viernes, 28 de junio de 2013

POESÍA. "Rediviva". Pilar Paz Pasamar (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1933)

Pilar Paz Pasamar

REDIVIVA
Estás, alondra, estás, pequeña mía.
Te siento rebullir, saltar, me tienes,
nos tenemos de nuevo redivivas.
Estás en ese mar, ola marítima,
y en la brisa que cruzas, mi navío,
y en el paso que pisas caminante
y en el golpe que llama del cartero,
y en el oficio noble y oferente
—trinas tan seria como si contaras
lo mío—. ¡Oh, tú mi yo, mi pertenencia,
oh, tú mi compañera!

¡Cantar, cantar, cantar es lo que importa!

PRENSA. "Las redes de las revueltas". Lluís Bassets

Lluís Bassets

   En "El País":

Las redes de las revueltas

Los nuevos movimientos sociales en red someten a prueba las democracias brasileña y turca

 19 JUN 2013

Una nueva forma de hacer política está extendiéndose por todo el mundo, radicalmente distinta a la que hemos conocido hasta ahora y de difícil comprensión y gestión para los viejos profesionales del oficio.
Funciona sin líderes y sin contar con la infraestructura, el dinero y el apoyo de grandes partidos y sindicatos mayoritarios. No se asienta sobre estructuras organizativas, centros de mando o coordinadoras con las que dialogar o a las que se pueda desarticular mediante la detención de sus componentes. Tampoco con programas que permitan respuestas políticas, aunque partan de la chispa de una reivindicación clara y popular.
Se expresa en súbitas y masivas movilizaciones urbanas, con ocupación de espacios simbólicos y centrales en las ciudades, que casi siempre pillan por sorpresa a las autoridades y ponen a prueba la capacidad de encaje del sistema establecido, convertido en el adversario designado por los jóvenes decididos a expresar su protesta.
No importa que el régimen sea una dictadura o una democracia pluralista, que el país pertenezca a la elite de los más ricos o sea uno de los emergentes, o que su sociedad sea de cultura cristiana o islámica. En todas partes se evidencia la misma distancia entre la calle y las instituciones; la misma denuncia de la corrupción y del enriquecimiento de unos a costa de otros; el mismo hastío ante una forma de tomar decisiones que comprometen el futuro a espaldas de la gente.

Emergen unas nuevas clases medias en todo el mundo con demandas crecientes de riqueza, educación, vivienda, consumo y, naturalmente, también de bienestar y libertad individual
La concatenación de las actuales protestas en Turquía y Brasil ilumina un fenómeno que viene ocurriendo desde 2008 en todos los continentes y en una larga lista de países, cada uno por sus precisas circunstancias, y que tuvo en las primaveras árabes de 2011 su momento más espectacular, hasta conducir a la caída de tres dictaduras en Túnez, Egipto y Libia. En la lista están Irán, Grecia, Portugal, Italia, Israel, Chile, México, Estados Unidos y Rusia, además de los indignados españoles.
Todos estos nuevos movimientos sociales, que vienen a agitar las ideas recibidas y a transformar el paisaje de nuestras sociedades, son parte de una transformación que afecta al entero planeta y ha encontrado en las redes sociales el instrumento organizativo mejor adaptado a las características de los nuevos tiempos.
El poder se está desplazando a ojos vista desde el viejo mundo occidental hacia Asia; pero también en el interior de las sociedades. Emergen unas nuevas clases medias en todo el mundo con demandas crecientes de riqueza, educación, vivienda, consumo y, naturalmente, también de bienestar y libertad individual. Los incrementos de su nivel de vida, lejos de moderar sus demandas, hacen crecer las expectativas e inmediatamente, en cuanto no se cumplen, las exigencias y la irritación.
Esos jóvenes que han accedido a la educación y al trabajo, con frecuencia precario y mal pagado, tienen teléfonos móviles y tabletas con las que comunicar su insatisfacción y organizar la expresión de su protesta. A diferencia de los viejos medios de comunicación, lentos y pesados, estas herramientas son instantáneas, actúan de forma viral, aceleran la protesta y son una forma organizativa en sí mismas. Según su mejor estudioso, el sociólogo español Manuel Castells, crean “un espacio de autonomía”, mezcla del ciberbespacio de las redes y del espacio urbano que ocupan, que constituye “la nueva forma espacial de los movimientos en red” (Redes de indignación y de esperanza, Alianza, 2012).
Tan interesantes como los nuevos movimientos son las respuestas que dan los Gobiernos. Ahí es donde ofrece el máximo interés la comparación entre la Turquía de Erdogan y el Brasil de Dilma Rouseff. Mientras el gobierno turco va a seguir con la construcción del centro comercial en el parque Gezi que suscitó la protesta, muchas ciudades brasileñas ya han bajado el precio del billete de los transportes urbanos, ante la presión de un movimiento que quiere transporte gratis.
En uno y otro caso, la reivindicación concreta ponía a prueba la capacidad de absorción de las protestas por parte de los respectivos gobiernos. De momento, el primer ministro turco ha lanzado a sus partidarios a enfrentarse a los manifestantes, los ha denunciado por terroristas y quiere controlar las redes sociales, mientras que la presidenta brasileña ha valorado las manifestaciones como “la prueba de la energía democrática” de su país y ha llamado “a escuchar estas voces que van más allá de los mecanismos tradicionales, partidos políticos y medios de comunicación”.
Estos nuevos movimientos sociales organizados en red han demostrado hasta ahora una gran capacidad para mover y transformar el tablero de juego pero muy poca para capitalizar sus éxitos en forma de un poder político que, al final, se juega de nuevo en un escenario electoral y unos parlamentos que les son ajenos. Ahora, de momento, serán determinantes para el rumbo inmediato de la democracia en Turquía y en Brasil.

