El último beso de Gabo
Tras dos años sin García Márquez, su ausencia se siente como un relámpago de frío entre sus amigos
Juan Cruz
Madrid
El autor de Cien años de soledad murió el 17 de abril de 2014 en México. Lo evocan Juan Gossaín, escritor, periodista, uno de sus más grandes amigos, y su hermano menor, Jaime, que ahora trabaja en la gerencia de la Fundación Nuevo Periodismo que fundó Gabo. Estos monólogos fueron recogidos por Juan Cruz en Cartagena de Indias.
Juan Gossaín: "En sus libros hay vida y recuerdos"
"¿Sabes qué extraño de Gabo? Que era un factor de unificación de los amigos viejos.Uno no sabe eso cuando los amigos están vivos. Estaba aquí, lo veías, y cuando no estaba también lo veías en los amigos que seguían en Cartagena, pero cuando él venía esto parecía una caja de música, él nos ponía a hablar. Y muerto Gabo es como si nos hubiéramos muerto todos. Yo no he vuelto a ver a los viejos amigos, ni siquiera tengo la pulsión de decir 'voy a llamar a este o al otro'; se fueron todos porque se fue Gabo, es como si nos hubiéramos ido todos con Gabo, eso es lo que más extraño, lo que más me llega…".
“¿Y cómo era? Yo llevo luchando con la gente contra una imagen de Gabo que yo sé que existe, que él buscó sin proponérselo. Es la del arrogante. Y desde que lo conocí, cuando yo tenía 14 años, aquí, en Cartagena, sé que eso no es petulancia ni soberbia: sé que es timidez ante los extraños. Gabo se retraía y la gente lo tomaba como que se distanciaba. Pero cuando estaba solo con los amigos entonces era un bromista. ¿Sabes qué le encantaba? Recordar viejas historias, '¿sabes aquella de cuando en 1959 iba Cepeda Zamudio por las calles de Barranquilla, y apareció una mujer, una putica de la calle…?'… ¡Era feliz! Le gustaba tomar el pelo a los amigos, ponerles apodos. Le gustaba recordar, eso es lo que le gustaba. Se encontraba contigo y te saludaba como si no te hubiera visto en siglos. '¡Ven acá! ¿Cómo era aquel cuento de cuando tú y yo íbamos por el centro de Cartagena…?' Ese hombre era una evocación permanente".
“Yo lo conocí en la puerta de un teatro. Era el primer festival de cine de Cartagena. Él estaba con Ripstein, Lucha Villa, los mexicanos. Ponían la película que hizo con Ripstein, Tiempo de morir. Y en la pantalla dice Juan Sayago el nombre de mi pueblo, San Bernardo del Viento. ¡Di un respingo! Al salir del teatro había un señor con la pierna puesta contra la pared. Era García Márquez. Le pregunté por qué había puesto el nombre de mi pueblo. Elemental, me dijo, 'porque es bonito'. Medio siglo más tarde estábamos almorzando aquí, ya él era un mito, íntimo de reyes y ministros… Entonces le volví a preguntar por qué había puesto en Tiempo de morir el nombre de mi pueblo. Saltó de la silla y me dijo: '¡Otra vez la misma pregunta de aquel día en la puerta del teatro!' ¡Y de nuevo me reprodujo aquella historia de medio siglo atrás! La verdadera gracia de Gabo es que se acordaba de ese y también de todos los episodios de su infancia para poderlos reconstruir y para que fueran alimento de su ternura".
“Por eso creo que el genio de Gabo es el mejor homenaje que la conciencia humana ha hecho al recuerdo, a la evocación. Y no basta con recordar: lo recordaba por el gusto de recordarlo absolutamente todo; y para los detalles nos usaba a los amigos… Por eso desde la primera página del primer libro a la última del último libro lo que hay es una vida, la vida de García Márquez: su pueblo, sus casas, sus amigos, sus parientes, la gente que conoció, la gente que estimó; es decir, recuerdos. Lo único que García Márquez necesitaba para ser un genio era recordarlo y contarlo bien. A eso le ayudó el lenguaje del Caribe. No bastaba con recordar, claro, faltaba esa música, y faltaba quien le ayudara a recordar. Por eso buscaba incansablemente a los amigos. Era el lenguaje de donde ocurrieron las cosas. Por eso suena Gabo a Caribe. Redescubrió el sentimiento, el valor de esta música. El Caribe es el hombre universal que soñaba Aristóteles. El hombre de todos los hombres está en el Caribe. Necesitaba a alguien que echara el cuento y nadie lo contó mejor que García Márquez. La literatura de Gabo en el fondo no es sino la historia mejor contada del Caribe.
