¿Podría un astronauta solo sobrevivir en Marte?
La radiación o las sales del suelo serían un inconveniente serio para la supervivencia de un astronauta abandonado el planeta, como plantea la película 'Marte (The Martian)', que se estrena mañana
Si necesitásemos un planeta distinto de la Tierra para vivir, el único que nos daría alguna opción de supervivencia sería Marte. Los robots exploradores que han visitado aquel planeta nos han enviado imágenes de un mundo parecido a los desiertos terrestres, sin vegetación ni ríos a la vista, pero algo más acogedor que la espléndida desolación que encontraron los astronautas cuando llegaron a la Luna. Desde que a finales del siglo XIX el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli descubrió los canales que surcaban el planeta rojo, aquel mundo ha capturado la imaginación de los terrícolas y en él se concentraron las esperanzas de encontrar vida extraterrestre. La llegada de las primeras sondas a Marte y el intento fallido de las Viking de encontrar vida microscópica enfriaron un poco los ánimos en torno a un planeta mucho más hostil para la vida que cualquier desierto terrestre.
Desde que el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli descubrió los canales que surcaban el planeta rojo, aquel mundo ha capturado la imaginación de los terrícolas
Según explica Victorino Parro, vicedirector del Centro de Astrobiología (INTA-CSIC) de Madrid, “aquella decepción cambió la manera de plantear las misiones a Marte, y ahora se trata de avanzar en el conocimiento de las condiciones que el planeta ofrece para la vida, con objetivos que se puedan cumplir, antes de lanzarse a buscar la vida en sí y arriesgarse a que suceda algo parecido a lo que pasó con las Viking”. Esta cautela no ha impedido que se sigan enviando sofisticadas misiones a Marte, para estudiarlo desde la órbita, pero también con robots sobre la superficie. Junto a estos proyectos, algunos como el explorador Curiosity que alcanzan los 2.500 millones de euros de inversión, las agencias espaciales mundiales, y en particular la NASA, siguen trabajando para lograr los apoyos necesarios con los que enviar una misión tripulada a aquel planeta.
Mientras los ingenieros y los políticos se ponen de acuerdo en la mejor manera para llevar a humanos a un desierto abrasado por la radiación a millones de kilómetros de distancia, la ficción puede hacer más llevadera la espera. Mañana viernes se estrena en EspañaMarte (The Martian), de Ridley Scott. En esta historia, basada en la novela de Andy Weir El Marciano, se cuenta la epopeya de Mark Watney, un astronauta interpretado por Matt Damon que, tras ser dado por muerto, se queda solo en Marte. Abandonado por sus compañeros y sin un medio de transporte para regresar a la Tierra, se da cuenta de que tiene que asumir que es hombre muerto o apañárselas para sobrevivir durante cuatro años hasta la llegada de la siguiente misión de exploración marciana. Watney elige vivir y sabe que solo la ciencia le dará alguna posibilidad de escapar de aquel mundo.
En un evento organizado en el Centro de Astrobiología de Madrid (CAB) con motivo de la Semana del Espacio, el astronauta Pedro Duque comentaba que las peripecias de Watney le hicieron sonreír por momentos debido a su similitud con las situaciones que se pueden vivir en una misión espacial. Sin embargo, también reconocía que el entorno al que se tendría que enfrentar una persona abandonada en suelo de aquel planeta sería aún más hostil de lo que se muestra en la película. Una de las más importantes es que Marte es algo más que un desierto seco y helado.
La Tierra cuenta con un potente campo magnético producido por su núcleo de hierro, situado a más de 3.000 kilómetros de profundidad. Esa barrera protectora desvía parte de la radiación que barre el espacio y que resulta dañina para los seres vivos. Se sabe que Marte contaba con un intenso campo magnético parecido al terrestre, pero desapareció hace 4.000 millones de años, 500 después de la formación del planeta. Sin ese escudo, el planeta rojo está sometido a un intenso bombardeo radiactivo, que obligaría a los exploradores humanos a llevar algún tipo de indumentaria que les protegiese. Según comentaba Pedro Duque, con el traje de astronauta de Watney, la prolongada exposición a la radiación le condenaría en poco tiempo a sufrir intensas mutaciones y cáncer. Este es el motivo por el que algunos de los diseños para las futuras colonias marcianas sean subterráneos.
Otro de los importantes contratiempos que sufriría un naúfrago en Marte sería la comida. Watney es botánico y debe aplicar todo su talento para producir patatas con las que sobrevivir hasta la llegada de una misión de rescate. Sin cuestionar las habilidades del astronauta de Ridley Scott, que vive su aventura en un futuro no muy lejano, en la actualidad aún queda mucho por aprender para convertir el desierto marciano en un entorno más o menos fértil.
Algunos estudios han mostrado que plantas como los tomates pueden germinar en una recreación del suelo marciano y el uso de desechos humanos podría servir para aportar los nutrientes que faltan en Marte. No obstante, algunos aspectos de la composición de aquel terreno harían difícil el cultivo de suficientes plantas para alimentar a un humano. Uno de los venenos escondidos en el suelo es, precisamente, el que hace posible que exista agua líquida en aquel planeta. Los percloratos son un tipo de sales que harían posible que el agua fluyese a temperaturas por debajo de cero, pero también resultan tóxicas para los vegetales.
Para solventar este contratiempo, además de desarrollar técnicas para limpiar el suelo, se está trabajando con plantas transgénicas capaces de obtener alimento y sobrevivir en terrenos extremos. Estas capacidades se suelen obtener a partir de los genes de microorganismos capaces de obtener alimento o energía en condiciones imposibles para otros seres vivos.
Junto la falta de nutrientes o la toxicidad de algunos elementos de la tierra en Marte, cultivar vegetales terrestres en aquel planeta supondría enfrentarse a una gravedad mucho menor que la de nuestro planeta. Con un tercio del efecto gravitatorio terrestre, en Marte es posible que un volcán como el monte Olimpo crezca hasta los casi 25 kilómetros de altitud. Esas dimensiones en la Tierra le harían caer bajo su propio peso y es previsible que la menor gravedad también condicionaría el crecimiento de plantas acostumbradas al efecto gravitatorio terrestre.
Por último, el pequeño agricultor atrapado en Marte también debería sufrir la falta de luz solar. En la superficie de nuestro planeta vecino, solo se recibe la mitad de luz del Sol que en la Tierra, una cantidad que se reduciría aún más si se necesita proteger los cultivos dentro de un invernadero.
Marte es, en definitiva, un mundo que en las imágenes que conocemos puede parecer inhóspito, pero que en la realidad lo es aún más. Esto no intimida a astronautas como Duque o a científicos como los del CAB. Todos reconocen las dimensiones del reto, pero consideran que se puede afrontar, siempre con la misma herramienta a la que el astronauta Watney se agarra para salir con vida del planeta rojo: la ciencia.
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