PRENSA CULTURAL. "Tras las huellas de 'Cántico'"


   En la revista "Mercurio" (marzo 2013):

Tras las huellas de 'Cántico'

El influjo del grupo cordobés no ha dejado de calar en la lírica española desde su aparición a finales de los años cuarenta. También la nueva poesía se confiesa heredera de sus valores éticos y estéticos.
ALEJANDRO V. GARCÍA
   Fueron, según su propia enumeración, impuros, visuales e intensamente humanos. Surgieron a la sombra de una modestísima revista en una ciudad de provincias. Su voz sirvió como guía a poetas contemporáneos. Fueron, como dice Francisco Ruiz Noguera, autor de estudios fundamentales sobre Cántico y Pablo García Baena, “un ejemplo tanto estético como ético”. La huella que dejaron sobre la línea de la poesía que potencia “la palabra, los valores de la expresividad, el ritmo y la sugerencia” es innegable. Málaga, donde García Baena vivió desde mediados de los sesenta, fue el primer lugar donde se sintió el influjo sobre autores como Rafael Pérez Estrada, José Infante o María Victoria Atencia. Luego vino el reconocimiento a través de Gimferrer, Carnero o Carvajal que desembocó, en los años ochenta, en la obra de Francisco Bejarano, Ana Rossetti, Juana Castro, José Lupiáñez, Juan Lamillar o Felipe Benítez Reyes. Hoy, más de cincuenta años después —y a dos meses de la entrega a Pablo García Baena del premio 'Federico García Lorca'— la luz de Cántico sigue alumbrando más allá de estrechos localismos. Lo hace con una intensidad variable pero persistente, en ocasiones como una influencia transversal a otros cánones poéticos. 
   Pero ¿qué piensan los poetas más jóvenes de Cántico? ¿Cómo confrontan su canon con los de otras manifestaciones en apariencia contradictorias como la llamada poesía de la experiencia? “La poesía de Cántico”, explica el poeta Juan Antonio Bernier, cordobés de 1976 y sobrino de Juan Bernier, “no ha dejado de iluminar a las generaciones posteriores: Novísimos, poetas de la experiencia o del silencio, órficos, y también a los más jóvenes. Creo que cada generación ha tomado lo que más le interesaba, decantándose a veces por alguno de sus poetas o alguna de sus líneas de fuerza. Comparto el amor por la belleza del mundo y del lenguaje y la exaltación vitalista. Estos principios, que ellos defendieron en una época gris, son cada día más necesarios en el momento actual”. 
   “Cántico está muy presente”, señala Juan Antonio González Iglesias (Salamanca, 1964). “He aprendido de ellos libertad, belleza formal, gracia en el sentido más puro de la estética, concepto ético de la poesía como vida. Son fundamentales a la hora de vivir paganismo y cristianismo con naturalidad. Valoro mucho también la conexión con el pueblo, esto es andaluz. Y el erotismo integrado en todo lo anterior”.
   El escritor Joaquín Pérez Azaústre (Córdoba, 1976) es un declarado seguidor de Cántico, incluso desde antes de que el grupo recibiera un reconocimiento mayoritario entre los jóvenes. “La influencia ética y estética de Cántico, para muchos poetas menores de 40 años, es —porque hay que hablar en presente— haber permeabilizado nuestra tradición, asimilando poéticas diversas sin necesidad de abanderar un postulado […] Cántico representó otra manera, una alternativa a la unanimidad en torno a la poesía social: una fe total en el lenguaje, su música verbal, como manera de regenerar al hombre en su esencialidad”. El más desconocido Julio Aumente, Ricardo Molina y, en especial, García Baena son a su juicio los poetas mayores del grupo.
   Erika Martínez, jienense de 1979, es reacia a conceder un influjo tan caudaloso: “La pervivencia de Cántico en la poesía actual es más bien escasa. Puede detectarse un enorme respeto literario y personal por los integrantes del grupo, pero yo diría que salvo excepciones su legado ha sido más leído que asimilado poéticamente. Por desgracia, y como decía Vicente Núñez, la verdad no es fotogénica”. Sin embargo, reconoce que los poetas de Cántico“supieron hacer del culturalismo una forma de respuesta que, durante la posguerra, fraguó en una estética alternativa”. 
   Otro cordobés, José Luis Rey (Puente Genil, 1973), se apunta también a relativizar el peso de Cántico. “A mí solo me ha interesado siempre la poesía de García Baena. Los demás no me han influido en absoluto y los considero inferiores. Creo que es este también el que más influye en la mejor generación que hemos tenido en la segunda mitad del siglo XX, la de los Novísimos”. Y destaca el mérito sustancial de García Baena: “Aporta una búsqueda del esplendor estético, del ritmo y de la imagen, es decir, de la poesía en sí como objeto principal del poema. Con él, como quería Wallace Stevens, la poesía se convierte en el objeto del poema”.
   Josefa Parra, nacida en Jerez de la Frontera en 1965, reconoce que la poesía de Cántico le llegó de forma indirecta: “Yo creo que su influencia es subterránea pero rastreable, queda una huella de esa corriente suntuosa en la poesía posterior. A mí me llegó mediatizada por los Novísimos, y agradezco esa recuperación necesaria de Guillermo Carnero”. 
   Juan Andrés García Román (Granada, 1979) busca en su propia experiencia el lugar de Cántico y anticipa que su opinión puede resultar “antipática”: “Yo fui a la universidad y tuve mis primeras lecturas en un ambiente en el que la poesía de la experiencia abandonaba su pujanza en manos de una potente institucionalización. No puedo decir que Cántico se distinguiese para mí de ese grupo en realidad tan heterogéneo que se dio en llamar poesía de la diferencia […]. No fue sino con el paso de los años que esos poetas, cada uno de ellos, fue adquiriendo rasgos propios, diferenciados, un estatus y una realidad estética propia y querida”.
   Javier Vela (Madrid, 1981) aboga por esa influencia múltiple: “El legado de Cántico no es solo de gran valor estético, sino también, y sobre todo, eidético, porque ha logrado, de un lado, conjugar sabiamente la carnalidad retórica del lenguaje de herencia gongorina y la inmanencia materialista de la experiencia con la abstracción simbólica de temas y motivos de carácter marcadamente espiritual, de otro”. 
   Siendo un grupo de Córdoba, formado por cordobeses y vinculado a una revista de provincias, sorprende su universalidad. Es precisamente lo que destaca un paisano de García Baena, José Daniel García (1979): “De Cántico me llama especialmente la atención su afán cosmopolita, el empeño por dialogar con poetas extranjeros, trascendiendo los límites impuestos por la censura y el aislamiento propio de la provincia”. Porque en efecto, “constituyendo un grupo local, se abrieron a lo internacional”, como reconoce Erika Martínez. 
   Una transcedencia geográfica que, paradójicamente, es fiel al lugar. “La ciudad de Córdoba”, precisa Javier Vela, un madrileño que residió en la ciudad de la Mezquita, “lleva inscrita una huella de signo lírico en su mismo trazado; sus calles adoquinadas y laberínticas, su anatomía fluvial, invitan al visitante a pasear, a caminar despacio de modo antojadizo, saliéndose del tiempo progresivo para ingresar en otro que yo asocio indisputablemente al carácter de Cántico”.
   Y un nombre entre todos: Pablo García Baena. “Es uno de los grandes de la poesía del siglo XX”, destaca Francisco Ruiz Noguera, “y con respecto a su poesía, creo que, más que de influencias, hay que hablar de ejemplo”. “Es un maestro en el sentido poético, cordial y vital. Para Córdoba es un lujo tenerlo entre nosotros”, destaca Pérez Azaústre. “Leer a García Baena —subraya Josefa Parra— es una experiencia altamente sensorial: uno no puede sustraerse a esa parte tangible, aromática o sabrosa de sus versos”. “Es un maestro para muchos poetas andaluces, desde María Victoria Atencia hasta Elena Medel o Antonio Portela. Ese reconocimiento es entre los poetas jóvenes de toda España mucho más amplio de lo que parece”, apunta González Iglesias. 