“Y, claro, estaba lo que le dio el periodismo. Buscó la fuente siempre, el origen, y eso le sirvió para la ficción y para la realidad. Le dio la exactitud…, pero le sirvió también, en la ficción, para convencer a la gente de que lo que decía era realidad aunque inventara las cifras… Que el lector le crea: esa ambición, y esa manera de lograr la creencia del lector, se la dio el periodismo. El periodismo y el lenguaje de la gente. Por eso, cuando la gente le preguntaba de dónde viene su estilo, él decía: 'De mi abuela'. Ah, y la música, que le vino del origen guajiro de sus antepasados. La brujería, la magia, las leyendas indígenas, las tradiciones… Juan Luis Cebrián publicó hace años un libro en el que estamos Gabo y yo, él tenía 45 años y todo el éxito, y yo era un principiante de 21 en El Espectador… Ahí es donde él dijo aquello que luego quedó canonizado: 'Cien años de soledad es un vallenato de 350 páginas…' Y cuando salió El amor en los tiempos del cólera, aquel memorión me dijo: '¿Te acuerdas de lo que te dije hace años? ¡Pues esta novela es un bolero!".
“¿La última pregunta? No se la hice. Vino a Cartagena, ya estaba enfermo. Preguntó por mí, y me acerqué, trató de hablarme y yo me agaché, era en un almuerzo… Me miró, no dijo nada, me agarró la mano y me la besó. Yo sé que quiso decirme que como había tanta bulla no podíamos hacernos cuentos, y eso fue lo último, un beso en la mano. A los seis meses se murió el amigo más entrañable que he tenido”.
Jaime García Márquez: “El no hacía realismo mágico, sino cosas mágicas”
“A mí a veces me da un poco de pudor tener que contar de Gabito… Pero cada día voy sabiendo más de él, no sólo por mí, sino por lo que me dicen. Tú dices que Nelson Noches, su amigo de Aracataca, decía que Gabo se le aparecía por las noches a jugar al ajedrez. Si Gabito no jugaba al ajedrez... Pero si él estuviera aquí me diría 'Ven acá, Jaime, ¿y tú por qué dices que yo no juego al ajedrez?' Él se inventaba mucho, pero mucho estaba aquí, en Cartagena o en la casa de Aracataca, donde nació, lo que pasa es que a la gente le dio por decir que era realismo mágico. ¡Gabo no echaba nunca una mentira, todo lo que cuenta es verdad, nosotros lo vimos! Un día me citó en Barranquilla, y yo me fui perdiendo por esos caminos, hasta que llegué a un cruce y le pregunté a un hombre si iba por el camino correcto. ¡El hombre era Gabito! Con él pasaban cosas mágicas, pero no era realismo mágico, ¡pasaba! Lo que pasa es que él personifica eso de que la realidad supera la ficción, mérito del Caribe.
“Lo que pasa es que nosotros no sabemos convertir todo eso en literatura. Y él agarró los cuentos de la madre, de la abuela, esta cultura, ¡Cien años de soledad es verdad! Él me dijo un día: 'Jaime, todo lo que yo cuento es verdad'. Lo asistía la magia, es cierto; con lo que le sucede a todas las personas él hizo cuentos. Puso de moda nuestras palabras y parecía que estaba inventándolas… Nosotros no parábamos de hablar, en casa, en la calle, es la vida caribe, y Gabito escuchaba. Para él un rincón guapo era una charla en familia. Él era el escuchante feliz… Era un esponja para conseguir información, y tenía una memoria privilegiada.
“Fue mi padrino. Según Gabito, fui seismesino. Era un renacuajo que se iba a morir. Hay tantas historias… Por ejemplo, El coronel no tiene quien le escriba… Ese coronel es mi abuelo, definitivamente. Se pasó toda la vida peleando por una pensión vitalicia… ¿Te acuerdas de lo que dice al final del cuento, ese conflicto sobre matar el gallo y la pregunta de su señora, qué comemos mañana? Y el coronel responde '¡Mierda!', ese es mi abuelo. Esa es una metáfora de la historia de mi abuelo esperando la pensión que llega".
“¿Qué cómo es la vida aquí sin Gabito? No lo puedo explicar, y no lo puedo explicar porque es un sentimiento que aún no he superado. Estoy visitando a un primo que es psiquiatra. Me dice mi primo: 'La única manera de que tú superes esta situación es llorando. Haz el ejercicio, llora. Si lo retienes eso te hace daño'. Pero es un problema que no me pasa sólo a mí. Pero es que si yo lloro se nota más, porque soy el hermanito menor de Gabo. Pues eso es: es un dolor que no acaba, pero es un dolor contradictorio porque me siento orgulloso de que ese hermano de uno haya logrado lo que él obsesivamente buscó. Yo puedo durar días hablando de Gabito. Gabito era la música y no podemos vivir sin música”.
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