Javier Lostalé
El viento aún se escucha
en ese árbol seco
que la mirada resucita
en la estrella fija de su deseo.
Su afónico cuerpo de jilguero
emite una música de cielo huérfano
donde el corazón se refleja
en lento relente de ausencia.
El paisaje se deslumbra
en su propia tristeza,
mientras canta sin ave
el desnudo más hermoso.
Solitario alguien se habita
destronado en su sueño.
La distancia es ofidio radiante
que en su quieto fluir quema
el numen secreto de lo amado.
Y en el límite una rosa se abre invisible
en el centro de la nada
hasta que la crisálida de un rostro
clavada en su eternidad respira.
En tormenta de silencio
ya este poema se borra.
Y su mano.
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