Dionisia García
InstantáneaDel brazo de mi padre por la avenida airosa,
en busca del amigo, que al fin vimos.
Era marzo con sol, y se acercó un fotógrafo
dispuesto a detener aquella escena.
Nuestros abrigos largos, la sonrisa;
el gozo elemental de la existencia,
marcado para siempre en blanco y negro.
Presidía la puerta de Alcalá,
con sus rosas y grises en la piedra,
rodeada de atmósfera inocente.
Han transcurrido más de treinta años,
y atravieso el lugar en automóvil,
al paso, las arcadas de piedra ennegrecidas,
su insolente esplendor ajeno a la premura.
Voy a ver al amigo, anciano y solo.
Es primavera inquieta, sin fotógrafo,
y mi padre no está.
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