domingo, 31 de enero de 2010

PRENSA CULTURA. "Babelia". 30 enero 2010. "Narradores sin límites"

Almudena Grandes, Javier Grandes y Agustín Fernández Mallo. Fotografía de Luis Magán, en "El País"

En el suplemento cultural de "El País" (Babelia, 30 enero 2010), esta entrevista-debate:

Narradores sin límites
La ruptura de fronteras con América Latina, la mezcla de géneros y la búsqueda de cosas distintas caracterizan la narrativa española del siglo XXI. Javier Cercas, Agustín Fernández Mallo y Almudena Grandes trazan el mapa literario en un debate convocado por Babelia sobre los derroteros de la literatura.


WINSTON MANRIQUE SABOGAL y JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS 30/01/2010

Mezcla, legado, lengua, España, Latinoamérica, pop, Internet, unidad, exploración. Nueve son las palabras con las que se empezaría a escribir el destino de la narrativa de España en el siglo XXI. O mejor hablar desde ya de la narrativa en español como de una lengua común que involucra a 19 países más en América Latina para borrar las fronteras geopolíticas en literatura. Es el gran territorio de La Mancha, como lo llama Carlos Fuentes, con 400 millones de hispanohablantes, que comparten un mismo idioma y herencia literaria que cada día aumenta su presencia e interés internacional.
Escritores de una lengua y no de un país. Así lo reivindican tres autores españoles que representan una diversidad de estilos y una búsqueda de temas y formas literarias que se proyectan hacia el futuro: Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962), Almudena Grandes (Madrid, 1960) y Agustín Fernández Mallo (A Coruña, 1967). Los tres invitados por Babelia a un debate sobre La narrativa española contemporánea y sus derroteros.
Entrados de lleno en el siglo XXI, sus reflexiones y análisis trazan un mapa de esa literatura empezando por una mirada retrospectiva sobre las últimas cinco décadas que sirve para explicar parte del presente y señalar algunas de las claves sobre el porvenir. Una narrativa que vivió procesos tardíos, no siempre bien asimilados, saldó cuentas literarias en los años ochenta con el realismo, al tiempo que servía de espejo a una sociedad española que cambiaba deprisa tras 40 años de dictadura, y conquista lectores, hasta que llega la normalización y la conexión con las corrientes universales. Y, ahora, busca proyectarse como la creación de un idioma diverso y mestizo, como su propio legado literario, que afianza su presencia no sólo por su calidad sino porque también se trata de la segunda lengua global. Autores sin límites geográficos ni literarios, donde reina la mezcla de géneros y la exploración.
PREGUNTA. ¿Cuáles podrían ser las características de la literatura española en las últimas décadas que permitieran entender parte del presente y de su futuro?
JAVIER CERCAS. Pueden ser como tres momentos, o dos y medio. El primero podría ser el que se llamó la novela experimental, que empezaría un poco con Martín Santos y Tiempo de silencio, y que ocupa los sesenta y setenta, y que para mí tendría a Juan Benet e incluso a Juan Goytisolo como personajes emblemáticos. Ése es el momento de asimilación de las grandes novedades formales del siglo XX, del modernismo, las vanguardias, etcétera. Al fin y al cabo, Tiempo de silencio es nuestro Ulises español. Aunque se trate de una asimilación no siempre conseguida. Hay una frase de Félix de Azúa que me gusta mucho al resumir todo esto, porque él lo vivió como joven...
ALMUDENA GRANDES. ¡Y como rupturista!
J. C. Claro, y es que Azúa dice: "Todas las novelas son experimentales, incluso las malas". En aquella época llamábamos experimentales a unas novelas que no se entendían y, en consecuencia, nadie se molestaba en leer. El segundo momento del que hablamos es algo que sucede como reacción al experimentalismo, y se produce en los años ochenta; Eduardo Mendoza vendría a representar ese nuevo momento de: "Vamos a hacer novelas que se entiendan y que, además, se puedan leer". Es una especie de retour à l'ordre, es decir, una vuelta al orden, volver un poco a la novela tradicional, al contar y, además, conectar con la gente, y saber que no pasa nada por eso, que no es un pecado. Aunque esto en los peores casos enmascara un retorno a una narración adocenada y tradicional en el peor sentido, pero no en los mejores casos, como es el de Mendoza. Se trata de una mirada que conecta con lo que estaba pasando ahí fuera también. Es entonces cuando llega nuestra experiencia personal, ahí es cuando empezamos Almudena y yo, aunque tú, Agustín, lo haces más tarde.
A. G. Yo todavía pillé la nueva narrativa española, era la pequeña porque empecé en 1989 con Las edades de Lulú.
J. C. Y en seguida se te conoció. Yo empecé en 1985 pero era la misma época. Nosotros comenzamos escribiendo en ese clima. Había que contar bien una historia, cada uno a su manera, pero yo desde el principio metía cosas ensayísticas. Empezamos ahí, y creo que ahora llega otro momento, y el gesto de Agustín y de algunos jóvenes va por ahí. Hay una cierta insatisfacción que nos lleva a pensar: la novela cuenta historias y hay que contarlas muy bien, pero ¿no se pueden hacer otras cosas? Eso lo primero, y lo segundo es que el problema no es contar una historia sino cómo se cuenta, con qué instrumentos.
AGUSTÍN FERNÁNDEZ MALLO. Pero eso siempre ha sido así, la clave es ésa.
J. C. Pero en mi caso hay un momento de insatisfacción de la visión tradicional, y hay como una necesidad de incorporar cosas distintas, de mezclar géneros, más un recurso de instrumentos, la autoficción, eso por sintetizar. Surge un buscar modelos alternativos al modelo tradicional. Cuando Mendoza dice, y me pareció genial, como siempre que se habla del rollo de la muerte de la novela: "Lo que se ha acabado es la novela de sofá". Apuntaba un poco a eso, a la necesidad que algunos sentíamos de buscar otras cosas. Por eso creo que el gesto de Agustín y otros autores jóvenes va por ahí.
A. G. Pero ese último momento no creo que sea tan nuevo. Y voy a hablar con una perspectiva personal, y mía como lectora. Yo entré en la universidad en 1979 y entonces no me di cuenta de que leía de una manera extraña y muy poco natural. España era un país anormal, lo sigue siendo en gran medida, pero en aquella época lo era más. Entonces lo normal, entre comillas, lo corriente, lo lógico, es que cuando eres adolescente empieces a leer la literatura de tu propio país, pero yo soy un exponente de una generación de escritores que se ha formado, y tú también Javier, leyendo a los autores latinoamericanos y las traducciones. En los setenta yo no leía nada español porque me parecía casposo, miserable y, curiosamente, sospechoso de connivencia con el régimen; algo completamente absurdo que demuestra lo idiotas que éramos, porque uno de los focos de resistencia sistemática contra el régimen era la literatura salvo con dos milagrosas excepciones, Juan Goytisolo y Luis Martín Santos, que tenían todas las bendiciones y se podían leer. ¿Por qué? No lo sé.
PREGUNTA. El curso de la literatura española de entonces hay que verlo en paralelo con la latinoamericana.
