Juan Vicente Piqueras
acude un cuervo y canta.
La vida es amarilla, ajena y arde.
Sus alas son de lluvia que no llega.
Yo sueño que mi voz es un pastor
que vio nacer a todas las ovejas,
conoce de memoria sus nombres y sus miedos,
el cielo y sus anuncios y amenazas.
Se sienta en una piedra
y es piedra y es persona y es paisaje.
Ve cómo vuelo, cómo se va el día.
Vuelve a pensar en los que son felices
sólo porque están lejos,
sencillamente porque no son él.
Y canta algo muy viejo en voz muy baja.
Entorna ojos y alma
para escuchar el ruido de las mieses,
su mar seco, el solano
silbando entre los hilos de la luz.
Da su voz a los álamos
para que acuda un cuervo o un poema
que diga nunca más.
Todo esto ya ha ocurrido. Nunca más.
La vida es amarilla, ajena y arde.
Sus alas son de lluvia que no llega.
Yo sueño que mi voz es un pastor
que vio nacer a todas las ovejas,
conoce de memoria sus nombres y sus miedos,
el cielo y sus anuncios y amenazas.
Se sienta en una piedra
y es piedra y es persona y es paisaje.
Ve cómo vuelo, cómo se va el día.
Vuelve a pensar en los que son felices
sólo porque están lejos,
sencillamente porque no son él.
Y canta algo muy viejo en voz muy baja.
Entorna ojos y alma
para escuchar el ruido de las mieses,
su mar seco, el solano
silbando entre los hilos de la luz.
Da su voz a los álamos
para que acuda un cuervo o un poema
que diga nunca más.
Todo esto ya ha ocurrido. Nunca más.
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