Arnaldo Calveyra
Un lomo de humo
de pampa;
una lezna rota;
un rincón de aguas
podridas.
Un zaguán que mira al charco;
ese charco;
Shakespeare
que no se distrajo nunca;
una boca abierta
en homenaje al llanto.
Un muro podrido
de palabras;
un baldío y cadáveres;
púas en el vilo
del hilo
de cometa.
En el pueblo
nos quedamos
hasta tarde
aguzando el oído.
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