A. G. Nosotros leíamos a latinoamericanos mucho antes que a autores españoles del medio siglo, que me han interesado un montón y que he leído con 25 años, que ya no es una edad para asomarte a la literatura de tu país. Nuestra literatura de los años sesenta y setenta es un tanto provinciana, una literatura experimental, muy de imitar los gestos sin haber entendido muy bien de qué va, que no satisfacía a los lectores pero que impedía que éstos se asomaran a otra literatura; por ejemplo, a la del medio siglo, que luego ha servido para cimentar la tradición de escritores como yo. En los ochenta llega otra generación, ¿probablemente eso tiene que ver con el cambio de sensibilidad que afronta la población española de entonces? Sí. ¿Tiene que ver con un cambio de visión del propio país, con un cierto grado de complacencia?, ¿o por lo menos de conformidad con el país donde viven que no se ha tenido 15 años antes? Probablemente sí tiene que ver con todo eso. El caso es que es verdad que a finales de los ochenta la situación de la literatura española cambia completamente porque deja de ser una literatura intocable para ser la parte grande del pastel; incluso cambia el mundo editorial español. Hasta la segunda mitad de los ochenta nadie quería un autor español. Hay que recordar que los grandes éxitos eran Marguerite Duras, Yourcenar, Kundera, todos extranjeros. Claro que hay una vuelta al narrativismo, pero lo que explica mejor esto es la especie de coincidencia de los escritores y los lectores en el mismo espacio. También es verdad que esta vuelta a los géneros clásicos ha producido un cierto hastío y eso es inevitable. Pero la experimentación se ha desplazado de la forma al argumento.
J. C. La palabra novedad yo no la usaría jamás. Es una palabra maldita. Lo que no es tradición es plagio, como se dice en la Academia. Claro que buscamos decir cosas nuevas, pero sólo se pueden decir cosas nuevas asimilando la tradición y construyendo con ella algo que exprese lo que nos está pasando, etcétera. Toda novedad no es más que olvido, como dijo Bacon, lo que hacemos es recurrir a la tradición. La mezcla de la que estoy hablando, creer que estamos inventando el chocolate caliente es una estupidez monumental. Si alguna cosa es el Quijote, el mejor libro que se ha escrito jamás, es eso, una mezcla de cosas. Lo que hacemos, y así funciona la literatura, es ir buscando en la tradición cosas que nos sirvan para el presente.
A. F. M. Quizá el Quijote sea la novela donde se aúna perfectamente la experimentación con la narratividad. Es una novela absolutamente experimental en el sentido de una mezcla de géneros. Yo creo que no se ha hecho el nuevo modelo de Quijote como mezcla perfecta. Todos lo intentamos de alguna manera.
A. G. Es nuestra obligación. En cada país hay una obligación distinta.
A. F. M. Estoy básicamente de acuerdo en todo, en que existe la ley del péndulo, se pasa de una tendencia más experimental a una más realista. Pero considero que esa narrativa realista era un poco provinciana, como piensa Almudena del experimentalismo. Mendoza sería una excepción. Es que España es un poco provinciana siempre.
A. G. No lo creo.
A. F. M. Desde que no hubo mucha Ilustración en España arrastramos una serie de cosas.
J. C. ¡No hubo Ilustración, no hubo revolución!
A. F. M. Una cosa que me interesaba con el surgimiento de la novela más narrativa en los ochenta, llamada nueva narrativa, es que se trata de la primera generación, y esto es una intuición, que ha asumido perfectamente el boom latinoamericano. Es decir, que por primera vez el boom está ya presente en la literatura española. Y hay algo importante: cómo ese momento creativo influyó en la literatura. Si a mí me preguntan por los 10 escritores que más me han influido, cinco van a ser latinoamericanos. También la explosión que hubo en España a principios de los años ochenta, con la llegada de la democracia, esa explosión en las artes, en la música, no creo que tuviera un correlato en la novela. Creo que la explosión narrativa a la manera más contemporánea de aquella época no se dio tanto en la narrativa y sí en la música o en las artes plásticas, que miraban a Londres o a Alemania, y aquella explosión más anglosajona es clave para explicar la posmodernidad en España. Que en la literatura estaba pero no de una manera clara, y hoy sí se está dando. Los narradores que hemos empezado a escribir hace poco, ocho o nueve años, miramos de una manera bastante clara el mundo anglosajón y esta explosión más de la posmodernidad tardía, vamos a llamarlo así. Escribimos más desde la información que desde la erudición. Esto también ocurre en las artes plásticas y en la música, recabando más de la sociedad de consumo y reciclándolo que del modelo más típico o tradicional, es decir, del erudito que es el modelo romántico, del creador que está en su casa creando. Por eso esto de mezclar técnicas es interesante. Ahora lo hacemos con la máscara de hoy, con cómics, alusiones a un ensayo dentro de la novela, es el apropiacionismo. Algo muy patente. Se ve en Internet y se refleja en la narrativa que retrata el momento.
J. C. El hecho de que hoy seamos más porosos a lo que ocurre en el extranjero, y lo podamos leer pronto, y la gente sepa más idiomas, no significa que la literatura española haya sido más provinciana o menos cosmopolita. Desde siempre las grandes revoluciones en España se han producido por apropiación de otras tradiciones. Escribir para un escritor es como ir en un carro, tener en una rienda la tradición universal y en la otra la lengua de tu país. Con esas dos riendas, si tú sueltas una se va el carro, siempre ha sido así. La sociedad no es más cosmopolita, está más globalizada. En lo que sí estoy de acuerdo, y es muy importante, es en la asimilación de la literatura latinoamericana, que empieza enseguida en España, pero es verdad que nosotros ya la recibimos...
A. G. Elaborado y masticado e incorporado.
J. C. Nuestra tradición no es la española sino la tradición del español. Es el instrumento con el que trabajamos. Y aparte de los grandes nombres de autores latinoamericanos somos provincianos, y ahora sí utilizaría esa palabra, no en un sentido universal sino respecto al español, porque el español de España es una parte pequeñita en el fondo. No tenemos una tradición como la francesa o la inglesa literaria, pero tenemos una lengua enorme.
A. G. Yo creo que los que tenemos un problema con la tradición somos los novelistas, los poetas españoles no.
J. C. Todo el mundo. Se están haciendo cosas muy interesantes en muchos países de Latinoamérica. Cuando comparamos América con España cometemos un error porque estamos comparando un continente con un país. España es una cosa muy pequeñita y creo que seguimos pensando que estamos demasiado encerrados desde el punto de vista lingüístico. Quizá por el hecho de que la industria española es muy potente, y creer que porque vendemos más somos más en algo es una tontería. No acabamos de ser conscientes de eso.
A. G. Quiero decir varias cosas: es mentira que en los años sesenta no hubiera gente que mirara a Londres o a Nueva York. Lo que sucede es que no han sobrevivido literariamente. Hubo luego una corriente en la narrativa española que se basaba en el cosmopolitismo que miraba hacia fuera y más allá porque el exotismo fue una constante que luego ha desaparecido. Otra cosa es el tema anglosajón, porque hay autores que se consideran de tradición anglosajona como Javier Marías, o alemana como Alejandro Gándara. En aquel momento tuvo más éxito una literatura que tenía que ver con un retrato generacional y un enfoque testimonial que explicara a los españoles de entonces cómo era el mundo que estaban viviendo. No creo que fuera asunto de provincianismo o de ombliguismo, de que estuviéramos sin aliento para mirar hacia fuera. Ahora es distinto.
P. Se han saldado cuentas literarias.
A. G. Claro. Por otro lado, estoy de acuerdo con Javier sobre la tradición pero es que no creo que no haya ningún escritor español que no se sienta escritor en español, eso cae por su propio peso. Soy española como ciudadana, pero como escritora del español, no de España.
P. Pero existe esa división de escritores españoles y latinoamericanos. La lengua no termina de asimilarse y asumirse como un solo vehículo de creación en muchas partes, y eso incluye a los lectores.
A. G. Es por lo que dice Javier. Existen autores españoles e iberoamericanos porque existe una industria editora muy fuerte en España y no existe una industria editorial muy fuerte en Latinoamérica. Aunque ahora hay bastante más unión de la que ha habido nunca. Pero se debe a que ellos tienen que venir aquí a publicar. Eso nos da oportunidad de conocerlos, hablar con ellos y leerlos. Pero todavía hay esa diferencia porque nosotros no publicamos en editoriales latinoamericanas.
