Pliego de descargo
Te quiero mucho más de lo que yo sé.
Te quiero con órganos que me habitan
e ignoran, que te quieren
sin futuro ni venia, a mi pesar.
Te quiero mucho más de lo que yo sé.
Y tengo suerte que vísceras blandas
y dulces, más dulces y dignas que yo
para quererte, al fin te quieran
como yo no alcanzo y me permitan,
a veces, sin miedo ni archivos, saber que
te quiero, que te quiero más
de lo que yo sé.
Tendría que darte un amor alto y claro,
sin sombra de duda, un amor
como un túnel, el hambre, la infancia, volver.
Tendría que ser un amor que pusiera
tus ojos en todos sus actos, Polonia invadida,
Cyrano callando, un coche estrellado,
un último aliento, cosas así.
Y a la fecha de hoy,
sólo quiero decirte,
(ya sé, no es necesario)
pero quiero decirte
que te quiero
mucho, mal, más allá
de lo que nunca sabré.
Todavía no, entre nosotros, el beso perfecto.
Tu boca piensa en sí,
o en mi boca,
y se deja atrás la casa.
O quizá sea yo...
Siempre un salto de nadie entre las bocas. Soledad.
Aún no, y nunca venga
el solar en sus confines.
Bregando
nos ha de encontrar
el desamor.
A veces no hago el amor contigo.
Ocurre que tu cuerpo me rescata
(un cuchillo ignora su importancia, su
tremenda importancia)
de la soledad que la piel impone
(tener filo condiciona seriamente)
a mi sangre. Y se vierte o escapa
no sé qué marea, acaso antigua.
Mundo.
No. A menudo no es contigo con quien
hago el amor.
Se me escurre su cuerpo,
desde el roce a la infinita caída sonriente.
Es un hombre encima terminado en madera o bien
una mujer serena y umbría como una hoja de acanto.
En ella lolita renuncia a sus armas
y un muchacho declama lo que sea preciso sin perder
su hermosura de mástil.
En ellos todo cabe y todo falta.
Son un edicto de movimiento,
un alquilado Edén.
Te quiero con órganos que me habitan
e ignoran, que te quieren
sin futuro ni venia, a mi pesar.
Te quiero mucho más de lo que yo sé.
Y tengo suerte que vísceras blandas
y dulces, más dulces y dignas que yo
para quererte, al fin te quieran
como yo no alcanzo y me permitan,
a veces, sin miedo ni archivos, saber que
te quiero, que te quiero más
de lo que yo sé.
Tendría que darte un amor alto y claro,
sin sombra de duda, un amor
como un túnel, el hambre, la infancia, volver.
Tendría que ser un amor que pusiera
tus ojos en todos sus actos, Polonia invadida,
Cyrano callando, un coche estrellado,
un último aliento, cosas así.
Y a la fecha de hoy,
sólo quiero decirte,
(ya sé, no es necesario)
pero quiero decirte
que te quiero
mucho, mal, más allá
de lo que nunca sabré.
Todavía no, entre nosotros, el beso perfecto.
Tu boca piensa en sí,
o en mi boca,
y se deja atrás la casa.
O quizá sea yo...
Siempre un salto de nadie entre las bocas. Soledad.
Aún no, y nunca venga
el solar en sus confines.
Bregando
nos ha de encontrar
el desamor.
A veces no hago el amor contigo.
Ocurre que tu cuerpo me rescata
(un cuchillo ignora su importancia, su
tremenda importancia)
de la soledad que la piel impone
(tener filo condiciona seriamente)
a mi sangre. Y se vierte o escapa
no sé qué marea, acaso antigua.
Mundo.
No. A menudo no es contigo con quien
hago el amor.
Se me escurre su cuerpo,
desde el roce a la infinita caída sonriente.
Es un hombre encima terminado en madera o bien
una mujer serena y umbría como una hoja de acanto.
En ella lolita renuncia a sus armas
y un muchacho declama lo que sea preciso sin perder
su hermosura de mástil.
En ellos todo cabe y todo falta.
Son un edicto de movimiento,
un alquilado Edén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario