Ángel García López
Si hace calor, igual que si hace frío,
a las siete, o así, de la mañana,
los padres, sin piedad, tocan diana
del sueño secuestrando al pobre crío.
Y Pablo mira sin decir ni pío
y se deja vestir de mala gana
para unirse a la triste caravana
que destierra en el cole al niñerío.
E igual si le hace bueno o si le nieva,
que le tueste el calor o que le llueva,
y siempre así a partir del quinto mes,
a Pablo, el pequeñín llamado a filas,
colocan en la espalda las mochilas
y lo aparcan, llorando, hasta las tres.
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