P. Y España se ha consolidado como el bafle de los autores de los 19 países latinoamericanos. Volviendo a la ley del péndulo, ésta también aparece en que autores experimentales se reciclaron en otros géneros.
A. F. M. Andy Warhol, aunque parezca un chiste, es uno de los grandes pensadores del siglo XX, ha dejado una frase, algo así como: "Es tonto que alguien pueda sentirse traicionado porque hoy sea un artista pop y mañana un artista abstracto, uno podría ir cambiando sin sentirse traicionado, porque ¿por qué le guardas fidelidad a una abstracción?". Sobre el tema de América Latina estoy de acuerdo sobre el cosmopolitismo con vosotros, pero creo que tampoco se puede negar que hay lo que llamaría un "nomadismo estético" en todo. Es decir, desde cómo se viste a cómo se gestionan los productos que compras, lo que ves en la red, lo que lees, es un nomadismo estético que está en todas las artes que ya es un arte como sin raíz. En fin, cada creador va buscando el mundo global y referencias en cualquier parte, y las tiene inmediatamente en literatura. Esto se está empezando a dar en España. No porque ahora se sea más listo, sino porque responde al pulso del momento. Esto trae como correlato algo bastante interesante: los límites entre la alta cultura y la baja cultura a la hora de introducir la novela se han difuminado más. La novela ya sabemos que es un género en el que todo cabe, pero ya puedes estar narrando una novela, al mismo tiempo que citas a Cioran, una serie de televisión; y eso es algo que ya se hace con naturalidad.
J. C. Tienes razón. Pero se ha hecho siempre desde otra perspectiva. Esa traducción es la evolución del pop, y esa evolución es de los años sesenta. Ahí está Gonzalo Suárez que pone a Joyce con Di Estéfano en la misma frase.
A. F. M. Vale, pero como excepción.
J. C. Ahora ya está en todas partes. No es que queramos no ser pop, es que todos somos inevitablemente pop. No puedes no ser pop. Eso está ahí, vivimos ahí.
A. F. M. Luego viene el afterpop, es decir, la especialización absoluta dentro del pop de tal manera que para entender y entrar en cierto pop hay que ser un erudito de ese pop. Los seguidores de la serie Lost, Perdidos, podrían hacer una tesis doctoral.
A. G. O los libros de Crepúsculo, que son fenómenos que los niños siguen desde pequeños.
P. Internet quizá favorece todo eso.
A. G. Es verdad que Internet es fundamental como fuente de información, para conocer datos, nos ha cambiado la vida, es maravilloso. Sin embargo, cuando yo me asomo a algunos experimentos de novela hechos en la red veo que la calidad literaria es ínfima. La grandeza y miseria del novelista son la soledad y hay que aprender a gestionarla antes que nada. Por otro lado, no hay premio literario donde el protagonista o algún personaje utilicen Internet.
P. La cuestión es si Internet es una mera herramienta o algo estructural. También las vanguardias llenaron los libros de bombillas y telégrafos, la novedad de entonces. La pregunta es si Internet es nuestro telégrafo, sólo un tema, o va a cambiar la manera de escribir. Claro, el asunto es el fin (la calidad), no el medio.
A. G. Yo insisto: esto fracasará si no se logra calidad literaria.
P. Puede que todavía sea algo nuevo. Cuando la sociedad lo asimile los creadores irán asimilándolo también.
J. C. Estas cosas no cambian nada. Tener un blog...
A. G. M. Es como tener un diario pero publicarlo por Internet... Ese carácter inmediato te condiciona la propia forma de escribir.
J. C. También a los escritores del siglo XIX les cambiaba la forma de escribir el hecho de publicar semanalmente en los periódicos. Los personajes de los folletines se hacían más o menos importantes dependiendo de que Dickens se encontrara o no con alguien por la calle. El experimento funciona o no según el resultado.
A. F. M. Si le pasaras cualquiera de las novelas que escribimos nosotros a un escritor de hace cien años te diría: "Esto no tiene calidad". El concepto de calidad también va cambiando.
A. G. No estoy tan segura. No cambia de una forma tan radical. Hay una línea continua de calidad.
J. C. Aunque en el momento de escribir no se es consciente de la calidad. Y eso siempre ha sido así. Le pasa ya a Cervantes con el Quijote. Hacemos apuestas, pero no sabemos lo que va a perdurar y lo que no. Pensemos no en Cervantes, que era un escritor de tercera en su momento, sino en el Doctor Johnson, que dijo de Tristram Shandy: "No durará". Y eso que era el lector más importante del siglo XVIII y tal vez el mejor crítico que ha existido nunca.
P. Antes decían que en los años ochenta había un lector que pedía una literatura que contara su mundo más próximo. Y ahora ¿qué piden los lectores?
A. F. M. Mi experiencia es que piden un nomadismo estético, encontrar en un libro no el reflejo de la sociedad, porque para eso ya está la sociedad, sino que se hable con códigos que están en su vida cotidiana. Piden en definitiva que el escritor no se crea escritor, que les cuente las cosas como si fuera una persona más.
J. C. Yo no tengo ni idea de lo que quieren los lectores. Yo lo que me planteo es cómo escribir la próxima frase y el próximo libro. Lo demás ya es cosa de la gente de marketing, que siempre se equivoca.
A. F. M. Pero la pregunta no era qué te planteas tú cuando escribes sino qué quieren los lectores.
J. C. ¿Pero quién lo sabe?
A. F. M. Yo creo que piden ese nomadismo estético.
J. C. ¿Y cómo lo sabes?
A. F. M. Porque cuando han salido mis novelas, que yo creía que eran una marcianada que nadie iba a leer ni a editar siquiera, me encontré con gente a la que le interesaban.
J. C. Sí, pero a los lectores de Almudena les interesa otra cosa.
A. G. Es que vivimos en una sociedad tan afortunadamente ecléctica y compleja que los lectores piden muchas cosas a la vez. Oyes lo que dice Agustín y mira lo que ha pasado con Larsson este verano. Y hay mercado para novela juvenil de vampiros y para el ensayo. ¿De qué lector hablamos? Los lectores piden muchas cosas. La sociedad es múltiple. Siempre ha sido así, pero ahora mucho más.
A. F. M. Tú bebes una sola clase de cerveza, pero si entras en un bar te gusta que haya cincuenta marcas. Da alegría. Pues lo mismo pasa con los libros. No me gusta el discurso de que se editan demasiadas novelas. ¿Cómo es posible editar demasiadas novelas? Es como el personaje de la película Annie Hall que dice que ha dormido demasiado. ¿Qué sentido tiene esa frase? ¿Hay demasiadas marcas de coches? Es un signo de buena salud.
P. La presencia de la narrativa española fuera de España, ¿cómo la perciben?
J. C. Eso tal vez ha cambiado. Igual que nosotros somos más porosos a lo que ocurre en el extranjero, el extranjero también es más poroso a lo que está ocurriendo aquí. No obstante, cada uno debería hablar de su experiencia porque es un tema propenso a las fantasmadas. No sólo en aquellos países más propensos a lo español (Francia o Italia) sino también en países cerrados a cal y canto como los anglosajones. La primera vez que fui a Hay-on-Wye, hace siete años, me miraban como a un indio sioux. Habrían visto a algún latinoamericano, ¿pero a un español? Volví hace tres años y había cambiado. Ya publicamos en editoriales no necesariamente universitarias o anecdóticas.
A. G. Yo empecé con una novela, Las edades de Lulú, que tuvo una cota de traducción desaforada, porque yo creo que media Europa pensaba que las españolas llevábamos burka. Después me he mantenido con media docena de editores extranjeros, pero con El corazón helado he vuelto a tener traducciones que hacía tiempo que no tenía, al danés, al noruego. Y eso que es una novela muy local. ¿Qué ha pasado?
A. F. M. Yo estuve en la feria de Goteborg para hablar de la literatura española joven y el acto estaba lleno.
A. G. Eso ya es mundial. Tenemos la suerte de escribir en español. La literatura española tiene un grado de existencia en el mundo que en los años sesenta y setenta, que es por donde hemos empezado a hablar, no tenía.


