Soldados británicos durante la I Guerra Mundial / MANSELL (GETTY IMAGES) ("el país")
De las trincheras a Internet
Los Archivos Nacionales británicos se suman al centenario de la Gran Guerra al colgar en la Red 300.000 páginas con escalofriantes relatos de soldados
WALTER OPPENHEIMER Londres 18 ENE 2014
“Aquí estoy, sentado al sol en la trinchera de nuestro cuartel general. La lluvia que hemos tenido sin parar durante dos días ya ha cesado y ahora el mundo debería parecer la gloria”, escribió un día de principios de septiembre de 1914 el capitán C. J. Paterson, del regimiento británico de infantería South Wales Borderers, durante un alto en la primera confrontación del Marne. “La batalla se ha parado aquí por un momento, aunque se pueden oír en la distancia los disparos del segundo cuerpo del ejército inglés y la batalla en general. Como digo, todo debería ser hermoso y pacífico y bonito. Pero en realidad es imposible describirlo”, añade el texto.
“Trincheras, pedazos de equipamiento, ropa (seguramente con manchas de sangre), munición, herramientas, sombreros, etc., etc., por todas partes. Pobres desgraciados yaciendo muertos por todas partes. Algunos son de los nuestros, otros son de la Primera Brigada de Guardias que pasaron por aquí antes que nosotros, y muchos son alemanes”, relata.
“Todos los setos están rotos y pisoteados, toda la hierba está pisoteada de barro, agujeros allí donde han estallado los proyectiles, ramas separadas de su tronco por las explosiones. En todas partes las mismas señales terribles, sombrías y despiadadas de la batalla y de la guerra. Ya tengo el estómago lleno de todo eso”, concluye. Paterson moriría a las pocas semanas de escribir ese testimonio, el 1 de noviembre de 1914.
Su relato es uno entre cientos de miles que se pueden consultar desde cualquier punto del planeta a través de la página web de los Archivos Nacionales británicos. No son en sí mismos una primicia: estaban desde hace más de 50 años a disposición del público y de los historiadores en el Imperial War Museum de Londres. La novedad es que ahora, con la ayuda durante meses de un puñado de voluntarios, los Archivos Nacionales han escaneado y colgado en la Red 300.000 páginas de documentos como ese, que suponen solo una quinta parte del material disponible y que van a ir poniéndose a disposición de los internautas en los próximos meses. La meta es que a final de año estén digitalizadas la totalidad de los 1,5 millones de páginas que conforman el fondo documental.
Colgar esos cientos de miles de documentos en Internet forma parte de las conmemoraciones por el centenario de la I Guerra Mundial, que en Reino Unido tienen una especial importancia.
Los archivos colgados no son cartas de los reclutas a sus familias o sus amigos. Son los relatos de los oficiales en el campo de batalla, “a veces fascinantes, a veces horripilantes”, los diarios de la guerra en el frente occidental, en Francia y Bélgica. El retrato del día a día de una guerra que se pensaba que iba a ser corta y definitiva y que fue larga, cruel y transitoria: tan solo el pórtico de la II Guerra Mundial. Una guerra en la que murieron 16 millones de personas y otros 20 millones resultaron heridas. Quizás la última guerra de soldados, la última gran guerra de trincheras y bayonetas caladas en Europa. Luego llegaría la aviación, las bombas teledirigidas, los misiles, los drones. Y con el avance de la técnica, las víctimas colaterales: los civiles muertos por error o como escudos humanos.
Los archivos están a disposición del planeta. Basta con ser capaz de superar el entramado de registros, tutoriales y aprendizajes varios que conforman el alma de los Archivos Nacionales británicos y disponer además de una conexión de banda ancha para navegar por los archivos. Pero su consulta no es gratuita: aunque la página web de los archivos no menciona cantidades y solo explica que el acceso a alguno de los documentos puede ser de pago, los medios británicos afirman que cuesta en torno a cuatro euros consultar un solo documento. Aunque se entiende que cada archivo tiene una media de 150 páginas.
En esta primera entrega se han colgado un total de 1.944 documentos digitalizados que cubren desde los primeros días de la guerra, como la primera batalla del Marne en la que el capitán Paterson describía el horror de la guerra de trincheras, hasta el final de la confrontación en junio de 1919. No todo son trágicos relatos de sangre, barro y muerte. Hay también detalles de encuentros deportivos y hasta de cenas de despedida al final de la guerra.
En opinión de William Spencer, escritor y especialista en documentos militares de los Archivos Nacionales, colgar esos diarios en Internet “permite a gente de todo el mundo descubrir por sí mismos las actividades diarias, historias y batallas de cada unidad”. Se trata, sostiene, de “un gran avance” tanto en la forma de distribuir información como en la manera de entenderla. “Es interesante porque es una forma de humanizar algo que es en sí mismo inhumano”, sostiene.
Spencer ha explicado que los documentos, que en muchos casos llevaban 45 años metidos en sus cajas, han sido digitalizados con la ayuda de 25 voluntarios que han trabajado de forma gratuita durante meses.
Ahora, los Archivos Nacionales han lanzado un llamamiento buscando voluntarios para leer esos cientos de miles de páginas y rastrear e introducir las etiquetas, los tags que permitirán a millones de personas realizar búsquedas más precisas entre cientos de miles de páginas y desmenuzar de verdad cómo esos oficiales vieron y describieron la I Guerra Mundial. “Operación Diario de Guerra: ¡Tu país te necesita!”, proclama el blog de los archivos. “El objetivo es abrir la información que ahora mismo está encerrada en los diarios de guerra y estamos buscando voluntarios que quieran etiquetar cualquier dato que encuentren, desde una persona a un lugar o una actividad”, proclaman.
“No necesitas saber nada sobre los diarios para poder participar aunque si eres bueno leyendo textos escritos a mano puede ser una ventaja”, ironiza el llamamiento de los Archivos, que han puesto en la web un tutorial de 10 minutos explicando paso a paso a los posibles voluntarios qué tendrían que hacer y cómo. El objetivo no es otro que crear una herramienta para que público, historiadores y familiares de los soldados que participaron en aquella guerra puedan saber qué pasó, día a día, en el frente occidental.
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