'Crimen en la colina', un cuento trágico de miedos y venganzas
Adelantamos el primer capítulo de una novela muy bien escrita, de lectura adictiva y que ahora publica Siruela.
Primo Casadei no ha sido siempre el escritor de éxito que es ahora. De hecho, durante un tiempo eligió el mal camino, la vida criminal. Pagadas sus deudas, empieza a publicar novelas con éxito y forma una familia extraña y feliz. Su mujer, Maria, una inmigrante china que aprende italiano escuchando una radio católica y que termina convirtiéndose; sus dos gemelas, Berenice y Beatrice, cuya enfermedad va a llevar a la familia a una pequeña localidad de la Romaña; Proverbio, un anciano lleno de sabiduría que siempre encuentra un refrán para cada situación y Pavolone, un gigante inocente y leal, personaje de cuento que ayudará a Primo en sus pesquisas.
El peculiar equipo detectivesco se instala en la casa familiar de Primo para que Beatrice respire aire puro de la montaña y se cure de su rara enfermedad. Pero en el pueblo, que hasta entonces sólo había conocido la violencia de siempre, la familiar, la del odio enquistado por generaciones, la de la venganza cainita, empiezan a pasar cosas terribles.
Tres personajes (un cura, un farmacéutico y un pintor) que habían llegado al pueblo hace poco, acaparan la atención y las sospechas cuando varios niños se convierten en víctimas de crímenes atroces, de una violencia desconocida para un pueblo que vive un poco alejado del siglo XXI. Hasta ahora la vida había sido así:
Después, todo cambia.
La novela tiene un pequeño inconveniente: tarda en arrancar casi tanto como tarda Primo, que vive de sus novelas y no necesita trabajar, en ponerse a investigar por puro placer. Ahora, cuando lo hace es imparable. El ritmo y la prosa de Flamigni, alabado por la crítica italiana, y la mezcla de hechos terribles con el costumbrismo de un pueblo italiano de las montañas de Romaña dan a la novela un ambiente perfecto, un aire de cuento terrible con originalidad y fuerza.
En la novela hay más ingredientes interesantes. Hay un policía, claro. Amigo de Primo, el subcomisario Macbetto, en un papel secundario, no pasa de ser un funcionario que busca la manera de subir en el escalafón y que ve en la investigación primero una oportunidad y luego, a medida que pasa el tiempo y no se entiende nada, un enorme problema.
Libro de miedos y silencios, Flamigni, prestigioso médico, profesor universitario y miembro del Comité Nacional de Bioética (un hombre, como su protagonista, que destaca por algo a lo que en realidad no iba orientada su vida) consigue en Crimen en la colina cerrar una novela original y entrañable, entrañable a pesar de la brutalidad que, como casi siempre, termina aflorando cuando el odio guía la acción del hombre.
El peculiar equipo detectivesco se instala en la casa familiar de Primo para que Beatrice respire aire puro de la montaña y se cure de su rara enfermedad. Pero en el pueblo, que hasta entonces sólo había conocido la violencia de siempre, la familiar, la del odio enquistado por generaciones, la de la venganza cainita, empiezan a pasar cosas terribles.
Tres personajes (un cura, un farmacéutico y un pintor) que habían llegado al pueblo hace poco, acaparan la atención y las sospechas cuando varios niños se convierten en víctimas de crímenes atroces, de una violencia desconocida para un pueblo que vive un poco alejado del siglo XXI. Hasta ahora la vida había sido así:
“En los pequeños pueblos de la Romaña, los hechos delictivos, o incluso solo los supuestos hechos delictivos, no son raros, pero generalmente resultan comprensibles, tienen su lógica, en cierto modo resultan incluso previsibles o esperados. Dos familias que se odian antes o después se harán daño; antiguas deudas de dolor o de sufrimiento pueden ser cobradas en cualquier momento, nadie se sorprende”
Después, todo cambia.
La novela tiene un pequeño inconveniente: tarda en arrancar casi tanto como tarda Primo, que vive de sus novelas y no necesita trabajar, en ponerse a investigar por puro placer. Ahora, cuando lo hace es imparable. El ritmo y la prosa de Flamigni, alabado por la crítica italiana, y la mezcla de hechos terribles con el costumbrismo de un pueblo italiano de las montañas de Romaña dan a la novela un ambiente perfecto, un aire de cuento terrible con originalidad y fuerza.
En la novela hay más ingredientes interesantes. Hay un policía, claro. Amigo de Primo, el subcomisario Macbetto, en un papel secundario, no pasa de ser un funcionario que busca la manera de subir en el escalafón y que ve en la investigación primero una oportunidad y luego, a medida que pasa el tiempo y no se entiende nada, un enorme problema.
Libro de miedos y silencios, Flamigni, prestigioso médico, profesor universitario y miembro del Comité Nacional de Bioética (un hombre, como su protagonista, que destaca por algo a lo que en realidad no iba orientada su vida) consigue en Crimen en la colina cerrar una novela original y entrañable, entrañable a pesar de la brutalidad que, como casi siempre, termina aflorando cuando el odio guía la acción del hombre.
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