Javier Cercas: su último libro es Anatomía de un instante (Mondadori). Agustín Fernández Mallo ha editado recientemente Nocilla Lab (Alfaguara). Almudena Grandes ha publicado El corazón helado (Tusquets).

PRENSA (2). 31 enero 2010

En suplementos de "El País":

1. "Europa está sonámbula". Entrevista a Edgar Morin, sociólogo y escritor francés. Por Juan Cruz.

2. La crisis de la mediana edad. En el momento crucial, muchos hombres cambian de esposa o de coche; algunos incluso cambian de sexo. En este artículo, que continúa la serie iniciada con 'Noche', Tony Judt cuenta cuál fue su opción para salvar la crisis vital: emprender una nueva aventura intelectual. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

3. De Le Pen a Obama. Artículo de Bernard-Henri Lévy. Desde su sección fija 'Bloc de notas' el filósofo analiza la actualidad: las frases infamantes de Jean-Marie Le Pen, la obra de Patrick Klugman o la caída de popularidad del presidente de EE UU. Traducción de José Luis Sánchez-Silva.

4. Antes de que todo ocurriera. Artículo de Elvira Lindo sobre la película La cinta blanca y el nacimiento de los nazis.

5. Cáncer infantil. Reportaje de Jordi Rovira. David contra Goliat.
El chico de la foto se llaman Sliman. Tiene ocho años, y juega a ser médico. Es su manera de convivir con la enfermedad. Entramos en un mundo desconocido y poblado por menores de edad. Muchas personas creen que el cáncer es una enfermedad de adultos, pero cada año se diagnostican en España unos 1.500 casos en niños y adolescentes.

6. ¿La belleza nos cambia la vida? Reportaje de psicología. Por Xavier Guix. La realidad nos muestra cada día el triunfo de la estética y la belleza exterior sobre otros valores. La pregunta es si cambiar de apariencia puede realmente cambiarnos la vida.

7. Por amor a Belinda. Artículo-relato de Almudena Grandes.

8. Todavía parte de este mundo. Artículo de Javier Marías.

PRENSA. 31 enero 2010

En "El País":

1. La timba. Columna de Manuel Vicent.

2. La Mezquita vista piedra a piedra. Reportaje de Elsa Fernández-Santos. Tras 30 años de trabajos de restauración, el arquitecto Gabriel Ruiz Cabrero dibuja en toda su inmensidad el monumento cordobés por primera vez en 12 siglos.  

3. Cuando la ablación acecha. Reportaje de Rebeca Barranco. Un juez permite que una familia con antecedentes de mutilación se lleve a una menor a Gambia. Otro magistrado impide que su hermana visite el país.

4. La construcción social de la soledad. Artículo de Manuel Cruz, catedrático de Filosofía en la Universidad de Barcelona y director de la revista Barcelona METROPOLIS.

5. El prejubilado frente al espejo. Artículo de Emma Riverola, creativa publicitaria y novelista, autora de Cartas desde la ausencia.

6. Basado en hechos reales. Artículo de José Luis Pardo, filósofo. En 2005 obtuvo el Premio Nacional de Ensayo por La regla del juego. La literatura de no-ficción está de moda, al tiempo que parece instalarse un cierto descrédito de la ficción. ¿Cómo explicar esa pasión por lo que ha sucedido? ¿Se trata de un fenómeno temporal o será algo duradero?


7. La gente por la que nadie llora. Reportaje de Francisco Peregil (enviado especial). Los internos del principal hospital psiquiátrico de Puerto Príncipe viven en condiciones infrahumanas.

PRENSA CULTURAL. "Babelia", 30 enero 2010: "Tres siglos de derechos", por José María Ridao

            Lynn Hunt, autora del libro
En el suplemento cultural de "El País", Babelia, la crítica del libro La invención de los derechos humanos, de Lynn Hunt:

Tres siglos de derechos

Lynn Hunt analiza el contexto en el que se inventaron los derechos humanos en el siglo XVIII, en una clara respuesta a estímulos ideológicos, sociales y artísticos

JOSÉ MARÍA RIDAO 30/01/2010

Lynn Hunt ha logrado resumir en las pocas palabras de un título, La invención de los derechos humanos, su postura en la discusión larga de siglos sobre si existen los valores universales y cómo llegan a conocerse. Si los derechos humanos como expresión de esos valores se encontrasen ocultos en algún recóndito lugar y hubieran sido repentinamente hallados no podría hablarse de "invención" como hace Hunt, sino de "descubrimiento". De la misma manera que habría que hablar de "revelación" si conformaran un código dado a conocer por un ser trascendente, por una divinidad. Al tratarlos como el resultado de una invención, Hunt coloca a los seres humanos ante una soledad radical, en la que cualquier guía ética y moral para la acción no puede legítimamente invocar ningún mandato ajeno a su estricta voluntad y, por tanto, a su responsabilidad, a su compromiso.
El propósito del ensayo de Hunt es dar cuenta del contexto en el que, durante el siglo XVIII, tuvo lugar esta invención, respondiendo a estímulos ideológicos, sociales, políticos e, incluso, artísticos. Para ello lleva a cabo un sugerente cambio de perspectiva en la discusión sobre los derechos humanos, que normalmente se ha desarrollado en el terreno jurídico y filosófico, y que Hunt, por su parte, traslada al ámbito de una historiografía multidisciplinar y de amplio espectro. Las fechas de las primeras declaraciones son conocidas, lo mismo que el carácter de las asambleas políticas que las adoptaron. También el hecho de que, evitando dotar a los derechos de cualquier fundamento exterior al ser humano, fueron calificados como "evidentes", una forma de conectarlos con la razón y con la nueva concepción de la persona que se estaba abriendo paso. Pero las preguntas a las que se ajusta el ensayo de Hunt son por qué las asambleas políticas se sintieron requeridas a declarar lo que ellas mismas consideraban evidente y por qué dotaron a esas declaraciones del concreto contenido con el que han llegado hasta nuestros días.
Hunt arranca, así, con un original análisis de la influencia ejercida por la novela epistolar en la invención de los derechos humanos. Obras como Pamela y Clarissa, de Samuel Richardson, o Julia, de Rousseau, inauguraron un género de éxito que alcanzó su máximo desarrollo en las fechas inmediatamente anteriores a las Declaraciones norteamericana y francesa. La sugerencia de Hunt es que el intercambio de cartas, como recurso narrativo, ofrecía un camino de acceso a la intimidad ajena y, de este modo, favorecía uno de los sentimientos sin los cuales resulta difícil concebir una idea como la de los derechos humanos: la empatía. No se trata de un sentimiento que sólo apareciera en el siglo XVIII, aclara Hunt; lo que sucede es que la generalización de la novela epistolar lo estimula hasta límites desconocidos anteriormente, borrando las fronteras entre las clases sociales, los sexos y, en definitiva, entre unos hombres y unas mujeres cada vez con mayor conciencia de su individualidad.
En su recreación del contexto en el que se produce la invención de los derechos humanos, Hunt apunta, a continuación, hacia otro factor cuando menos tan original como la influencia de la novela epistolar: la ampliación de lo que denomina el "umbral de la vergüenza". Es a lo largo del siglo XVIII cuando, siempre según Hunt, se van adoptando las normas que conformarán los códigos de higiene y de urbanidad que han seguido evolucionando hasta hoy. Si poco a poco se reprimen en público ciertos actos fisiológicos que hasta entonces no escandalizaban ni producían repugnancia es porque el pudor ha empezado a delimitar un espacio de intimidad que, de nuevo, remite a una conciencia de la individualidad. En realidad, esa creciente conciencia será uno de los estímulos decisivos para la invención de los derechos humanos, puesto que, trasladada a otros ámbitos, como el del proceso judicial, obligará a poner en tela de juicio la tortura y los castigos deshonrosos y degradantes. Entre los adversarios más firmes de estas prácticas se encontrará el italiano Cesare Beccaria, cuya obra De los delitos y las penas, traducida a las principales lenguas europeas, fijará los principios para un derecho penal entendido de manera diferente a la venganza o a la expiación, extensibles a la familia del reo. Hunt recuerda que la Iglesia incluyó en el Índice el libro de Beccaria.
El hecho mismo de declarar lo evidente, según hicieron los revolucionarios norteamericanos y franceses, no resultó políticamente inocuo, sino que acarreó trascendentales consecuencias en ambos países y en el resto del mundo, que Hunt analiza en los últimos capítulos de su ensayo. Convertir en norma positiva los derechos humanos supuso, en primer lugar, que los revolucionarios se apropiaron de la soberanía y la legitimidad que les autorizaba a hacerlo. Pero, por otra parte, desencadenó un proceso al que, además de Hunt, se han referido Hannah Arendt o François Furet: la igualdad que los revolucionarios consagraron como principio universal ha inspirado las luchas de los individuos que fueron inicialmente excluidos de ella, en un largo recorrido que ha llevado desde la abolición de la esclavitud al reconocimiento de los derechos de las mujeres. Los derechos humanos fueron, según Hunt, una invención; pero una invención que sigue surtiendo efectos tres siglos después.

