Laura Restrepo (Fotografía en "El País")
En "elpais.com", los internautas han entrevistado a la novelista colombiana Laura Restrepo.La serie Grandes temas de la literatura del Ciclo Babelia se centra hoy en el tema de la violencia, tratado por la autora colombiana Laura Restrepo en su novela Demasiados héroes. Sobre su obra literaria y la Feria del Libro, Laura Restrepo ha charlado con los lectores.
Éstas son las primeras páginas de la novela:
–Necesito saber cómo fue –le dice Mateo a su madre–. El episodio oscuro, quiero saber cómo fue exactamente.
–Te lo he contado mil veces –le responde ella.
Él mismo lo había bautizado así, el episodio oscuro, porque lo que ocurrió aquella vez fue dañino, pero también porque estaba sepultado bajo una montaña de verdades a medias. Lo peor de todo era su falta de recuerdos; aquello había ocurrido cuando él era demasiado pequeño para fijarlo en la memoria. Palos de ciego. Era una expresión que había escuchado por ahí. Así se sentía él, dando palos de ciego por entre una historia que no comprendía pero de la cual hacía parte y que lo atrapaba como una red.
–Dale, Lolé –dice Mateo, suavizando la voz y llamándola así, Lolé, como cuando era pequeño. Ahora prefiere decirle por su nombre de pila, Lorenza, y cuando se enfurece con ella le dice madre–. Dale, Lolé, cuéntamelo otra vez. Empecemos por lo del parque.
–Tú tenías dos años y medio. Era una tarde de jueves y tu padre, tú y yo estábamos en Bogotá, en el Parque de la Independencia.
–Y él tenía un suéter de lana grueso.
–Puede ser.
–En las fotos he visto que él usaba suéteres de lana gruesos.
–Suéteres no, pulóveres.
–¿Qué son pulóveres?
–Suéteres. Pero él decía así, pulóver. Los colombianos decimos suéter y los argentinos dicen pulóver. Ridículo, siendo en inglés ambas cosas.
–Lo que quiero saber es si también esa tarde, en el parque, él tenía puesto un pulóver de lana grueso.
–Quién sabe. Lo que sí recuerdo es que andaba de pelo largo. En Argentina tenía que llevarlo bien corto, la dictadura no toleraba mechudos. Pero al llegar a Colombia se lo dejó crecer. Si quieres saber cómo era tu padre, Mateo, mírate al espejo y ponte una docena de años más. Así era Ramón en ese entonces.
–No es cierto, yo no tengo los hombros anchos. Mi tío Patrick me contó que Ramón los tenía anchos.
–Dentro de poco los vas a tener así.
–Volvamos a esa tarde, en el parque.
–Vamos paseando Ramón y yo, y te llevamos de la mano. El cielo es de un color azul hortensia, como son los cielos de Bogotá cuando...
–No quiero saber cómo son los cielos de Bogotá –dice Mateo–. Quiero entender lo que pasó.
A veces Lorenza le dice a su hijo que lo más horrendo del episodio oscuro es que sucedió justamente cuando el horror estaba por terminar. Atrás iba quedando la dictadura argentina y Ramón y ella habían sobrevivido a la clandestinidad. Después de cinco años de militar juntos en la resistencia, se habían apartado del partido y habían abandonado el país, desconcertados como monjes que salieran del claustro y asomaran las narices al mundo de afuera. Para Lorenza, que era colombiana, el cambio no había sido tan difícil; al fin de cuentas, el regreso a Bogotá le había permitido volver a estar entre su gente, en un mundo conocido al que se reintegró sin mucho drama. En cambio Ramón, siendo argentino, quedó flotando en el aire. Le dio por detestar todo lo que lo rodeaba, encontró a la familia de ella aborreciblemente burguesa y empezó a verla a ella misma como a un ser desconocido que poco tenía que ver con la mujer de la que se había enamorado en Buenos Aires. Una vez rota la complicidad que los había unido durante la clandestinidad, se habían convertido en dos extraños.
–En Bogotá tu padre se me volvió invisible –le confiesa Lorenza a su hijo.
–Cómo invisible. Nadie se vuelve invisible.
–Tal vez yo andaba demasiado ocupada contigo, con el trabajo, con la familia, a lo mejor conmigo misma. Además, suele suceder entre gente muy unida en tiempos de peligro. Pasa el peligro y descubren que sólo eso los unía. La cosa es que ya no hallaba lugar para tu padre. Haz de cuenta un abrigo muy pesado en pleno verano.
–Un pulóver de lana en pleno verano.
–No sabes qué hacer con eso, no pertenece a ese momento ni a ese lugar. Además Ramón tampoco ayudaba, porque empezó a comportarse de una manera, digamos, rara. No lograba entender de qué se trataba la vida fuera del partido. Pero era todavía más gra-ve, creo que no lograba entender cómo se vive sin la dictadura, sin tener enfrente a un enemigo al que debes destruir para que no te destruya. Todo eso hizo que la convivencia se convirtiera en un malestar permanente, y nos separamos.
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