Enrique Cabezón
El funcionario enemigo
siempre se subordina a un territorio,
en cada color de la tarde
veo a cada uno de los nuestros:
el hermano rojo, el hermano azul,
el surrealista impenitente
(la cristalina mirada de aquella
que una tarde desabrochó mi pantalón).
Los veo afiliados a cinco mil siglas sin sentido,
enumerando las diferencias entre ellos.
Acaso no repta por tus venas la misma culebra
que en las mías. O no aprecias
la belleza del ébano o el marfil.
La profesión de marcar
barreras invisibles,
porque mientras lo haces, la tarde se pierde
y en el parque los niños esperan al menos
que tengamos los ojos llenos de mar.
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