“Medea’ representa la desesperación que se ve a diario en los periódicos”
El dramaturgo sube a la escena madrileña la tragedia griega
JUAN CRUZ Madrid 18 DIC 2015
Dicen los que lo admiran que en Estados Unidos, por ejemplo, sería Sam Mendes, capaz de darle encarnadura dramática a lo clásico y a lo ultramoderno. Aquí es José Carlos Plaza (Madrid, 1943), dramaturgo que ha llevado a la escena de Sam Shepard a Esquilo, a Fernán-Gómez y a Séneca. Hoy estrena en el madrileño Teatro Español Medea, de Séneca, en versión de Vicente Molina-Foix. Aquí explica Plaza por qué es tan actual esta tragedia.
Pregunta. ¿Qué Medea es ésta?
Respuesta. La Medea de Plaza, de Molina Foix, de Ana Belén..., un equipo. Cada uno con su visión del mundo, del momento que estamos viviendo. Es un análisis muy profundo del comportamiento humano en el que lo fundamental es ese punto de desequilibrio en el que un orden establecido se rompe por la acción individual de una persona. Medea es políticamente incorrecta, va contra toda la normativa occidental acerca del papel de la mujer.
P. ¿En qué consiste esa incorrección?
R. Ella rompe con dos de los papeles claves del ser humano, con los roles sociales de lo que se supone que tiene que ser. Es una mujer casada con un hombre muy famoso, Jasón, un rol que a ella no le afecta; rompe con el rol de “mujer de” y toma la iniciativa de quién es ella misma. Y rompe con el rol de la maternidad, ella deja de ser madre en la función. El texto de Vicente lo dice exactamente: “Medea ha dejado de ser madre”, rompe con esta cosa sacra. No se trata de un problema moral, de si es o no es buena o mala, sino de por qué llega a esa circunstancia.
P. ¿Por qué llega?
R. Porque abandona las raíces de su existencia, por amor, y esa pasión tan fuerte que los griegos describen tan bien y que vemos en los periódicos todos los días: una persona mata por la pasión desgarradora que embarga al alma humana. Al sentirse traicionada ella se da cuenta de que su vida no tiene sentido; el amor queda cubierto por la venganza, los sentimientos clásicos fundamentales, y va a hacer daño donde más lo puede hacer, a la sociedad, no solamente a Jasón. A los principios sagrados.
P. Dice que es un guión que está todos los días en los periódicos.
R. ¡Todos los días! Medea, como todos los clásicos, permanece, es contemporánea. La pasión y la fuerza del ser humano cuando está reprimido, por la razón que sea, rompen lo establecido. Es la esencia del teatro, romper lo establecido; cuando rompes viene la tragedia.
P. Lo que plantea solivianta el espíritu de los que la ven, ¿qué ha sentido usted?
R. Llevo varias tragedias griegas, La Orestiada, Electra, Héquba, estoy un poco vacunado contra el escándalo. Cuando te metes en el alma humana, escandalizarse es lo más fácil, pero cuando has estudiado a mitos como Lorca, en Yerma, en Bodas de sangre, y te metes en ese mundo te das cuenta de que nos conocemos poco. Parece que todo está bien, que es así, que es lo bueno, lo cómodo, pero hay instintos muy cercanos al ser humano. Estamos cegados y a veces pasa lo que pasa. No lo justifico, intento entenderlo y en el teatro reflejamos el porqué pasan las cosas.
P. Esta tradición de la tragedia griega ha marcado el teatro, habla de Lorca…
R. … y de Shakespeare, y de otros: las grandes esencias del teatro son tragedias griegas.
P. ¿A qué se debe esa esencia?
R. Con lo que ha pasado estos años en Grecia suelo decir que no olviden nunca que quienes somos y de donde venimos es de allí. Europa a veces se olvida de lo que Grecia ha significado. Llegaron a un punto del pensamiento de tal grandeza que es difícilmente superable y concretamente en mi campo, en el teatro, llegaron a la esencia del teatro: el comportamiento humano. Luego ha habido derivaciones, Freud, Jung, los sociólogos, los politólogos, pero todo está en la tragedia griega. No he encontrado ninguna obra de teatro que no tenga una referencia directa con algunas de las tragedias griegas. En La Orestiada, incluso en Medea, ya está casi todo, son hijos matando a los padres, todas las grandes pasiones humanas, la muerte y el amor, el eros y el thanatos están ahí. Creo que el desarrollo del humanismo fue el que dio más importancia a la cabeza, al conocimiento del ser humano y es a lo que ahora damos más importancia.
P. La tragedia griega resume, pues, el espíritu humano en su grandeza y en su miseria.
R. A lo ancho y a lo largo. El sentido del humor, el pesimismo, el hedonismo, los placeres, los instintos más bajos. No sé cómo lo consiguieron, pero es muy difícil dar un paso adelante en ese aspecto porque ahí está. La prueba es que vas a un pueblecito, a una barriada de Madrid a hacer esta función, y piensas que la gente se levantará y se marchará. Pues no. La gente se emociona, llora oyendo los textos y las situaciones planteadas en el siglo V antes de Cristo.
P. ¿Qué aporta usted a esta Medea?
R. Lo que todos los directores debemos hacer es aportar nuestra relación con la sociedad de hoy. Creo que nuestra sociedad es muy superficial, ha dejado de pensar, de profundizar y mi grito es para intentar que la gente piense que dentro del ser humano existe algo más que comprar tal o cual producto o la casa que quiere. Me parece que es una sociedad inducida a no pensar. Lo que quiero hacer con Medea es intentar comunicar a mi sociedad, para la que trabajo, que existen valores enormes, negativos y positivos, que se están olvidando, dejando de lado.
P. ¿Es el consumismo el principal obstáculo para el pensamiento?
R. El consumismo tiene una grandísima pantalla que está tapando las verdaderas necesidades de la gente. Es un problema de castración muy dirigido. En la sociedad en la que yo vivo el auténtico placer ha desaparecido. El placer del pensamiento, de la poesía, de la estética, el placer de leer, de escuchar... están como prohibidos. La gente ya no lo hace porque no sabe que lo puede hacer, porque les han dirigido hacia un determinado lado. Y creo que somos un país profundamente vago, hemos parado la capacidad de pensar. El teatro lleva al espectador a ver a otro ser humano delante de él y esa reflexión le lleva a pensar de alguna manera quién es, dónde está: esas preguntas tan bonitas de toda la vida.
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