformas de afectados por la hipoteca (PAH). El dibujo sencillo y amable ayuda a que la novela amplíe el rango de edad. Cumple uno de los objetivos, que el libro sirva para todos los públicos, empezando por los niños, acercarles este tema que ya ha dejado de estar tan presente en los telediarios pero que sigue ocurriendo cada día y del que tienen derecho a saber y a preguntar. Los colores de las ilustraciones, que solo son el azul verdoso, el blanco y el gris, ayudan a diferenciar las partes de ficción y las de realidad de la novela. Estas últimas cumplen una función informativa y didáctica, además de evocar situaciones vividas por cualquiera como ese consejo de "no alquiles, compra, con lo que te gastas en pagar el alquiler pagas una hipoteca", que muchos se han arrepentido de seguir.
Los recursos utilizados por Bueno son numerosos, muchos de ellos sugeridos por Rosa, que ha indagado en este nuevo lenguaje para él. Utiliza los planos de las viviendas o de las ciudades. Un mapa de una ciudad en el que se marcaran cada uno de los desahucios llevados a cabo sería demoledor, sobre todo en barrios como el conocido como Villa Desahucio (Ciutat Meridiana en Barcelona) o Vallecas y Villaverde, en Madrid. Su afán según iba releyendo la historia era dejar menos texto, suprimir bocadillos y dar más espacio al dibujo, que a través de las imágenes se entendiera todo. Son sucesos muy visuales, sobran las palabras -la gente saliendo de sus casas arrastrando colchones y niños, la policía levantando a los que protestan en la puerta...-. Se lamenta de que la sociedad se haya inmunizado y ya no se escandalice por esas imágenes. En el libro se hace un símil escalofriante: si todos los desahucios que se han llevado a cabo hasta el momento se produjeran el mismo día en una ciudad lo que se vería sería una escena de guerra, una multitud de personas arrastrando sus pertenencias sin ningún lugar al que ir más allá del que le ofrezcan las plataformas ciudadanas. Demasiado parecido a otras fotografías que nos llegan desde el Este de Europa y ante las que también va creciendo la indiferencia.
Al comenzar este proyecto, Rosa pensó que cuando la novela llegara a las librerías compartiría estanterías con otras tantas de la misma temática, que habrían salido multitud de películas. Los creadores tenían un desgraciado filón para contar centenares de historias en cualquier disciplina y, aunque poco a poco van saliendo, echa de menos más. Les anima a que vayan a cualquier asamblea provistos de libreta para tomar notas. "Los activistas no tienen tiempo de guardar esta memoria. Están en la lucha diaria. Somos nosotros los que tenemos que construirla". También les motiva Carlos Macías, portavoz de la PAH de Barcelona, con el mismo argumento: "La necesidad de que haya memoria colectiva". Ve bien reflejadas las plataformas en Aquí vivió.
A pesar de la percepción generalizada, Macías indica que desde 2007 el número de desahucios no ha dejado de crecer. En el lenguaje usado por Rosa y Bueno esto se traduciría a que las marcas que se hacen detrás de las puertas para ver lo que crecen los miembros de una familia siguen aumentando trimestre tras trimestre
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