PRENSA CULTURAL. Sobre "Las buenas chicas no ldeen novelas", ensayo de Francesca Serra

La ensayista italiana Francesca Serra. / DESIRÉE RUBIO ("El país")

   En "El País":

Apología de la ‘pornolectora’

En 'Las buenas chicas no leen novelas' la ensayista italiana Francesca Serra desmenuza el concepto de ‘pornolectora’

 Madrid 19 FEB 2013 

¿Qué es una pornolectora? Si usted es una lectora —ojo, que no lector: lectora—usted también lo es. Al menos eso es lo que expone la ensayista italiana Francesca Serra en el libro Las buenas chicas no leen novelas (Península). “Todas lo somos, incluidas las monjas y las solteronas”. ¿Y qué encierra el estrambótico concepto? “Los libros pensados como productos de consumo para un estereotipo femenino”, explica en una librería en el centro de Madrid. Un sistema que comenzó “desde la Revolución Industrial” pero cuyo ejemplo más flagrante y más reciente es la serie Cincuenta sombras de Grey, que ha vendido la friolera de 20 millones de libros en todo el mundo.
Si bien las andanzas del poderoso-guapo-dominante-macho Grey y la sumisa Anastasia son quizá el caso más nuevo de la existencia de eso que Serra llama pornolectora, el antecedente más antiguo sería Madame Bovary, la tan liberada como desgraciada heroína de Gustave Flaubert. La publicación por entregas de la novela, a mitad del siglo XIX en plena Revolución Industrial, marca la irrupción de la lectora (o de lo que los editores pensaban que debía ser una lectora), según describe Serra. Emma Bovary es una chica mala: “Una gran lectora, una gran adúltera y con una sexualidad a flor de piel”, dibuja. Y también “una consumidora voraz”. ¿Cómo las chicas de Sexo en Nueva York? “¡Exacto!”, exclama. Ropa, cosméticos, sexo, mucho sexo y muchísimo drama. En sus palabras: “Madame Bovary fue la primera chica Cosmo”. Un feminismo empaquetado y listo para llevar. Y que, evidentemente, no es exclusivo al mundo literario. “Es un producto para satisfacer a un nicho del mercado”.
Las buenas chicas no leen novelas desgrana con inteligencia, ironía y mucho sentido del humor los estereotipos que rodean al feminismo de zapatos de tacón. Se trata de un ensayo que va al grano y que responde con inteligencia y elegancia a los más rancios estereotipos de la mujer “rebelde” que sueña con su Rodolphe Boulanger, su Christian Grey o su Mr. Big. Una lectura interpretada “como una emancipación” y que, reconoce, lo es hasta cierto punto pues el libro había sido considerado como un producto “elitista y masculino”, pero que aun así coloca a las lectoras como un uniforme público femenino. “Nadie le pregunta a un hombre qué hace además de ver fútbol”, ejemplifica.

