David Trueba
La calidad
DAVID TRUEBA 09/01/2012
Es fácil que el frío se apodere de nuestros análisis. Solo en la tragedia o en la intimidad, somos capaces de darle importancia a valores mucho más inapreciables que datos y cifras. Si nos pasa en la vida personal, cómo evitar que nos pase en la vida pública. Unos supuestos datos objetivos acaban por tronchar cualquier conexión con las esferas particulares del gusto, la decisión personal y el criterio propio. Si tuviéramos que guiarnos por la utilidad práctica seríamos incapaces de apreciar a los amigos, la gente cercana y hasta los momentos más valiosos de nuestra vida, siempre intransferibles y subjetivos.
Cuando llega el análisis del gasto público, toca barrer indiscriminadamente, ya sea cooperación internacional o canales autonómicos. Si hay que tomar decisiones drásticas, que parece que sí, el error está en tomarlas por las razones equivocadas. Ningún análisis será riguroso si no contiene también una valoración de lo intangible. No es lo mismo cooperar con el desarrollo que malgastar. No es lo mismo un canal manipulado, vacío y sin rigor profesional, que los hay en varias comunidades, que otro que logra cubrir necesidades, estimular la creación y la pluralidad en su región. Puede que los datos de gasto sean similares, pero no el beneficio de la inversión.
En la bonanza económica, pocos plantearon la calidad como el reto de los canales autonómicos. Solo contaba el uso interesado o el recurso para colocar a los amigotes de partido. Las cosas se han hecho tan mal que ahora parece fácil desplumarlas, pero que se traicionara su esencia no significa que esa esencia fuera despreciable. Lo vemos cada día. Es imposible liberarse de los contratos con la fórmula 1, los paquetes de películas de Hollywood o las infraestructuras inútiles y sobredimensionadas, porque alguien se ocupó de blindarlas, de cobrar comisiones por aceptar esas obligaciones contractuales y de ligar la iniciativa pública a grandes negocios privados. Nadie quiere mirar a los detalles. Para sanear la hipotecada economía familiar, algunos tirarían a la abuela a un pozo o colgarían de un árbol a su mascota. El criterio y el juicio sobre nuestras reformas no pueden basarse en un análisis sesgado con frialdad de forense. Aún vivos, habrá que sacar la cara por la calidad, por lo imprescindible.
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