Manuel Rivas
Los del brindis
Manuel Rivas 11 FEB 2012
Garzón es ya el primer desaparecido de la nueva Contrarreforma, consumado el auto de fe, quemado en estatua, con un período de muerte civil que parece medido con precisión para imposibilitar su vuelta a la Justicia. De todas las reacciones, hubo dos que me impactaron en especial. La carta de su hija María, dirigida “a los que brindarán con champán”, después de este golpe. Y la exultante alegría de la señora Aguirre al comentar la sentencia, en gozoso chinchín prosódico, como si en efecto hubiese estado brindando toda la mañana. Se puede comprender el alivio en ciertas esferas porque se quite del medio a un juez indómito, incorruptible, y encima laborioso. Lo que me causa perplejidad es la inconsciente alegría de quienes se ubican en la derecha democrática y se reclaman liberales. Garzón no fue un juez sectario. Tuvo agallas para el GAL socialista y para el Gürtel popular. Hasta que se las cortaron. Si Garzón realmente fuese una estrella oportunista hoy sería, por lo menos, presidente del tribunal que lo juzgó. Si algo ha acreditado es que su única ambición era su trabajo: hacer justicia. Hay en esta historia un calvario personal y familiar, pero su expulsión es también una amputación colectiva. Se nos ha substraído un bien. Y el efecto resulta intimidatorio: esta democracia es más vulnerable y cautiva. Los burócratas triunfan. Escalarán puestos hasta ser vitalicios. Los jueces que se enfrenta a las mafias, como los fiscales y policías, están solos ante el peligro. Cualquier persona honrada sabe que España, a partir del 9-F, está más indefensa ante la gran delincuencia, las organizaciones criminales, las redes de evasión y blanqueo, y los poderes ocultos. Ellos son los que brindan. Y no brindan con champán, María. Brindan con agua. Como hacía el zar cuando quería deshacerse de alguien. Si todo el mundo pudiese visualizar ese brindis, los rostros de quienes brindan, hasta los mudos hablarían.
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