Rada Panchovska
La llamaron desde la esquina y ella acudió.
El uno la acarició, le besó la oreja y la soltó.
El otro le dio una patada exacta en el vientre,
la aplastaron contra la tierra.
Ella los miraba a los ojos, intentó lanzarse
de un lado para otro, no quería entender
que la resistencia no tenía sentido.
La ahorcaron en la rama más cercana.
Retiré la mirada de la ventana. Abrí el libro,
tomé un poco de café de mi tacita. Son niños.
¿Qué es para ellos la vida? Gatas hay muchas.
Ha pasado un ángel
Al alba nos despertamos con la cabeza pesada.
Algo le pasaba al aire, nos endurecía. Las manos
y la garganta nos dolían, nos levantamos a duras penas.
Sentíamos ahogarnos, nos despedazaríamos.
Se había alcanzado la intolerancia universal.
En los ojos del espejo rebosaba a fondo el odio.
El café se sobró. Tragábamos sin mirarnos.
En el portal nos cruzamos con una creciente hostilidad.
En la parada la indignación desbordó los límites.
Los lugares de trabajo se asemejaron a trincheras.
Granizaron ofensas y acusaciones, llegó el diluvio.
Al mediodía perdimos el control, estalló
la guerra. Cogiéndonos por el cuello, nos golpeamos.
Al anochecer nos aniquilamos. Exterminados.
A veces
A veces uno se siente tan amargado
que envidia su propio éxito.
Recuerdo días de exaltación. Coincidencias
felices, fuegos artificiales del azar.
Llueve por fin algo verdadero.
Traducción: Francisco Uriz
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