Hubo un tiempo en que estudié apasionadamente el fenómeno del poder, que resulta fascinante para todo el mundo. Ingenuamente pretendía contestar a la pregunta "¿quién manda en el mundo?" con una respuesta clara: el capital, Estados Unidos, las superpotencias, los mercados... Pero el juego del poder es más sutil y ubicuo, y la metodología para medirlo demasiada compleja. Se ha estudiado cómo se han tomado decisiones políticas concretas, cómo se han desencadenado guerras, cómo se han elaborado leyes (que siempre son el resultado de un juego de fuerzas), o en comunidades pequeñas –municipales, por ejemplo–, cómo han actuado los diferentes poderes en medidas concretas. Pero no voy a hablar de este tema, porque esta es una sección dedicada a la educación. Voy a referirme a algo que forma parte de las creencias básicas de cada individuo, adquiridas a través de procesos educativos: la idea general que tenemos cada uno sobre quién o qué controla la acción de las personas.
A mediados del siglo pasado, apareció en el mundo de la psicología un nuevo concepto que tuvo un éxito inmediato: “centro de control”. Su inventor, Julián Rotter, pensó que nuestra manera de evaluar los acontecimientos, de responder emocionalmente a ellos, depende de dónde situemos el control de la acción o su causa. No nos comportamos de la misma manera si pensamos que el resultado depende de nosotros que si pensamos que depende de causas ajenas, de la decisión de otras personas, de la suerte, del destino, de los mercados, de Dios, etc. Como esa teoría trata de saber a quién atribuimos el mando, la responsabilidad de la acción, se llaman teorías atributivas de la motivación. Unas personas tienen propensión a considerarse responsables de lo que les pasa, y otras a echar la culpa a otro, o a las circunstancias o a la sociedad.
Por ejemplo, un estudiante que obtenga una buena nota en un examen atribuirá el resultado a su esfuerzo y a las horas de estudio. Estas personas perciben que los eventos positivos o negativos ocurren como efecto de sus propias acciones y que están bajo su control personal. Así, estas personas valoran positivamente el esfuerzo y la habilidad personal. En cambio, quienes creen en el control externo, pueden resignarse ante la situación. Recuerdo un párrafo de un libro clásico de la sociología, la obra de Oscar Lewis sobre una familia mexicana. Uno de los protagonistas decía: “Para mí, todo nuestro destino esta controlado por una mano misteriosa, que mueve todo. Solo para los elegidos las cosas suceden como han planeado. Para nosotros, que hemos nacido para comer tamales, el cielo solo manda tamales. Hacemos planes y planes y nunca sucede lo que esperamos”.
Es evidente que en ocasiones las personas pueden controlar su comportamiento, y que en ocasiones es el entorno el que se impone. Pero el "centro de control” no depende del análisis de los casos concretos. Es un estilo general de interpretar lo que sucede. Por ejemplo, una persona envidiosa o resentida culpa a otros de su situación. Cualquier exceso, en un sentido u otro, puede resultar perturbador, porque puede conducir a una culpabilización generalizada o a una irresponsabilidad también generalizada. Sin embargo, los expertos consideran que debemos fomentar en la escuela el control interno, porque anima al esfuerzo, a las conductas proactivas, y a un progreso educativo. En cambio, una creencia en el control externo anima a la pasividad y a la impotencia aprendida.
Nuestro inconsciente político
Se piensa que este estilo de atribución de la responsabilidad forma parte de la personalidad y que influye en muchos de nuestros comportamientos. Por ejemplo, en la toma de decisiones políticas. Cunde la impresión de que el voto no está determinado por razones, sino por rasgos de personalidad o por creencias implícitas. Sólo después de tomar la decisión, intentamos justificarla. Como ha señalado George Lakoff en su obra The Political Mind, hay un inconsciente político en cada uno de nosotros del que procede nuestra orientación ideológica. Las creencias en el “centro de control” formarían parte de ese inconsciente. En teoría, las personas con “centro de control interno” votarían opciones conservadoras, y las que tienen “centro de control externo” votarían opciones socialistas.
Voy a someter esa teoría a comprobación con su ayuda. Más como juego que anime a reflexionar que como comprobación rigurosa. Les pido que respondan a un cuestionario que es una adaptación de los test que hay para detectar las creencias sobre el “centro de control”. Deben contestar Sí o No a cada uno de los ítem. Es decir, si están de acuerdo o no. No reflexionen. Digan lo primero que les parece. A continuación, comparen los resultados con la tabla que adjunto y vean si coincide con su orientación de voto. Me gustaría que me dijeran si es así o no. No hace falta que den mas detalles.
- En mi vida casi todo lo que me ha ocurrido ha sido por suerte o por casualidad.
- El esfuerzo tiene más valor que el talento.
- Hago promesas porque creo que se pueden cumplir.
- La libertad depende de uno mismo y no del entorno.
- Las estructuras económicas son el factor mas importante en la vida de las personas.
- Cada uno es como es y no puede cambiar.
- El Estado debe imponer la igualdad económica de los ciudadanos.
- Los primeros años de vida determinan la vida entera.
- Donde mas útil es el dinero para la sociedad es en el bolsillo de su dueño.
- Excesivas prestaciones sociales fomentan la pereza.
- Cada persona es responsable de sus éxitos o fracasos.
- La búsqueda del propio interés acaba siendo buena para la sociedad.
- La igualdad es mas importante que la libertad.
- Hay pobres porque hay ricos.
- Una sociedad debe estar basada en el mérito.
- La justicia es dar a cada uno según sus necesidades.
- Nunca sé lo que voy a hacer al día siguiente.
- La disciplina es necesaria para progresar.
Si ha contestado "Sí" a los números 1-5-6-7-8-13-14-16-17, tiene tendencia a un “centro de control externo”.
Si ha contestado "Sí" a los números 2-3-4-9-10-11-12-15-18, tiene a creen en un “centro de control interno”.
Si los síes no siguen este patrón, usted no tiene una tendencia clara. Según la teoría, debería cambiar de partido en las votaciones o votar al mismo, pero sin mucha convicción.
No olviden que es sólo un juego basado en una teoría psicológica.
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