La pornolectora no lee por conocer, sino por vicio o culto
La pornolectora, explica la crítica italiana, se encuentra en la imagen de Marilyn Monroe leyendo el Ulises de Joyce y en el enjambre de lectoras que rodean al escritor. Leen no solamente con la cabeza, sino con todo el cuerpo, “a diferencia de los hombres intelectuales, que leen ensayos y poesía”, explica. “La pornolectora no lee por conocer, sino por vicio o culto”, comenta. Como dice en uno de los apartados de su irónico ensayo: “Los libros y las prostitutas se llevan a la cama”. Destaca que no habla de las muchas escritoras que escapan a la corriente, sino que su intención es solamente “alertar” de lo que se define como “literatura femenina”.
De Emma Bovary a Carrie Bradshaw, ¿se ha avanzado? Serra mira el vaso medio lleno, aunque subraya que “muchas de las mujeres, acostumbradas siempre al anonimato, siguen siendo consumidoras pasivas”. La fantasía vendida en muchas de estas novelas, “de dominación”, es predominantemente “masculina”, comenta. Al igual que las mujeres que ocupan puestos de poder y decisión “no solamente en el mundo editorial” son una clara minoría. “La lectura, la buena lectura, sigue siendo para una élite”. Eso sí, mientras que tras su intensa vida, Madame Bovary no escapó a un destino trágico, la heroína de Sexo en Nueva York, Carrie Bradshaw, terminó su cuento de hadas vestida de Dior y —¿dónde más?— en París. Algo se habrá avanzado.
Las buenas chicas no leen novelas. Francesca Serra. Editorial Península. 144 páginas..

jueves, 27 de junio de 2013

POESÍA. "Palabra". Pilar Paz Pasamar (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1933)

Pilar Paz Pasamar

PALABRA
Libre y frágil y armónica,
liviana compañera,
paloma mía, vuela desvalida.
Asirte no, pero sí hacerte,
hacernos juntas
y el zureo sea un cántico
unísono, una nueva sinfonía,
un ritmo repetido,
entre la novedad y la rutina,
hacia adentro, anidada perdurable,
huésped de mi sonido más profundo,
en el tiempo enroscada
antes de alzar el vuelo
pronunciado, en la voz.

Ave de mí, palabra fugitiva.

PRENSA. "La crisis siria se desborda hacia Turquía". Hugh Pope

Hugh Pope

   En "El País":

La crisis siria se desborda hacia Turquía

En el centro de la estrategia de Erdogan de combinar islam y democracia más crecimiento e influencia regional estaba una íntima relación con el régimen de Bachar el Asad. Ahora la catástrofe llega a sus puertas