La invención de los derechos humanos
Lynn Hunt
Traducción de Jordi Beltrán
Tusquets. Barcelona, 2009
296 páginas. 20 euros

sábado, 30 de enero de 2010

LA NUEVA SELECTIVIDAD

Características de la nueva selectividad, en una presentación elaborada por Juan Manuel Valle, orientador del IPEP (Instituto Provincial de Educación Permanente).

PRENSA. 30 enero 2010

En "El País":

1. "Si eres visionario, los avances técnicos llegan antes". Entrevista a Andrea Goldsmith, catedrática de Ingeniería Electrónica en la Universidad de Stanford (EE UU). Por J.A. Aunión.

2. Un dramaturgo que trata de explicar el mundo. Reportaje de Patricia Tubella. El teatro documental de David Hare, plato fuerte en Escena Contemporánea.

3. Libros en tecnicolor. Reportaje de Javier Rodríguez Marcos. Las difíciles relaciones entre cine y literatura protagonizan el arranque del Hay. Ian McEwan o Vargas Llosa, entre las estrellas del festival colombiano.

4. Para bajar la factura de la salud, gaste en prevenir. Reportaje de María R. Sahuquillo. Promover el bienestar para evitar enfermedades futuras, la nueva fórmula de ahorro en un sistema saturado. El beneficio es claro, pero a largo plazo, lo que choca con los apuros presupuestarios.

5. Un nuevo sabor del amor. Columna de Vicente Verdú.

6. La guerra digital. Artículo de Timothy Garton Ash, catedrático de Estudios Europeos; ocupa la cátedra Isaiah Berlin en St. Antony's College, Oxford, y es profesor titular de la Hoover Institution, Stanford. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

7. Cómprame un código. Columna de Luis García Montero.

viernes, 29 de enero de 2010

LITERATURA. LECTURA. J.D. Salinger, en el recuerdo

                   J. D. Salinger
Acaba de fallecer el escritor estadounidense J.D. Salinger. Su obra más conocida fue El guardián entre el centeno. Éstas son sus primeras páginas:

Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso. Primero porque es una lata, y, segundo, porque a mis padres les daría un ataque si yo me pusiera aquí a hablarles de su vida privada. Para esas cosas son muy especiales, sobre todo mi padre. Son buena gente, no digo que no, pero a quisquillosos no hay quien les gane. Además, no crean que voy a contarles mi autobiografía con pelos y señales. Sólo voy a hablarles de una cosa de locos que me pasó durante las Navidades pasadas, antes de que me quedara tan débil que tuvieran que mandarme aquí a reponerme un poco. A D.B. tampoco le he contado más, y eso que es mi hermano. Vive en Hollywood. Como no está muy lejos de este antro, suele venir a verme casi todos los fines de semana. Él será quien me lleve a casa cuando salga de aquí, quizá el mes próximo. Acaba de comprarse un "Jaguar", uno de esos cacharros ingleses que se ponen en las doscientas millas por hora como si nada. Cerca de cuatro mil dólares le ha costado. Ahora está forrado el tío. Antes no. Cuando vivía en casa era sólo un escritor corriente y normal. Por si no saben quién es, les diré que ha escrito El pececillo secreto, que es un libro de cuentos fenomenal. El mejor de todos es el que se llama igual que el libro. Trata de un niño que tiene un pez y no se lo deja ver a nadie porque se lo ha comprado con su dinero. Es una historia estupenda. Ahora D.B. está en Hollywood prostituyéndose. Si hay algo que odio en el mundo es el cine. Ni me lo nombren.
Empezaré por el día en que salí de Pencey, que es un colegio que hay en Agerstown, Pennsylvania. Habrán oído hablar de él. En todo caso, seguro que han visto la propaganda. Se anuncia en miles de revistas siempre con un tío de muy buena facha montado en un caballo y saltando una valla. Como si en Pencey no se hiciera otra cosa que jugar todo el santo día al polo. Por mi parte, en todo el tiempo que estuve allí no vi un caballo ni por casualidad. Debajo de la foto del tío montando siempre dice lo mismo: "Desde 1888 moldeamos muchachos transformándolos en hombres espléndidos y de mente clara". Tontadas. En Pencey se moldea tan poco como en cualquier otro colegio. Y allí no había un solo tío ni espléndido, ni de mente clara. Bueno, sí. Quizá dos. Eso como mucho. Y probablemente ya eran así de nacimiento.
Pero como les iba diciendo, era el sábado del partido de fútbol contra Saxon Hall. A ese partido se le tenía en Pencey por una cosa muy seria. Era el último del año y había que suicidarse o poco menos si no ganaba el equipo del colegio. Me acuerdo que hacia las tres de aquella tarde estaba yo en lo más alto de Thomsen Hill junto a un cañón absurdo de esos de la Guerra de la Independencia y todo ese follón. No se veían muy bien los graderíos, pero sí se oían los gritos, fuertes y sonoros los del lado de Pencey, porque estaban allí prácticamente todos los alumnos menos yo, y débiles y como apagados los del lado de Saxon Hall, porque el equipo visitante por lo general nunca se traía muchos partidarios.
A los encuentros no solían ir muchas chicas. Sólo los más mayores podían traer invitadas. Por donde se le mirase era un asco de colegio. A mí los que me gustan son esos sitios donde, al menos de vez en cuando, se ven unas cuantas chavalas aunque sólo estén rascándose un brazo, o sonándose la nariz, o riéndose, o haciendo lo que les dé la gana. Selma Thurner, la hija del director, sí iba con bastante frecuencia, pero, vamos, no era exactamente el tipo de chica como para volverle a uno loco de deseo. Aunque simpática sí era. Una vez fui sentado a su lado en el autobús desde Agerstown al colegio y nos pusimos a hablar un rato. Me cayó muy bien. Tenía una nariz muy larga, las uñas todas comidas y como sanguinolentas, y llevaba en el pecho unos postizos de esos que parece que van a pincharle a uno, pero en el fondo daba un poco de pena. Lo que más me gustaba de ella es que nunca te venía con el rollo de lo fenomenal que era su padre. Probablemente sabía que era un gilipollas.
Si yo estaba en lo alto de Thomsen Hill en vez de en el campo de fútbol, era porque acababa de volver de Nueva York con el equipo de esgrima. Yo era el jefe. Menuda cretinada. Habíamos ido a Nueva York aquella mañana para enfrentarnos con los del colegio McBurney. Sólo que el encuentro no se celebró. Me dejé los floretes, el equipo y todos los demás trastos en el metro. No fue del todo culpa mía. Lo que pasó es que tuve que ir mirando el plano todo el tiempo para saber dónde teníamos que bajarnos. Así que volvimos a Pencey a las dos y media en vez de a la hora de la cena. Los tíos del equipo me hicieron el vacío durante todo el viaje de vuelta. La verdad es que dentro de todo tuvo gracia.
La otra razón por la que no había ido al partido era porque quería despedirme de Spencer, mi profesor de historia. Estaba con gripe y pensé que probablemente no se pondría bien hasta ya entradas las vacaciones de Navidad. Me había escrito una nota para que fuera a verlo antes de irme a casa. Sabía que no volvería a Pencey.
Es que no les he dicho que me habían echado. No me dejaban volver después de las vacaciones porque me habían suspendido en cuatro asignaturas y no estudiaba nada. Me advirtieron varias veces para que me aplicara, sobre todo antes de los exámenes parciales cuando mis padres fueron a hablar con el director, pero yo no hice caso. Así que me expulsaron. En Pencey expulsan a los chicos por menos de nada. Tienen un nivel académico muy alto. De verdad.
Pues, como iba diciendo, era diciembre y hacía un frío que pelaba en lo alto de aquella dichosa montañita. Yo sólo llevaba la gabardina y ni guantes ni nada. La semana anterior alguien se había llevado directamente de mi cuarto mi abrigo de pelo de camello con los guantes forrados de piel metidos en los bolsillos y todo. Pencey era una cueva de ladrones. La mayoría de los chicos eran de familias de mucho dinero, pero aun así era una auténtica cueva de ladrones. Cuanto más caro el colegio más te roban, palabra. Total, que ahí estaba yo junto a ese cañón absurdo mirando el campo de fútbol y pasando un frío de mil demonios. Sólo que no me fijaba mucho en el partido. Si seguía clavado al suelo, era por ver si me entraba una sensación de despedida. Lo que quiero decir es que me he ido de un montón de colegios y de sitios sin darme cuenta siquiera de que me marchaba. Y eso me revienta. No importa que la sensación sea triste o hasta desagradable, pero cuando me voy de un sitio me gusta darme cuenta de que me marcho. Si no, luego da más pena todavía.
Tuve suerte. De pronto pensé en una cosa que me ayudó a sentir que me marchaba. Me acordé de un día en octubre o por ahí en que yo, Robert Tichener y Paul Campbell estábamos jugando al fútbol delante del edificio de la administración. Eran unos tíos estupendos, sobre todo Tichener. Faltaban pocos minutos para la cena y había anochecido bastante, pero nosotros seguíamos dale que te pego metiéndole puntapiés a la pelota. Estaba ya tan oscuro que casi no se veía ni el balón, pero ninguno queríamos dejar de hacer lo que estábamos haciendo. Al final no tuvimos más remedio. El profesor de biología, el señor Zambesi, se asomó a la ventana del edificio y nos dijo que volviéramos al dormitorio y nos arregláramos para la cena. Pero, a lo que iba, si consigo recordar una cosa de ese estilo, en seguida me entra la sensación de despedida. Por lo menos la mayoría de las veces. En cuanto la noté me di la vuelta y eché a correr cuesta abajo por la ladera opuesta de la colina en dirección a la casa de Spencer. No vivía dentro del recinto del colegio. Vivía en la Avenida Anthony Wayne.
Corrí hasta la puerta de la verja y allí me detuve a cobrar aliento. La verdad es que en cuanto corro un poco se me corta la respiración. Por una parte, porque fumo como una chimenea, o, mejor dicho, fumaba, porque me obligaron a dejarlo. Y por otra, porque el año pasado crecí seis pulgadas y media. Por eso también estuve a punto de pescar una tuberculosis y tuvieron que mandarme aquí a que me hicieran un montón de análisis y cosas de ésas. A pesar de todo, soy un tío bastante sano, no crean.
Pero, como decía, en cuanto recobré el aliento crucé a todo correr la carretera 204. Estaba completamente helada y no me rompí la crisma de milagro. Ni siquiera sé por qué corría. Supongo que porque me apetecía. De pronto me sentí como si estuviera desapareciendo. Era una de esas tardes extrañas, horriblemente frías y sin sol ni nada, y uno se sentía como si fuera a esfumarse cada vez que cruzaba la carretera.
¡Jo! ¡No me di prisa ni nada a tocar el timbre de la puerta en cuanto llegué a casa de Spencer! Estaba completamente helado. Me dolían las orejas y apenas podía mover los dedos de las manos.
— ¡Vamos, vamos! —dije casi en voz alta—. ¡A ver si abren de una vez!
Al fin apareció la señora Spencer. No tenían criada ni nada y siempre salían ellos mismos a abrir la puerta. No debían andar muy bien de pasta.
—¡Holden! —dijo la señora Spencer—. ¡Qué alegría verte! Entra, hijo, entra. Te habrás quedado heladito.
Me parece que se alegró de verme. Le caía simpático. Al menos eso creo.
Se imaginarán la velocidad a que entré en aquella casa.
—¿Cómo está usted, señora Spencer? —le pregunté—. ¿Cómo está el señor Spencer?
—Dame el abrigo —me dijo. No me había oído preguntar por su marido. Estaba un poco sorda.
Colgó mi abrigo en el armario del recibidor y, mientras, me eché el pelo hacia atrás con la mano. Por lo general, lo llevo cortado al cepillo y no tengo que preocuparme mucho de peinármelo.
—¿Cómo está usted, señora Spencer? —volví a decirle, sólo que esta vez más alto para que me oyera.
—Muy bien, Holden —Cerró la puerta del armario-. Y tú, ¿cómo estás?
Por el tono de la pregunta supe inmediatamente que Spencer le había contado lo de mi expulsión.
—Muy bien —le dije—. Y, ¿cómo está el señor Spencer? ¿Se le ha pasado ya la gripe?
—¡Qué va! Holden, se está portando como un perfecto... yo que sé qué... Está en su habitación, hijo. Pasa.

