José Luis García Clavero
Desnuda luce
la luna desierta.
El arrabal y la medina
se funden en la noche evanescente;
tras las acequias
de la puerta de
Almodóvar
discurre la melodía cristalina
el rumor quedo y acuoso del agua…
Llegué a ti tras un naufragio
arrastrado por la marea
una tarde lejana y silenciosa
de noviembre. Fuiste
bálsamo para mis llagas
tibia morada
remanso de paz
soledad herida.
A espaldas de la ciudad
reencontré el amor
el desasosiego,
las turbulencias del tiempo
y sus volubles estaciones,
los fuertes aguaceros
y el estío,
la fragancia inquietante
de la melia
la fragilidad del jazmín
la picadura de la daga traicionera
el azote de un vendaval
cercenando
y arrebatando
en invierno cruel
mi propia sangre,
las acometidas del viento frío
el refugio de una flor
tu cáliz saciando
generoso
mis sedientos labios
en la moruna y recoleta
calleja.
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