 21 JUN 2013

Durante este mes de junio, el malestar en Turquía no solo han zarandeado la fama de todopoderoso del primer ministro Tayyip Erdogan sino que también han desviado la atención de un costoso y en ocasiones violento problema que se cierne sobre el país: el de su frontera meridional con Siria.
En el último tramo de la década de 2000, Turquía se pasó el tiempo esperando que el boom económico, el prestigio de su combativo primer ministro Erdogan y la oleada de admiración regional que despertaba la exitosa combinación de islam y democracia le reportaran influencia y beneficios en Oriente Próximo.
En el centro de esta estrategia estaba una íntima relación con el régimen sirio de Bachar el Asad, paradigma de la política de “cero problemas” turca. Los dos países firmaron acuerdos modélicos sobre exención de visados para viajar, libre comercio e integración de infraestructuras. En las cumbres, sus mandatarios se presentaban con la mitad de sus Gobiernos. Los Asad llegaron incluso a almorzar con los Erdogan en vísperas de sus vacaciones de 2008 en lariviera turca.
Ahora la catástrofe siria ha caído de lleno a la puerta de Turquía: hay 450.000 refugiados y la ONU pronostica que serán el doble al finalizar este año; atender a esa marea conlleva una factura —creciente— de mil millones de dólares, de la que solo una décima parte está cubierta por los donantes extranjeros, y las tensiones en la frontera aumentan. A comienzos de mayo, las explosiones de coches-bomba en una localidad fronteriza turca, importante por ser centro de acogida de refugiados sirios y por alojar oficinas de la oposición del país vecino, causaron 52 muertos. Desde abril, las fuerzas aéreas de Siria han bombardeado en dos ocasiones posiciones cercanas a un importante paso fronterizo turco, segando la vida de siete sirios, hiriendo a otras 100 personas y causando daños en un almacén y una base de la oposición. En mayo, en otro paso fronterizo, los sirios se amotinaron cuando se les impidió el paso, dispararon y mataron a un policía turco, hirieron a otras once personas y quemaron edificios y vehículos.
El incremento de la inestabilidad regional desde 2010 también ha perjudicado a la posición de Turquía en Oriente Próximo. La guerra en Libia afectó muy negativamente a los contratos que Turquía había firmado en el país. Para los mercados regionales, la pérdida de las rutas que utilizaban los camiones en Siria ha venido a unirse a la inutilización de las rutas iraquíes. El respaldo de Ankara a los grupos de oposición armada sirios ha alimentado una percepción negativa: la de un país que no solo actúa como un aspirante a potencia hegemónica suní sino que también toma partido dentro del mundo árabe no chií. Para los analistas árabes e iraníes, Ankara, con una actitud soberbia, está intentando imponer un modelo de dominio regional de cuño otomano.
Está claro que la culpa principal del embrollo en Oriente Próximo no la tiene Turquía, aunque algunas de su políticas sí han empeorado las cosas. Cuando sus esperanzas en la región alcanzaban su punto culminante —acompañadas verdaderamente de un incremento sustancial del comercio con una zona que absorbe un cuarto de las exportaciones turcas-, Turquía desairó sistemáticamente a su mayor inversor y principal socio comercial: la UE, con la que desde 2005 negocia para poder formar parte de ella. En busca de popularidad interna y regional, Erdogan lanzó apasionados ataques contra Israel, pero de camino perdió su valiosa imagen de árbitro regional. Además, la intensidad con la que cambió de política para pedir en agosto de 2011 la destitución de Asad dejó a Turquía en un callejón sin salida.
En la actualidad, Ankara está cambiando de rumbo en algunos aspectos. Al iniciarse la guerra en Siria, Turquía se apresuró a calmar la inquietud popular aceptando que sus socios de la OTAN le proporcionaran misiles Patriot. Después de años de marear la perdiz en sus relaciones con la UE, ahora Erdogan visita con más frecuencia sus Estados miembros, impulsando suavemente unas negociaciones de acceso empantanadas desde 2007. Ha dado a entender que ve una “oportunidad” de avanzar hacia un acuerdo sobre el dividido Chipre y sus ministros han alabado la posibilidad de que se construya un gasoducto entre Israel, Chipre y Turquía. En vísperas de su viaje a Washington del 16 de mayo, y bajo presiones estadounidenses, Erdogan también remendó parcialmente su relación con Israel, aceptando sus disculpas por el asesinato en 2010 de ocho ciudadanos turcos y turco-estadounidenses que intentaban llevar ayuda a los palestinos de Gaza.
Sin embargo, mucho queda por hacer para solucionar el desbordamiento hacia las fronteras turcas de la crisis siria. Los principales donantes occidentales deberían ser mucho más generosos con Turquía y colaborar eficazmente con sus organizaciones humanitarias. Pero Ankara también tiene que racionalizar los trámites para permitir el trabajo de acreditadas ONG internacionales. Poco puede quejarse Turquía de falta de apoyo occidental, porque, dos años después de iniciarse la crisis, solo ha permitido actuar legalmente a tres organizaciones.
También resulta difícil llegar a los muchos necesitados que hay dentro de Siria cuando las potencias extranjeras no están dispuestas o no pueden crear una zona de seguridad. Damasco se niega a permitir la provisión de mercancías que no haya controlado y ha puesto muchas dificultades burocráticas a las organizaciones humanitarias. Las zonas controladas por la oposición tampoco son seguras para los extranjeros, ya que el régimen sirio ataca objetivos civiles.
Hay iniciativas innovadoras de envío de ayuda al “punto cero” de la frontera turco-siria que merecen atención y que habría que ampliar. Los expertos en atención humanitaria destacados en la región informan de que en cierta medida los sirios se están especializando en documentar y filmar situaciones que demuestran que la ayuda llega a las manos adecuadas. Sin embargo, el sistema sigue siendo limitado e insuficiente para por los menos tres millones de sirios que habitan zonas controladas por los rebeldes.
Otro de los problemas de Turquía es la insistencia de su Gobierno en la religión. No cabe duda de que Turquía es un importante Estado suní y también progresista, pero la pretensión de convertir ese credo en un elemento político esencial es ahora un factor de tensión y polarización, para la región y para el diez por ciento de alevíes heterodoxos que incluye la población turca. El miedo que suscita la amenaza islámica también ha sido un importante catalizador para que los turcos laicos se lanzaran a las calles durante los incidentes de junio. Turquía ya tiene una larga experiencia de rivalidad regional con Irán, pero debería esforzarse por evitar una innecesaria agudización de tensiones, que podría derivar en enfrentamientos por poderes en Siria o Irak. Los nuevos campos de refugiados deberían estar bastante alejados de la frontera para no dar la impresión de que se utilizan como bases en la retaguardia.
Siria es ya un Estado fallido y Turquía, al margen de los errores que haya cometido durante los recientes disturbios, es una pujante y próspera democracia que necesita defender todo lo que podría perder. Puede que el conflicto sirio entre en una escalada todavía mayor y hasta ahora la crisis ha demostrado que Turquía no tiene capacidad para imponer una solución, ni diplomática ni militar. Aunque el mundo haga más por armar a la oposición de Siria, no parece probable que de ese modo se derroque a Asad. Por eso, Ankara haría bien en abandonar las ilusiones que alberga sobre una rápida resolución de la catástrofe siria y pasar a defender sus intereses vitales con una retórica más sosegada, seguir reconstruyendo sus deshilachadas relaciones con sus aliados occidentales tradicionales y adoptar una estrategia realista para el medio plazo, que la sitúe equilibradamente en su posición natural entre el este y el oeste.
Hugh Pope es director del proyecto Turquía / Chipre del International Crisis Group. Ha escrito, entre otros libros, Turkey Unveiled: A History of Modern Turkey.
Traducción de Jesús Cuéllar Menezo

PRENSA CULTURAL. "'Rayuela' y la iglesia cortazariana". Santiago Gamboa

Imagen del escritor Julio Cortázar en la exposición del Intituto Cervantes de París. / ANTONIO GÁLVEZ ("El país")

   En "El País":

‘Rayuela’ y la iglesia cortazariana

La novela creó seguidores, adeptos, creyentes. Ese carisma tiene una probable explicación: fue una tremenda propuesta vital, un modo de vivir y entender las relaciones humanas

