lunes, 14 de diciembre de 2009

CUENTOS DE NAVIDAD. ALUMNOS/AS DE 1º ESO. "El pavo y yo", de Marina Lucena Expósito



EL PAVO Y YO
En una granja, a las afueras del pueblo Tabú, vivía un pavo muy grande. Él tenía miedo porque, cuando sus antepasados llegaban a esa edad, y por esas mismas fechas, no se les volvía a ver. Temía que le pasara lo mismo.
Esa granja tenía una cosa muy curiosa, y es que alimentaban a los pavos con garbanzos, para tenerlos bien gorditos, y así, cuando llegaban las navidades, tener una buena cena.
-Todavía lo recuerdo perfectamente. Era un sábado, sobre las... 2.30 de la tarde. Estaba metido, junto a otros compañeros garbanzos, en un recipiente blanquecino. Nos habían metido ahí e íbamos a ser devorados… ¡por un pavo! Yo, listo de mí, pegué un salto y salí de allí con rapidez. El horrendo pavo, al verme, se asustó. Los dos chillamos y salimos corriendo, uno para cada lado. Yo me escondí debajo de una hoja, aprovechando que soy pequeño de estatura y quepo en cualquier sitio. El pavo, que por aquel entonces no sabía cómo se llamaba, corriendo despavorido, me pisó y solté otro chillido.
Una buena manera de conocer a un nuevo amigo, ¿no?
Bueno, el caso es que una cosa llevó a la otra y nos hicimos amigos. Me di cuenta de que los dos teníamos bastantes cosas en común: los dos íbamos a morir comidos por un “animal” de otra raza, los dos teníamos miedo de ser comidos por un “animal” de otra raza… Así que hicimos un trato. Gracias a mi “gran” cerebro y a su fuerza idearíamos un plan para escaparnos de allí. Así fue. Con su pico hizo un agujero en la verja y los dos salimos… pero… ¡EL DUEÑO NOS VIO! Salimos corriendo hasta perderle de vista y, cuando nos dimos cuenta, estábamos en frente de una gran puerta de colorines.
Los dos teníamos hambre, así que entramos en la casa. ¡No os podéis imaginar lo bien que olía allí adentro! Registramos la casa de arriba a abajo en busca de comida, pero nada. Pepe, el pavo, estaba desesperado, y, acostumbrado a comer garbanzos, se lanzó hacia mí con intención de comerme, pero, justo cuando estaba a punto de devorarme, apareció un extraño humano que le frenó. Era como yo, pero mucho más grande y gordo. Tenía una larga barba blanca y vestía de rojo y blanco. Lo llamaban Papá Noel.
Dijo: ¿Cómo os llamáis?
Nosotros ni siquiera intentamos decírselo.
Pensamos que, como la mayoría de los humanos, no podría oírnos, pero, para nuestra sorpresa, sí pudo. Le explicamos que nos querían comer y que hicimos un plan para escaparnos, que todo parecía ir bien hasta que nos perdimos.
Nos ofreció quedarnos a vivir allí y nosotros aceptamos. Durante las primeras semanas, pensábamos que su intención era comernos.
Pero no, aquí estamos después de 7 años, vivitos y coleando, y contando la historia de nuestra vida a vosotros, nuestros nietos.
Y, como en todos los cuentos, vivieron felices y comieron... comida.

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