“Que nunca deba depender de nadie”
Sira Moreno es una niña sana y feliz que vive en un pueblo de Cantabria. Su familia representa la clase media española que sortea la crisis con dificultades
LOLA HIERRO Santillana del Mar 15 ENE 2015 - 13:55 CET
Pesó al nacer 1,835 kilogramos, no había cumplido ni ocho meses de gestación. Sira Moreno Cámara llegó al mundo un 8 de febrero de 2012 mediante cesárea en el Hospital General de Castellón, en la Comunidad Valenciana, donde su madre, Alejandra, había ingresado de urgencia porque tenía la tensión demasiado alta y eso estaba provocando sufrimiento fetal. La culpa del descalabro la tuvo el lupus que habían diagnosticado a esta primeriza en 2007. La enfermedad autoinmune, que ataca a las células y órganos sanos del cuerpo, convirtió el embarazo en una experiencia de alto riesgo pero, aún así, Alejandra siguió adelante. Entre grandes dificultades llegó Sira al mundo, aunque poco vio de él porque fue introducida inmediatamente en una incubadora en la que vivió sus ocho primeros días de vida.
El frágil bebé sobrevivió gracias a unos cuidados médicos que la hicieron engordar hasta los 2,2 kilos que pesaba al salir hospital, dos semanas después. Su supervivencia y la de su madre fueron posibles, quizá, porque viven en España, el décimo país con la tasa más baja de mortalidad infantil (3,37 por cada 1.000 nacidos vivos) y el décimo segundo en el caso de mortalidad materna (seis mujeres por cada 100.000 nacidos vivos), según datos de la CIA correspondientes al año 2012.
Han pasado dos años y Sira es una niña sana y vivaracha que se sorprende con todo lo que descubre a su alrededor. De nariz diminuta, enormes ojos marrones y labios de fresa, hoy tiene un peso y una estatura normales para su edad. “Al principio no tenía ni fuerzas para succionar el biberón y había que alimentarla con una sonda”, cuenta su madre. Pero desde que salió del hospital comenzó a engordar y ya no paró. “A los ocho meses parecía un bollo”, ríe Alejandra mientras enseña una foto de una Sira bebé muy saludable. Se alimentó desde el primer día con biberones porque Alejandra no podía darle el pecho debido a la medicación que toma por su enfermedad. Un bote de la leche preparada para prematuros que Sira tomó durante los dos primeros meses cuesta 30 euros y dura unas dos semanas. El resto del año, Alejandra calcula que pagó unos 800 euros por leches de continuación y papillas varias.
Es posible que Sira no hubiera sobrevivido al nacer en un país con peores infraestructuras sanitarias
Sira es hoy una niña feliz. Inquieta y parlanchina, enseña sus juguetes sin ninguna timidez: su armario para colgar los chupetes o pepes, sus joyas de princesa, su oveja con ruedas, el unicornio balancín o el “quejo” (conejo) de peluche sin el que no puede dormir. Salta sobre su mullida cama haciendo que sus finas trenzas negras revoloteen alrededor de su cabeza. Parece despreocupada, tiene sus necesidades cubiertas y recibe toda la atención de sus padres, como hija única que es. Y lo seguirá siendo, pues Alejandra y Yovani entienden que otro embarazo sería muy peligroso.
Pese a que nació tan frágil, nunca se ha puesto enferma, salvo algún catarro. Ha acudido a todas las revisiones médicas que le tocaban, es decir: a los 15 días, al mes, a los dos, cuatro, seis y nueve meses, al cumplir el año y, desde ahí, una vez al año. “Miran su peso, su estatura y si hace todo lo que tiene que hacer a esa edad: a los tres meses miran si sabe coger objetos, a los 12 si ya camina…”, relata Alejandra. Salvo una, tiene todas las vacunas del calendario de Sanidad puestas, que son gratuitas en Cantabria a excepción de dos: la del rotavirus y la de la meningitis. “La primera es a los nueve meses y no se la puse porque sirve para prevenir vómitos y diarrea, y como no iba a ir a la guardería, no la vi necesaria”, explica Alejandra. La segunda, pese a que vale 96 euros, sí se la puse, me da mucho miedo esa enfermedad”.