PRENSA. 29 enero 2010

En "El País":

1. El silencio de Salinger se hace eterno. Por Bárbara Celis. Muere a los 91 años el autor de 'El guardián entre el centeno'. De su gran obra se han vendido más de 60 millones de libros. Vivió recluido desde los años cincuenta. El miedo a hacerse adulto, por José María Guelbenzu. La intimidad como arte, por Justo Navarro. El aire del 'New Yorker', por Antonio Muñoz Molina.  Sin introducción, por Ray Loriga.

2. ¿Qué hacer con los residuos nucleares? Artículo de Hans D. Codée, doctor en Ciencias Químicas y director de COVRA, la agencia holandesa de gestión de residuos radiactivos.

3. Las cosas por su nombre. Artículo de Mariano Bacigalupo,  profesor titular de Derecho Administrativo en la UNED, sobre la diferencia entre Estado federal y Estado confederal.

4. Una cuestión de confianza. Artículo de Carlos Mendo sobre Obama.

5. CINE. Críticas: Invictus, de Clint Eastwood (por Carlos Boyero); "No estaría mal hacer de diablo": entrevista a Morgan Freeman, protagonista de la película, por Quino Petit; Hollywood y Suráfrica, historia de un idilio, por Lali Cambra.
En tierra hostil, de Kathryn Bigelow (por Jordi Costa).
Todo incluido, de Peter Billingsley (por Javier Ocaña).
Chéri, de Stephen Frears (por Javier Ocaña).
La mujer sin piano, de Javier Rebollo (por Jordi Costa).

6. Viggo y el apocalipsis. Entrevista. Por Toni García. Viggo Mortensen transita por una Tierra en cenizas en La carretera, la adaptación de la novela de Cormac McCarthy. Si se acaba el mundo, al actor le pillará con la camiseta de Leo Messi. Lo comprobamos en Venecia.

7. ¡¡Apocalipsis en las librerías!! Reportaje de Jordi Costa.

jueves, 28 de enero de 2010

MUJERES ESCRITORAS ESPAÑOLAS DEL SIGLO XX

CONCURSO DE POESÍA Y DE RELATOS CIENTÍFICOS



Desde la Delegación de Educación nos llega el siguiente correo:

Adjunto remito escrito-presentación de la Sra. Delegada, así como las bases del *II Certamen de Poesía* y del *II Certamen de Relatos Científicos*, organizados por la /Coordinación Provincial del Plan de Lectura y Bibliotecas/ de la Delegación Provincial de Córdoba, al objeto de que le dé la mayor difusión posible entre el alumnado de su centro, dirigido a los niveles educativos de Primaria y Secundaria.

II CERTAMEN DE POESÍA DE LA DELEGACIÓN PROVINCIAL DE EDUCACIÓN DE CÓRDOBA

BASES:

1.- Podrá concurrir el alumnado perteneciente a Enseñanza Primaria, Enseñanza Secundaria Obligatoria y Enseñanza Posobligatoria, matriculado en un centro docente de la Provincia de Córdoba.


2.- Se establecen tres premios en cada una de las siguientes categorías:


1ª Categoría: Enseñanza Primaria


2ª Categoría: Enseñanza Secundaria Obligatoria


3ª Categoría: Enseñanza Posobligatoria


El Jurado podrá declarar desierto algún premio, así como establecer una o varias menciones especiales.


3.- Los poemas, de temática libre, deberán ser inéditos y no haber obtenido premio en ningún concurso.


