Eduardo Jordá
En "El Día de Córdoba":El capital (fragmento)
La verdadera riqueza de un país no está en los índices macroeconómicos. La riqueza de verdad está en otra parte. Está en los educadores de los barrios marginales que se empeñan en enseñar a distinguir el bien del mal a unos chicos que no han tenido ninguna oportunidad en la vida. Está en los médicos que después de una guardia de veinticuatro horas siguen tratando con interés y con afecto a sus pacientes. Está en los inmigrantes que ahorran uno o dos euros al día para hacer un envío semanal de 30 euros a sus familiares que se han quedado en sus países de origen. Y está en los profesores que se desviven para conseguir que unos alumnos apáticos descubran un día que aprender algo nuevo -leer un libro o resolver una ecuación- puede ser una experiencia mucho más divertida que tumbarse a jugar con la PlayStation. Y lo mismo podría decirse de toda la gente que se enfrenta a la vida con honradez y sencillez y buen ánimo, esas virtudes modestas que no reciben ningún elogio por parte de nadie, pero que son las únicas que permiten que una sociedad conviva en armonía y consiga dar lo mejor de sí misma.
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