Fernando Valverde
Quiero traerte al mundo que conozco,
a mi mundo de voces y fantasmas,
de ciudades que tienen un rincón
donde buscar la muerte.
Mi mundo es tan oscuro sin el tuyo...
Ahora miro el Moldava,
el agua se suicida en cada margen,
la ciudad está quieta,
es un dolor sin dioses ni esperanza,
muchas guerras después
aquí la gente huye
de cualquier ilusión pronosticable
y el cuerpo se contagia
de un temblor parecido a la humedad.
Las paredes son grises como el humo,
hay un final después de las palabras
que parece romperse.
Y en Vysehrad se mueren las palomas,
el invierno es tan frío que resulta
una herida en las manos y en los pies.
Pero aquí nadie tiembla, todos saben
que es cuestión de fortuna y de equilibrio.
Todos creen en la espera.
Y el dolor se acostumbra,
el tiempo se acostumbra,
el miedo y la tristeza se acostumbran
a vivir sin rencor.
Nada tiende a romperse, todo queda
empapado después de una tormenta,
de una frágil tormenta que sostiene
un milagro de voces,
un dolor tan amargo como el frío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario