Una mente abierta
JAVIER SAMPEDRO 06/01/2012
El actual director del instituto de zoología de la Universidad de Varsovia, Andrzej Tarkowski, se ganó el puesto en 1961, cuando publicó en Nature la creación de la primera quimera de un mamífero. Agregó las células de dos embriones de distintos ratones y obtuvo un ratón quimérico, perfectamente normal en tamaño y en todo lo demás, pero construido con poblaciones celulares de diferentes individuos. No había medio ratón de un origen y otro medio del otro, sino que los dos tipos de células aparecían en amor y compañía en cualquier órgano, formando parte de un todo que nunca habían previsto. Lo mismo se ha demostrado en ratas, conejos, ovejas y vacas.
El experimento pionero de Tarkowski se ha convertido hoy en la gran prueba de estrés para células madre. Solo se consideran pluripotentes (capaces de formar cualquier tejido del cuerpo) aquellos cultivos de células madre que, inyectados en un embrión, colaboren con él para formar cualquier tejido del cuerpo, como en las quimeras de Tarkowski. El problema es que ninguna línea humana de células madre ha superado ese test hasta ahora. Tampoco se ha logrado con otros primates. Este fracaso ha supuesto hasta ahora un grave escollo para la aplicación de las células madre a la medicina. El experimento de Oregón no despeja el obstáculo, pero sí revela cómo saltárselo. Y no es tan difícil, en realidad. La técnica moderna para hacer quimeras es inyectar las células madre de un cultivo en la zona apropiada de un embrión. Y a los investigadores de Oregón les ha bastado volver al método más arcaico de Tarkowski -mezclar células de varios embriones en masa, por así decir- para obtener quimeras de un primate. Hasta media docena de monos han llegado a contribuir al cuerpo de uno solo por este método.
La buena noticia es que las células madre de los primates sí son pluripotentes, después de todo. La mala es que solo parecen serlo cuando se extraen directamente de los embriones, y no cuando ya están propagadas en cultivos de laboratorio. Esto reduciría la utilidad de los cientos de líneas de células madre humanas ya establecidos. Pero saber algo siempre es mejor que ignorarlo.
Desde hace unos años, las estrellas de la investigación en medicina regenerativa no son las células madre embrionarias, sino las llamadas iPS (células madre de pluripotencia inducida), que se obtienen retrasando el reloj de simples células de la piel o el cabello para que recuperen su condición de células madre. Tienen la gran virtud de ser genéticamente idénticas a la persona que puso la piel. Pero ni las iPS existirían sin las células madre embrionarias, ni progresarán hacia la aplicación clínica mientras no lo hagan estas. La receta del éxito es mantener una mente abierta.
Del blog Simetrías.
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