 Roma 24 JUN 2013

Leer Rayuela hoy, 30 años después de la primera vez, me deja algo perplejo. Es, de un lado, una novela muy contemporánea, pero al mismo tiempo una narración sorpresivamente clásica. Me intriga que a pesar de su deseo explícito de dinamitar el concepto tradicional y autoritario de novela decimonónica, Julio Cortázar haya usado para los capítulos de argumento, en los que se sigue la vida de Oliveira, precisamente un narrador en tercera persona (¿por qué no desde el yo del personaje?). El mismo omnisciente de las novelas de Galdós del que Oliveira se burla. El resultado es que el espíritu juguetón del lenguaje acaba siendo un atributo del narrador, y con frecuencia ahoga a Oliveira y a los demás personajes. Hay aquí y allá primeras personas "engastadas" (las Morellianas, por ejemplo), voces y citas cultas y música y poesía e ideas, pero el tono general es el de la omnisciencia.
De otro lado, es en la fragmentación y en su carácter aluvional donde Rayuela sí es una novela muy contemporánea. O al revés: una parte de la contemporaneidad, por ese motivo, es cortazariana. La relectura que Roberto Bolaño hizo de Cortázar, por ejemplo, fue y sigue siendo una de las claves de la novela actual, en lengua española, por la búsqueda de estructuras más originales y expresivas.
Pero lo más llamativo, visto desde hoy, es lo que podríamos denominar la "iglesia cortazariana", ese ejército de lectores-muyahidines de España y América Latina (con excepción de Francia, donde vivía, Cortázar tuvo poca repercusión en otras lenguas) que daban la vida por él, que juraban en su nombre y se sabían de memoria pasajes de Rayuela. Más que lectores, Cortázar tuvo seguidores, adeptos, creyentes. Ese carisma tiene una probable explicación y es que Rayuela fue en su época una tremenda propuesta vital, un modo de vivir y entender las relaciones humanas. La gran revolución de Cortázar en Rayuela fue proclamar que la vida cotidiana debía considerarse bajo presupuestos estéticos, y en esto sí que fue un adelantado de su tiempo. Artistas como Sophie Calle, cuyas obras son "intervenciones" sobre su propia vida, parecen haber surgido de él.

La gran revolución de Cortázar enRayuela fue proclamar que la vida cotidiana debía considerarse bajo presupuestos estéticos, y en esto sí que fue un adelantado de su tiempo.
Recuerdo a mis compañeras de la Universidad Javeriana de Bogotá el día de su muerte, 12 de febrero de 1984. Eran las viudas de Cortázar, todas vestidas de negro. La "iglesia cortazariana" de mi ciudad estuvo abierta y en vela toda la noche, y ahí nosotros, tan lejos de todo aquello que nos parecía importante, en nuestra esquina provinciana y lluviosa del mundo. Yo no adopté el luto, pero me mantuve en silencio por 24 horas en señal de disgusto cósmico, y cuando recuperé el habla dije que iría a vivir a París. Tenía 17 años. También hubo una proclamación universal de dolor por parte de la internacional de "cronopios" unidos. En la "iglesia cortazariana" todos éramos cronopios, por supuesto, y esto es algo que, con el tiempo, señala una diferencia de época: hoy Rayuela es sólo una novela (ya no un texto sagrado), y a pesar de su enorme carisma la verdad es que el entusiasmo reblandece ante ciertos aspectos argumentales, como eso de que un grupo de varones desprecie intelectualmente a una mujer, La Maga, porque se pierde en los retruécanos culteranos del Club ("esto es el Meccano 7 y vos apenas estás en el 2", le dicen), pero siguen con ella porque todos, grosso modo, quieren llevársela al huerto. Según el narrador, Oliveira la ama, pero ese amor no se percibe más que en los celos sexuales o en la nostalgia que siente cuando al fin La Maga se va. Talita tampoco sale muy bien librada. Este machismo primario, que hoy produce algo de sonrojo, era invisible en los años sesenta. También el exhibicionismo intelectual sonroja un poco.

Lo tremendamente moderno deRayuela es su escritura. No por los saltos de capítulos y la supuesta "posibilidad de elegir" el propio camino (esto es más un artificio teórico que algo real, pues para hacerlo habría que leerla antes al menos tres veces). Es el modo de narrar lo que la hace moderna, lo que aún hoy sigue siendo deslumbrante e hipnótico
Lo que Rayuela cuenta es bastante clásico y reiterativo: el exilio y la escisión de dos mundos a través de una proclama libertaria y estética, con un argumento de amor tradicional en el que la mujer desaparece y el hombre la añora y busca. Como en Los novios, de Manzoni o en La Vorágine, de José Eustasio Rivera. Pero lo tremendamente moderno de Rayuela es su escritura. No por los saltos de capítulos y la supuesta "posibilidad de elegir" el propio camino (esto es más un artificio teórico que algo real, pues para hacerlo habría que leerla antes al menos tres veces). Es el modo de narrar lo que la hace moderna, lo que aún hoy sigue siendo deslumbrante e hipnótico. La escritura de alguien inmerso en la música y la poesía, con un oído magistral para el diálogo y una sensibilidad fuera de lo común. El episodio de Berthe Trépat contiene todo esto y es de lejos lo mejor del libro.
Me pregunto si hoy una editorial se atrevería a publicar una novela como Rayuela de un desconocido llamado Julio Cortázar, y la verdad es que lo dudo. Le dirán que es muy larga, que los capítulos prescindibles, en el fondo, sí que son prescindibles (y en muchos casos lo son), y que las referencias cultas dejan por fuera al 95% de los lectores. Si no le envían una carta estándar de rechazo, seguro que le dirán algo así. Porque Rayuela fue uno de esos libros que no buscó adaptarse al gusto de la masa lectora de su época, sino todo lo contrario: oponiéndose a ese gusto, lo que pretendió fue modificarlo, enriquecerlo, hacer que fuera más complejo y exigente. Y sin duda lo logró, lo que ya es mucho. Pero justamente por ese riesgo sus posibilidades editoriales, hoy, serían casi nulas.