4.- El texto poético no podrá superar los 50 versos y se escribirá con el tipo de letran Time New Roman de 12 puntos. Los originales se presentarán por cuadruplicado en DIN A4 y por una sola cara. Se firmarán con un pseudónimo e irán acompañados de un sobre cerrado, dentro del cual figurará el nombre real del autor o autora completo, así como su dirección, teléfono de contacto, centro donde cursa sus estudios, nivel educativo, junto con una foto tamaño carné de identidad. En el sobre se indicará “II Premio de Poesía”.


5.- Los originales serán remitidos por correo postal a la Delegación Provincial de Educación, Coordinación Provincial del Plan de Lectura y Bibliotecas1, C/ Tomás de Aquino, s-n, 14071 – Córdoba.


6.- El plazo quedará cerrado a las 14.00 horas del día 26 de marzo de 2010.


7.- Los trabajos premiados quedarán en propiedad de la Delegación Provincial, que -dependiendo de la calidad del conjunto de poemas presentados- podrá publicarlos incluyendo el nombre, edad, centro, nivel de estudios y foto de los galardonados


8.- El fallo del Jurado se hará público el día 23 de abril de 2009. Las personas que resulten premiadas serán avisadas y sus respectivos centros.


9.- Los trabajos no premiados serán destruidos a los diez días del fallo del Jurado.


10.- El Jurado estará compuesto por personas de reconocida solvencia en el campo de la crítica literaria o de la creación poética.


11. El hecho de participar en este concurso implica la aceptación de estas bases.
 
 
II CERTAMEN DE RELATOS CIENTÍFICOS DE LA DELEGACIÓN PROVINCIAL DE EDUCACIÓN DE CÓRDOBA


BASES:

1.- Podrá concurrir el alumnado perteneciente a Enseñanza Primaria, Enseñanza Secundaria Obligatoria y Enseñanza Posobligatoria, matriculado en un centro docente de la Provincia de Córdoba.


2.- Se establecen dos premios en cada una de las siguientes categorías:


1ª Categoría: Enseñanza Primaria


2ª Categoría: Enseñanza Secundaria Obligatoria


3ª Categoría: Enseñanza Posobligatoria


El Jurado podrá declarar desierto algún premio, así como establecer una o varias menciones especiales.


3.- Los trabajos deberán ser inéditos y no haber obtenido premio en ningún concurso.


4. Los relatos tratarán de asuntos, personajes o ambientes relacionados con algunas de las ciencias experimentales. Se valorarán no sólo las cualidades literarias de la narración, sino también la adecuación y propiedad de las nociones científico-tecnológicas utilizadas.


5.- La extensión máxima será de 5 páginas de tamaño DIN A4 para el alumnado de primaria, 7 para el de secundaria obligatoria y 10 páginas para el de posobligatoria. Los márgenes superior, inferior, derecha, izquierda serán de 2.5 cm. El texto se escribirá en Time New Roman de 12 puntos, con interlineado sencillo y alineación justificada. Los originales se presentarán por cuadruplicado y escritos por una sola cara. Se firmarán con un pseudónimo e irán acompañados de un sobre cerrado, dentro del cual figurará el nombre real del autor o autora completo, así como su dirección, teléfono de contacto, centro donde cursa sus estudios, nivel educativo, junto con una foto tamaño carné de identidad. En el sobre se indicará “II Premio de Relatos Científicos”.


6.- Los originales serán remitidos por correo postal a la Delegación Provincial de Educación, Coordinación Provincial del Plan de Lectura y Bibliotecas2, C/ Tomás de Aquino, s-n, 14071 – Córdoba.


7.- El plazo quedará cerrado a las 14.00 horas del día 26 de marzo de 2010.


8.- Los trabajos premiados quedarán en propiedad de la Delegación Provincial, que -dependiendo de la calidad del conjunto de relatos presentados- podrá publicarlos incluyendo el nombre, edad, centro, nivel de estudios y foto de los galardonados.


9.- El fallo del Jurado se hará público el día 23 de abril de 2010. El alumnado que resulte premiado y sus respectivos centros serán invitados al acto de entrega de premios.


10.- Los trabajos no premiados serán destruidos a los diez días del fallo del Jurado.


11.- El Jurado estará compuesto por personas de reconocida solvencia en crítica literaria y en formación científico-técnica.


12. El hecho de participar en este concurso implica la aceptación de estas bases.

PRENSA. LECTURA. Juan José Millás, premio "Don Quijote" de periodismo


Juan José Millás

En "elpais.com", esta información:
Juan José Millás gana el premio Don Quijote de Periodismo


El novelista, colaborador de EL PAÍS, ha sido galardonado por su artículo 'Un adverbio se le ocurre a cualquiera'
EFE

El periodista y novelista Juan José Millás ha sido galardonado hoy con el Premio Don Quijote de Periodismo por un trabajo publicado en la revista Interviú. Un adverbio se le ocurre a cualquiera es el título del artículo que le mereció el premio, en su VI edición, del que el jurado reconoce "la originalidad, la inteligencia y el humor que el trabajo ganador conjuga, para hacer un homenaje a los hispanohablantes, a la escritura y a las palabras en su totalidad".
El Don Quijote, que distingue al trabajo mejor escrito, está patrocinado por el Gobierno de Castilla-La Mancha y se convoca anualmente conjuntamente con los Premios Internacionales de Periodismo Rey de España por la Agencia Efe y la Agencia española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).
Sobre el trabajo premiado, el propio Millás cuenta que siendo niño imaginó que ponía una tienda de palabras, en la que lo más cotizado eran los sustantivos, se regalaban conjunciones para "fidelizar" a la clientela y tenía un apartado de palabras inexistentes.
No puso la tienda, pero acabó viviendo de las palabras, de los artículos de periodismo. "El problema es que se cotizan por igual un sustantivo que un adverbio y un adverbio se le ocurre a cualquiera", sostiene. Juan José Millás nació en Valencia a finales de enero de 1946 y reside en Madrid desde el año 1952.
Ha recibido el Premio Planeta en 2007, por su novela El mundo, que fue asimismo galardonada con el premio Nacional de Narrativa y de la revista Qué leer al mejor libro español del año. Anteriormente, obtuvo el Premio Nadal, en 1990, por La soledad era esto, obra que fue llevada al cine en el año 2002 por el director argentino Sergio Renán.
También recibió el Premio Primavera de novela en 2002 por Dos mujeres en Praga. Fue asimismo galardonado con varios premios de periodismo, entre otros el Mariano de Cavia, en 1998, por un trabajo titulado Lo real , publicado en EL PAÍS; el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, en 2002, por el artículo Errores; y en 2005, el Francisco Cerecedo, que concede la Asociación de Periodistas Europeos.
Su primer premio literario lo recibió en 1974, el Sésamo, por su relato Cerbero son las sombras, escrito en 1972 y publicado en 1975. Millás considera que la novela, el cuento y el periodismo son "territorios que se complementan", por los que él transita "llevando materiales de unos a los otros". El Premio Don Quijote está dotado con 9.000 euros.

