Kirmen Uribe
Me acuerdo de la abuela de mi madre.
Ella sabía de las almas errantes.
Observando por la mañana las cenizas de la chimenea,
distinguía si esa noche habían visitado la casa
los espíritus malvados o los bienhechores.
Una noche, al volver del baile,
mi madre y sus hermanas la encontraron ante la casa.
Les ordenó que no entraran,
camisón y vela en mano,
porque dentro andaba algún mal espíritu.
Esta mañana, entre las sábanas,
he notado tu olor.
Es el rastro de tu visita.
No sé si tu alma era de las buenas o de las malas.
Por eso, reptiendo cuidadosamente los viejos ritos,
he vuelto a poner la música que oímos ayer,
y me he metido en la cama lentamente.
He estrechado las sábanas contra mi cuerpo, acariciando mi piel,
y he recordado, uno tras otro,
todos los movimientos de ayer noche.
He sabido de tu alma.
Sin ninguna duda, es de las malas.
©Uribe, Kirmen. Mientras tanto dame la mano (Visor, 2002).
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