PRENSA. Viñeta de EL ROTO

   En "El País" (26 junio 2013):

miércoles, 26 de junio de 2013

POESÍA. "Narciso y el agua". Pilar Paz Pasamar (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1933)

Pilar Paz Pasamar

NARCISO Y EL AGUA
Creyó ser ella misma, en los ojos de Narciso.
Narciso, a través de ella, se amaba y complacía.
Y el agua contemplaba confundida su belleza
en los hermosos ojos que siempre la ignoraron.
Pero cuando el nenúfar apareció en su seno,
azul y oscuro como la muerte, transformado,
quedó desposeída el agua de lo suyo:
la fluidez, el alma, el rostro y el espejo.
Quedó por siempre el agua preguntándose a solas,
preguntándose siempre en qué consistiría

aquello de ser agua…

PRENSA CULTURAL. Entrevista a Joël Dicker, sobre su novela "La verdad sobre el caso de Harry Quebert

El desconocido Joël Dicker se ha convertido en el autor revelación de la temporada. / CARMEN VALIÑO 
("El país")

   En "El País":

Los enigmas de la verdad

'La verdad sobre el caso Harry Quebert' es un 'thriller' a la americana de 700 páginas

El libro fue una sorpresa literaria y viene precedido de un gran éxito editorial en Francia

El suizo Jöel Dicker estuvo a punto de tirar la toalla, tras cinco novelas sin publicar

 22 JUN 2013

Las fans que le piropean en su cuenta de Twitter no habrían reconocido a Joël Dicker en el tipo altísimo, enfundado en vaqueros, suéter de lana, chaleco deportivo y bufanda al cuello, que avanza por el vestíbulo del hotel, en Londres. El detalle que despista son esas gafas graduadas de montura oscura con las que Dicker no aparece en ninguna de sus fotos promocionales. Pero aquí no hay peligro de despistar a ninguna admiradora, porque nadie conoce aún al autor revelación del momento. Al escritor que, a los 27 años, cosechó el año pasado un éxito abrumador en Francia, con una sola novela, La verdad sobre el caso Harry Quebert, varias veces premiada y aplaudida por la crítica y el público, que lleva vendidos más de 750.000 ejemplares.
Las cosas cambiarán pronto porque su libro, editado en español por Alfaguara, saldrá también en inglés, y en una treintena de idiomas en los próximos meses.
Dicker (Ginebra, 16 de junio 1985) tiene una voz apagada y modales educados. El segundo de cuatro hermanos (dos chicos y dos chicas), puede decirse que ha crecido en el ambiente ideal para un escritor de lengua francesa: su madre es librera, su padre, profesor de francés.
Aplaudido por la crítica literaria francesa, con pocas excepciones (el diario Le Monde); ganador del premio de novela de la Academia Francesa; del que otorga la prestigiosa revista Lire, y a un voto de llevarse el Goncourt, Dicker ha conquistado a los jóvenes, que eligieron su libro como el preferido entre los diez finalistas del Goncourt el año pasado. Desde entonces ha experimentado el asedio de los editores europeos, que han visto en su novela La verdad sobre el caso Harry Quebert una convincente sucesora de Millenium.
Pero Dicker no parece impresionado por la publicidad que le presenta como una mezcla de LarssonNabokov y Philip Roth. Obviamente, le halagan las dos últimas comparaciones, pero respecto a la tercera, corta tajante: “No he leído Millenium. Uno no tiene tiempo para todo”.

Mi generación tiene que estar permanentemente vigilante, porque somos demasiados. Quieres trabajar y no hay trabajo
Claro que es un detalle secundario. Lo importante es que su novela está disponible en español y que se negocia la posibilidad de llevarla al cine. Es evidente que el escritor suizo está a punto de atravesar un umbral soñado: el de la fama planetaria.
“Nunca imaginé un éxito así”, reconoce Dicker, un escritor precoz con seis novelas en su haber, aunque solo ha publicado las dos últimas. “Las enviaba a los editores y no les interesaban a ninguno. Ya me estaba planteando dedicarme a otra cosa, porque cuando la gente te dice “esto no va”, uno se plantea dejarlo. Así que decidí escribir mi último libro. Y cuando lo terminé, pensé, ¿quién va a leer esto tan largo?”.
Para entonces, sin embargo, su primer manuscrito no publicado había recibido el premio de los editores de Ginebra y despertado el interés de Vladimir Dimitrijevic, editor de L’Âge d’homme, que lo publicó (un lanzamiento póstumo para Dimitrijevic, que murió en un accidente de tráfico a finales de 2011) en colaboración con la francesa Editions de la Fallois en enero de 2012. Dimitrijevic leyó además el voluminoso texto con el que Dicker pensaba despedirse de la literatura. Y, entusiasmado, propuso al dueño de Éditions de la Fallois publicarlo conjuntamente en Suiza y Francia ese mismo año. El libro fue un éxito inmediato.
Estamos ante una novela americana de intriga que se desarrolla en Aurora, una pequeña (e inventada) localidad costera de Nueva Inglaterra, donde un escritor consagrado es acusado del asesinato de una joven del pueblo, ocurrido 30 años atrás. Su pupilo, Marcus Goldman, escritor de éxito fulminante con un solo libro, llegará en su ayuda para librarle de la silla eléctrica y averiguar muchas cosas en el proceso.
—¿Por qué Nueva Inglaterra?
—Es un sitio que conozco bien. Pasaba casi todos los veranos de mi infancia allí. Tengo familia en Washington y tienen una casa de vacaciones en la costa. He revivido esta experiencia en el libro.
Dicker se revela como un hábil constructor de tramas en estas casi 700 páginas, por las que desfilan una veintena de personajes. La novela, con su convincente reconstrucción de la vida provinciana en la Costa Este estadounidense, se lee con la avidez de llegar al final y encontrarse con la verdad prometida.
Aunque los grandes escritores rara vez se aventuran más allá de los territorios conocidos, Ginebra no se prestaba a ser el escenario de esta trama. “Además”, dice Dicker, “los jóvenes de mi generación hemos crecido en un mundo con menos fronteras. En Europa ya no se necesita el pasaporte para ir de un país a otro”. El mundo de hoy es un interminable territorio global donde todo se mezcla y se confunde. Él mismo es suizo, pero lleva sangre franco-rusa en las venas, y tiene parientes en Estados Unidos. Viajero constante, Dicker ve los aviones como tranquilos salones de lectura. Aunque amenazados, por lo que cuenta. “He leído, con terror, que Air France ha inaugurado su primer vuelo París-Nueva York con wifi. El wifi es lo que nos va a volver a todos locos. Ahora con el móvil puedes ver tus mensajes electrónicos, conectar con Internet, estar pendiente de mil cosas. Es una pena”.
—Pero usted pertenece a una generación electrónica. ¿O es distinto de la gente de su edad?
—No, no. Soy como los demás. Lo que me parece es que estamos rodeados de distracciones, por eso hay que autodisciplinarse. La gran diferencia con la generación de mis padres es precisamente esta obligación. Por ejemplo, en Ginebra, en los años sesenta, cuando mi padre era pequeño, se presionaba a la gente para que usara el coche al máximo, porque era bueno para la economía. Te aconsejaban incluso beber y conducir. “No te metas en carretera sin haber bebido un litro de vino”, decían los anuncios. Todo era posible. Hoy, de entrada, ya te dicen que prescindas del coche, que hay demasiados, que contaminan. Te aconsejan el tranvía. Y sobre todo, no bebas si conduces. Es bueno, es normal que se haga esa advertencia, no me refiero a este aspecto. Lo que quiero decir es que mi generación tiene que estar permanentemente vigilante, porque somos demasiados, demasiados coches, demasiado de todo. Quieres trabajar y no hay trabajo, quieres gastar y no hay dinero. No hay un solo espacio para los jóvenes en el que se nos diga: “Podéis hacer lo que queráis”. Por eso digo que el estado de ánimo de mi generación es más difícil, uno se dice, “todo se ha fastidiado”. A nuestros padres se les decía: “¡El mundo es vuestro!”. A nosotros se nos dice que el mundo está fastidiado y que hay que salvarlo. Somos una generación sin utopías.