 
Reproducimos a continuación el citado artículo (aparecido, como se señala, en la revista Interviú):
 
Un adverbio se le ocurre a cualquiera
Hemingway cobraba los artículos por palabras. A tanto el término, lo mismo daba que fueran adjetivos que sustantivos, preposiciones
que adverbios, conjunciones que artículos. No recuerdo de dónde saqué esa información, hace mil años (cuando ni siquiera sabía quién era Hemingway), pero me impresionó vivamente. En mi barrio había una tienda de ultramarinos, una mercería, una droguería, una panadería, una lechería… Pero no había ninguna tienda de palabras. ¿Por qué, tratándose de un negocio tan lucrativo, como demostraba el tal Hemingway? Para vender leche o pan, pensaba yo, era preciso depender de otros proveedores a los que lógicamente había que pagar, mientras que las palabras estaban al alcance de todos, en la calle o en el diccionario.
Imaginé entonces que ponía una tienda de palabras a la que la gente del barrio se acercaba después de comprar el pan. Sólo que yo las vendía a precios diferentes. Las más caras eran los sustantivos, porque sustantivo, suponía yo, venía de sustancia. Si la sustancia de una frase dependía de esta parte de la oración, lo lógico era que valiera más. Después del sustantivo venía el verbo y, tras el verbo, el adjetivo. A partir de ahí, los precios estaban tirados. Cuando un cliente, en mis fantasías, compraba tres sustantivos, le regalaba cuatro o cinco conjunciones, para fidelizarlo. Mi padre, que era agente comercial, utilizaba mucho el verbo fidelizar. ¿De dónde, si no, iba a sacar yo esa rareza gramatical? En mi tienda imaginaria había también un apartado de palabras inexistentes, para gente caprichosa o loca. Aún recuerdo algunas: copribato, rebogila, orgáfono, piscoteba, aguhueco, escopeja…
El negocio imaginario iba bien. Todo el mundo necesitaba mis palabras. Al poco de inaugurar la tienda tuve que contratar dos empleados porque no daba abasto. Luego compré el piso de arriba para ampliar el negocio, pues llegó un momento en el que la gente me pedía también frases. Puse en el sótano un taller con cuatro gramáticos que se pasaban el día construyendo oraciones. Las había de muchos precios, claro. Las frases hechas eran las más baratas. Recuerdo, entre las que tuvieron más éxito, en boca cerrada no entran moscas y no rascar bola, pero a mí me gustaban mucho también leerle a alguien la cartilla, ser un hueso duro de roer, chupar cámara, pelillos a la mar, o mi sastre es rico. El precio de las frases aumentaba a medida que resultaban menos comunes, o más raras. Por alguna razón que no llegué a entender, había mucha demanda de frases absurdas. Me duelen los zapatos, por ejemplo, los espejos fabrican harina orgánica, o las cremalleras son menos sentimentales que los botones. Con el tiempo tuve que crear un departamento dedicado de manera exclusiva a la construcción de frases absurdas.
La idea de la tienda de palabras y frases me resultó muy liberadora, pues siempre pensé que ganarse la vida era condenadamente difícil. El mayor miedo de mi infancia era el de acabar en una esquina, vendiendo pañuelos de papel. Un día que mi madre, tras suspirar con expresión de lástima, se preguntó en voz alta qué iba a ser de mí, le dije que no se preocupara, pues había decidido que iba a poner una tienda de palabras. Tras meditar unos instantes, me dijo que eso era un disparate y que debía poner mis energías en cuestiones prácticas. Ahí acabó mi sueño de vender palabras. Luego, de mayor, comprobé que los anuncios por palabras constituían un capítulo muy importante en la cuenta de resultados de los periódicos. Pero no le dije nada a mamá, para que no se sintiera culpable.
De todos modos, acabé viviendo de las palabras. No tengo una tienda abierta al público, tal como soñaba entonces, pero me levanto por las mañanas, las ordeno en un papel, las envío al periódico o a la editorial y me pagan por ellas. A tanto la pieza. Una pieza es un artículo. El término pieza se utiliza también entre los cazadores para denominar a los animales abatidos. La semejanza es correcta, pues escribir un texto se parece mucho a cazarlo. De hecho, con frecuencia se nos escapa. La otra noche, en la cama, con los ojos cerrados, pasó volando por mi bóveda craneal un artículo estupendo. Me levanté, cogí un cuaderno que tengo en la mesilla, apunté con el bolígrafo, pero la pieza había desaparecido. Desde la utilización masiva de los ordenadores, contamos los artículos por palabras. Éste que están ustedes leyendo tendrá unas 4.700. Puedo calcular a cuánto me sale la palabra y decir que cobro en plan Hemingway. Pero me sigue pareciendo mal que me paguen lo mismo por un sustantivo que por un adverbio. Un adverbio se le ocurre a cualquiera.

PRENSA. 28 enero 2010


En "El País":

1. "En Irán hasta el amor es delito". Entrevista a Shirin Ebadi, premio Nobel de la Paz. Por Francesco Manetto.

2. El accidente. Columna de Maruja Torres.

3. "La literatura no admite cuotas". Entrevista a la escritora Soledad Puértolas, única candidata a ingresar hoy en la RAE. Por Javier Rodríguez Marcos.

4. Pintar sin pintura. Columna de Vicente Verdú sobre el arte de hoy.

5. Un trabajo para vivir, no una vida para trabajar. Reportaje de Amanda Mars. Los jóvenes buscan empresas más flexibles y compatibles con su vida privada, pero encuentran precariedad. La generación criada en la prosperidad se da de bruces con la crisis.  

6. Los terroristas se hacen con Yemen. Artículo de Ana Echagüe, investigadora en FRIDE. Es uno de los países más pobres, con mayores conflictos internos y peor gobernados. Pero a Occidente, que le ayuda incluso menos que a África, sólo le llama la atención cuando se le vincula con Al Qaeda.

7. Colbert en las nieves. Columna de Lluís Bassets, sobre el discurso de Sarkozy en la apertura de la reunión del Foro Económico Mundial.

8. La desolada noche de Puerto Príncipe. Crónica de F. Peregil (enviado especial). La Grand Rue de la capital haitiana es el lugar más peligroso cuando cae el sol.

miércoles, 27 de enero de 2010

AUSCHWITZ. Memoria del horror

El 27 de enero de 1945, los prisioneros del campo de Auschwitz fueron liberados. Este vídeo es un homenaje a aquellos que padecieron la muerte, la tortura y la ignominia:

PRENSA. EDUCACIÓN. "Propuestas para un Pacto Social y Político por la Educación"


El ministro de Educación, Ángel Gabilondo, preside la Conferencia sectorial con los consejeros de Educación de las comunidades autónomas en la presentación de cien medidas para la mejora de la enseñanza.- EFE

En "elpais.com"aparece la información sobre esta Propuesta que ha presentado el ministro de Educación, Ángel Gabilondo; su título, Cuarto de ESO tendrá dos perfiles, uno para FP y otro para bachillerato, y aparece firmada por J. A. Aunión. A lo largo del artículo podemos enlazar con el documento completo; también podemos hacerlo desde aquí.

PRENSA. 27 enero 2010


En "El País":

1. La esposa. Columna de Elvira Lindo.

2. El Holocausto como discurso político. Por Juan Miguel Muñoz. Idith Zertal critica el empleo del exterminio para justificar la política de Israel. Análisis de José María Ridao, en Usos y abusos de la memoria.

3. Futuro a la carta. Columna de Manuel Rodríguez Rivero.

4. Mortaja y libertad son incompatibles. Reportaje de Ana Teruel. Un extenso informe de la Asamblea Nacional francesa concluye que el 'burka' no cuadra con los ideales de igualdad y fraternidad. Prohibirlo en todo espacio público se apunta como solución.

5. Chile: el vértigo. Artículo de Rafael Gumucio, periodista y escritor chileno.

6. Azaña, un estoico moderno. Artículo de César Antonio Molina, ex ministro de Cultura, es escritor. Su último libro publicado es Lugares donde se calma el dolor (Destino). Siete décadas después de la muerte en el exilio del último presidente de la Segunda República, su capacidad para combinar el ejercicio del poder con la pasión por la cultura debe servir de modelo a los políticos de hoy.

7. Una caridad para Haití. Columna de M.Á. Bastenier.

8. "Me gustaría hallar algo totalmente inesperado". Entrevista a Fabiola Gianotti, responsable del detector Atlas, del acelerador de partículas LHC. Por Alicia Rivera.

martes, 26 de enero de 2010

POEMA DEL DÍA. "Estética crueldad", de Irving Layton


Irving Layton
Estética crueldad
Se habían soltado sus cuellos de las SS,
los oficiales austríacos
mandaron traer a los niños
judíos al comedor de oficiales
en grupos de a siete.

Sonrisas, afectuosos golpecitos
en la espalda suavizaron las caras de los niños;
regalos de muñecas, trenes de juguete...
Algunos de los más jóvenes oficiales
están claramente emocionados.

Cuando el último resquicio de sospecha
se apaga, los oficiales de súbito
echan mano a sus revólveres
y comienzan a disparar.

Luego llaman al siguiente grupo...
y al siguiente... y al siguiente...

Del libro FORNALUTX, de Bassarai ediciones. Traducción de José Carte Rípodas.