En "El País":
“Hace falta que las personas se expresen mejor en público”
El académico José Antonio Pascual, autor de “No es lo mismo ostentoso que ostentóreo”, trata que el lector aumente su seguridad en el uso del léxico
AURORA INTXAUSTI Madrid 17 ENE 2013
Utilizamos las palabras de la lengua española a veces con acierto y muchas otras sin saber bien qué se quiere decir. En estos momentos de crisis aparecen términos que tienen un significado distinto al que se le está dando según la Real Academia de la Lengua, pero el uso frecuente de éstas puede llevar a que se den por bien empleadas. ¿Se puede utilizar okupa para el que es desahuciado de su vivienda? El vicedirector de la Real Academia Española, José Antonio Pascual, afirma que “actualmente no, pero eso no significa que si el vocablo comienza a utilizarse masivamente por los ciudadanos y se refieren con ese término a aquellos que se quedan sin vivienda por no pagar a los bancos eso puede llevar a que finalmente pueda ser aceptada como tal”. ¿Y cómo debemos referirnos a aquellos que se quedan en la indigencia a causa de la crisis? “Empobrecidos; desesperados; depauperados; miserables, en sentido positivo. En el siglo XIX se empleaba para dirigirse a este tipo de personas el vocablo pelagatos”.
El autor de No es lo mismo ostentoso que ostentóreo (Espasa) se dedica a investigar la S en el Siglo de Oro y escribir este libro ha sido para él como “si viviese un proceso de seducción. Un cambio brutal respecto al tema tan árido respecto a lo que me dedico habitualmente que este libro ha sido un divertimento y espero que los lectores disfruten tanto como yo escribiéndolo”. ¿Hablamos bien los españoles? “No ha habido época de la historia de España en la que haya más medios para conocer mejor el lenguaje. En general se habla bien, pero hay más desinterés. Aunque tengo que reconocer que en Latinoamérica o en Castilla se utilizan mejor las palabras. Echo en falta que las personas se expresen mejor en público y eso se debe a que en la enseñanza se realizan pocos ejercicios orales. En los medios de comunicación hablados hay escasez de modulación y en televisión se promueve la barbarie; hablar a gritos o quitarse la palabra. Y eso es un verdadero desastre y un mal ejemplo para el espectador. Yo mismo he cometido errores en mis textos y tengo 10 folios en los que he anotado los fallos cometidos. Ni los filólogos somos perfectos”, admite con cierta sorna.
Las nuevas generaciones a través de los medios tecnológicos simplifican el lenguaje de tal manera que a veces es difícil de entender. “No importa, también en el siglo XVIII hay manuscritos con términos reducidos. Lo importante es que tengan interés en escribir. Vivimos momentos muy distintos y todo es accidental. Quiero ser positivo y si los jóvenes usan las palabras, aunque sea con símbolos, es una manera de abrir la puerta de la lectura. Los medios tecnológicos que tienen a su alcance los adolescentes son muy fuertes y es difícil que se acerquen a un libro, pero hay que intentar que piquen y tratar de explicarles que el leer produce placer. No debemos olvidar que no hace tanto tiempo, en el siglo XX una mayoría del país era analfabeta”. José Antonio Pascual (Salamanca, 1942) recuerda que 'La Regenta', de Leopoldo Alas Clarín, la leyó en una edición pirata y 'Aurora Roja', de Pío Baroja, tuvo que pedir permiso al obispo.
¿Cuál es su palabra preferida? “Añorar. Es un precioso vocablo con cierto aire arcaico y quizá se deba a esa propensión mía a los términos anticuados. Y detesto Implementar. No tengo argumentos sólidos para explicar a que se debe, pero me horroriza”. El autor de No es lo mismo ostentoso que ostentóreo' ha escrito un libro para que “el lector se acerque a él sin miedo y descubra la azarosa vida de las palabras. He tratado que pase un momento agradable y que se divierta”. El vicedirector de la Real Academia de la Lengua reconoce que cuando comenzó “tenía una falta absoluta de vocación y que se metió en el mundo de la Filología por casualidad. Tuve la suerte de tener excelentes profesores que me dieron los mecanismos para que me entusiasmase mi trabajo. Yo me considero un artesano de las palabras y para mí son el paraíso perdido, mi refugio”.
Entusiasta de la novela negra ha descubierto en este tipo de literatura historias que cuentan lo que ocurre en este momento en muchos países. ¿Papel o libro electrónico? “Lo combino. Tengo que reconocer que llevar a Pérez Galdós en una tableta que no ocupa nada es una gozada. Lo cierto es que me estoy desprendiendo de muchos libros de mi biblioteca porque al final te invaden, pero el encanto del papel es especial”.
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