Pilar Paz Pasamar
EL INSOMNE
Apartamento 26-2
Es la última que queda.
Es el último
amigo. Ya no quedan en
el frasco.
Ya no sabré qué hacer
cuando falte.
Ya no sabré qué hacer
con el silencio,
con este animal bífido
aguardando,
este camaleón, este
hormiguero
y esta sierpe que mira
de soslayo.
Ya no sabré qué hacer
con las cuartillas
ni, cuando ellas me
falten, con mis pasos.
Ya no puedo saber si son
objetos
todo lo que perdí en la
vida. Abro
de nuevo el libro.
Cierro. Pienso luego
en aquella canción, mi
madre al lado
—con voz suave—: “Una
vez, cinco lobitos…”.
¡Cinco lobos.
Doscientos. Una mano,
por favor, que me
enjuague ya la frente!
Contaré lobos, dientes:
dos, tres, cuatro…
Cien mil lobos reunidos.
No hay ovejas.
Anduve por aceras, por
meandros,
ríos sin cauce, calles,
avenidas
sin desembocadura,
arriba, abajo.
Anduve, anduve, anduve, anduve, anduve…
Anduve altivo y triste y
ciego y pálido.
Mañana echaré a andar de
nuevo, el sueño
no vendrá, como ellos,
tras mis pasos.
El insomnio será mi
compañía…
(Ya no quedan amigos en el frasco).
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