Orfeo y Eurídice, de Joseph Paelinck (1818)
¿Quién dijo que te seguiría, Orfeus?
¿Por qué tan seguro estabas que has venido aquí
a buscarme y que te seguiría paso a paso de regreso?
Bello fue nuestro amor, eso nunca podré negarlo.
Mas nada hay en la vida que ya pueda tentarme.
También allá arriba, en el país del sol, llegan
las sombras heladas trepando la montaña.
Lo sé.
Lo recuerdo y nadie
como yo sintió el hielo de tu corazón.
El sol tiene manchas negras.
Eros tienes alas negras.
En la oscuridad de la noche ya oía, en la tierra,
el ladrido de los perros del Hades.
No creas que me importa,
aunque no resistías,
aunque te dabas vuelta. Oh, nadie
como yo conocía tu debilidad. Muerto
de cansancio regresabas siempre, siempre a mí
de fiestas y marchas triunfales,
y arrojabas al suelo la lira y te sumergías en mi regazo
para olvidar bacanales y canciones. Y yo,
tu amada, sola.
Ninguna canción para mí. Ningún viaje al sol.
Ni el viaje alado de los pájaros. Cansado
a casa llegaba Orfeus.
No creas que me importa, pues yo elegí el Hades.
No fue la serpiente. Fui yo quien eligió la serpiente.
La vi en el prado entre las flores.
Deseaba el veneno.
Ahora en el país de las sombras digo no a la vida.
La vida puesta en el muro exige una réplica,
pues la vida tiene palabras de afiladas puntas
que atraviesan el corazón.
La sangre gotea silenciosa, tan silenciosa,
que no se nota cómo gotea.
Y sin embargo una y otra vez diré lo mismo, Orfeus:
bello fue nuestro amor, y nunca
podrá negarse. Mas no fue por eso
que te seguí temblorosa y pálida.
Cansada y vacilante seguía la lira y la canción.
La canción al sol y los vientos.
La canción al mar y las olas.
La canción a los placeres de la tierra en el tiempo en que florecen las amapolas.
La canción a todo lo que la tierra da, pero aún más:
a todo aquello que nos niega. Aquello que está lejos de la tierra,
aquello que está lejos del corazón de la gente y lejos del amor.
La canción a lo que es más bello que la vida.
La canción que es mucho más que el amor y la muerte.
La canción que es mucho más que la canción.
Oh, pronto todas las cosas desaparecerán de la tierra,
y todo olvidaré, mas la canción nunca.
Porque fue esa la única vez que tocaste para mí sola.
Sola una vez he vivido mi vida en la tierra. Oh,
la tierra con todo agrado doy a los que son más fuertes para vivir.
Pero
¿quién dijo que yo te seguiría, Orfeus?
Ya nada puede en la vida atraerme
ni añoro el regreso.
(Traducción de Harold Durand)
FUENTE
1 comentario:
Un poema de gran belleza, muchas gracias por el genial aporte, sigue así por favor ^^
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