Cartilla de Sira
1. Nombre y fecha de nacimiento: Sira Moreno Cámara. 8 de febrero de 2012
2. Peso al nacer / ahora: 1,835 kg. Ahora pesa 14 kilos
3. Lactancia: no
4. Posición entre hijos en la familia: hija única
5. Padres: Alejandra y Yovani, de Castellón y Cantabria. Enfermera y albañil
6. Revisiones médicas: nueve
7. Hospital de nacimiento: Hospital General de Castellón, público
8. Pediatra: Carmen Muruzabal
9. Enfermedades pasadas: bronquitis una vez
10. Vacunas: Todas las del calendario de Sanidad y la meningitis
11. Tipo de alimentación recibida: Leche preparada en polvo para lactantes y a partir del año, alimentación sólida normal
12. Cuidados: No ha tenido niñeras, siempre la cuidan sus padres
13. Guardería: De abril a finales de agosto de 2014, escuela de verano
14. Dotación de la casa y el barrio: Piso de tres dormitorios, cocina, baño, terraza y jardín en las afueras de Santillana del Mar (Cantabria). Barrio con todo tipo de servicios: tiendas, transporte público, parques... y campos y bosques a pocos metros de la casa
15. Qué juguetes tiene: Un balancín con forma de unicornio, cuentos, peluches, muñecas articuladas, cuadernos de colorear, pulseras y collares de cuentas
16. Dónde y cuándo va a ir a la escuela:Empezó en septiembre de 2014 en el colegio público Portus Blendium de Suanzes
17. Qué esperan los padres de ella: Que en el futuro no dependa de nadie
La alimentación de la niña es completamente normal; prueba todo, aunque le gusta más lo salado. “El otro día su madre le trajo unos bollos con chocolate para desayunar. Primero cogió uno pero luego vio que yo estaba comiendo torreznos y cambió de idea: me pidió la bolsa y se puso morada”, cuenta Yovani, su padre. “No es mala comedora, prueba todo pero no mucha cantidad, y yo tampoco la obligo porque no quiero que la hora de la comida se convierta en un trauma”, completa su madre. Su manjar favorito son los macarrones con tomate, pero también le gustan mucho los platos de cuchara: “Alubias, lentejas… no le hace ascos a nada de eso”, dice Alejandra.
Sira y sus padres, Alejandra y Yovani, viven en un piso a 10 minutos caminando del centro histórico de Santillana del Mar (Cantabria), un pintoresco pueblo declarado Conjunto de interés histórico-artístico repleto de abigarradas casas de piedra embellecidas con maderas nobles, flores en los balcones y rodeada de colinas, bosques y vacas tudancas. La vida no es demasiado fácil para esta familia porque la crisis les ha sacudido con fuerza: él, obrero, lleva más de dos años en paro y está a punto de terminar de cobrar la ayuda familiar para desempleados de 426 euros. Ella, enfermera sin plaza fija, realiza sustituciones de manera esporádica y cobra una pensión de 200 euros al mes por la discapacidad del 69% que le ha acarreado el lupus.
Pese a todo, se encuentran mucho más a gusto que en la ciudad de Alejandra, Castellón, pues creen que Sira crecerá mucho mejor en el campo. “Hay niños que nunca han visto una vaca, y Sira ve bichos, los saluda a todos... También visitamos a menudo el Zoológico de Santillana y todos los días, salvo cuando llueve, salimos a montar en bicicleta o a pasear. Esto es mucho mejor para ella que la ciudad”, cuenta Alejandra mientras pasea con su hija por una vereda flanqueada por frondosos árboles. “Y cuando tenga edad de salir, nunca le va a faltar un coche para que la llevemos a donde quiera”, asegura. “Quizá cuando sea adolescente no le guste tanto vivir en el campo pero, cuando sea más mayor, seguro que agradece haber tenido esta infancia”.
“Sira, no saltes, que te va a pasar como la última vez y te vas a mojar entera”, exclama Alejandra a su hija. “Es que, el otro día cayó de culo en el centro de un charco y se caló entera”, aclara. Pero Sira está obnubilada con el paisaje y no hace caso a su madre: brinca y se mancha los tobillos de barro, recoge las hojas del suelo a puñados para arrojarlas sobre su cabeza y llama a voces —sin éxito— a una vaca despistada para que se acerque a ella. Luego, se afana en recolectar guijarros del suelo para tirarlos a esa agua sucia que acaba de saltar. Observar las ondas que estos generan parece uno de sus pasatiempos favoritos. Y así es como a la niña pasa sus ratos de ocio.
Sus padres prefirieron que pasara su infancia en el campo para que estuviera rodeada de naturaleza y animales
Es domingo por la tarde y Sira debe acostarse pronto para ir a la escuela al día siguiente. Cena sopa de fideos, después su padre le da un baño y, como última tarea, se afana en hacer pis en su sofisticado orinal. Ya le han quitado los pañales, pero está en esa etapa en la que hay que andar muy pendiente de ella. Después, se acurruca en el sofá con su pepe y su quejo y va quedándose dormida, muy despacio, mientras sus padres cenan en la mesa contigua. Hasta este año, ha estado siempre en casa, con su padre o con su madre. No ha tenido niñeras ni ha ido a guarderías. “No ha hecho falta, nosotros nos podemos ocupar y, si alguna vez hemos necesitado ayuda, su abuela paterna vive cerca y se ha quedado con ella”, cuenta Alejandra. Este es el primer año de la niña en el colegio público Portus Blendium, en la vecina localidad de Suances, a ocho kilómetros de su casa. “Lo elegimos siguiendo las recomendaciones de otros padres; tenemos amigos con hijos de la misma edad en este y en el de Santillana y los que van al de Sira están más adelantados que los otros”, explica Yovani. “Aprende lenguaje, música, psicomotricidad… ¡Y solo tiene dos años!. Me parece que tienen un programa muy completo”, coincide Alejandra. Pese a que está en otra localidad, tardan 10 minutos en coche, y no les cuesta llevarla.
Yovani y Alejandra tienen claro que para Sira, el equivalente a un buen porvenir es darle la mejor educación que esté en su mano. Aún es muy pequeña, pero Alejandra querría que estudiase pero, sobre todo, que sea una mujer autónoma y aprenda a ganarse la vida. “En realidad me da igual si estudia o no, y si va a la universidad o no, pero que nunca tenga que depender de nadie y, sobre todo, que haga lo que le guste”.
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