Buscan libros camaleón. Tan pronto son Las  sombras de Grey como la novela negra. ¿Dónde queda la diversidad?
La crisis no ha hecho más que ahondar un poco más en esos problemas. Aunque él sea uno de los poquísimos jóvenes afortunados, triunfador total al que le esperan jugosos contratos millonarios. Un poco como a su personaje Marcus Goldman. Un tipo de 30 años, multimillonario y superfamoso gracias a un solo libro.
“Marcus y yo tenemos poco en común”, protesta Dicker. “Hombre, tenemos más o menos la misma edad, escribimos, etcétera. Cuando comencé a escribir la novela, yo tenía 25 años, acababa de terminar Derecho, y mi personaje principal, Marcus, tenía también 25 años, había estudiado lo mismo, escribía, y tampoco tenía éxito. Entonces me dije, ‘esto no funciona’. Me di cuenta de que tenía que ofrecerle otra cosa al lector, algo que estuviera más en el plano de los sueños, que fuera placentero. E imagine a Marcus cinco años mayor. Y le convertí en un escritor de éxito”.
La verdad sobre el caso Harry Quebert es un libro de escritores, en el que el maestro y el alumno hablan con frecuencia del oficio de escribir, de las cualidades humanas que requiere. Un escritor sería un ser infinitamente comprensivo, con las debilidades y sufrimientos humanos, como si los hubiera experimentado todos en carne propia. En realidad, sin embargo, el oficio de escritor es un trabajo solitario que requiere aislamiento. “Doblemente solitario”, admite Dicker. “Por un lado, lo es por el acto físico de escribir. Cuando escribo estoy solo en mi oficina. Hay otros trabajos que se hacen en soledad, pero además, la creación exige, por decirlo así, soledad mental. Y después hay que hacer otro trabajo de promoción. Estamos hablando de un libro que terminé hace dos años, del que se siente uno un poco distante porque ya estoy en otro tema, en otro proyecto, pero tengo que volver atrás para hablar de este libro”.
Escribir su novela de intriga le llevó dos años, cuenta. Dos años para encontrar una voz que fuera creíble a la hora de recrear el ambiente de un pueblecito costero americano en 2008, año de la elección del presidente Barack Obama. Todo un desafío. “Cada vez que se describe un país, una atmósfera, un idioma, en otra lengua es un desafío para el autor. Y cada vez que un autor escribe sobre otro país introduce siempre algún artificio. Por ejemplo, si la novela se desarrolla en Roma, y el escritor es francés, incluirá frases en italiano del tipo: ‘¡Buon giorno, Vicenzo! ¡Arrivederci…!’. Y cosas por el estilo. Y eso me parece una debilidad. Yo quería ser capaz de recrear una atmósfera de un país extranjero sin utilizar ese recurso, escribiendo en francés”. La única vía era encontrar un francés flexible, compatible con el americano. Con el de los diálogos trepidantes de las series de televisión.
Y luego, el reto de hacerlo creíble. El relato y los personajes. Qué opina del consejo del escritor John Gardner a su alumno Raymond Carter: “Recuerda que tú no eres tus personajes. Son ellos los que tienen que ser tú”.

A nuestros padres se les decía: ¡El mundo es vuestro! A nosotros, que el mundo está fastidiado y que hay que salvarlo
—Es muy cierto. Porque es necesario que los personajes vivan por sí mismos, que tengan una existencia propia. Que vivan a través del escritor, pero con vida propia. Si un personaje vive por sí mismo, eso quiere decir que podrá funcionar la acción a través de él. Si no, será muy difícil establecer la relación entre el lector y el personaje.
Se ha dicho que La verdad sobre el caso Harry Quebert está escrita un poco al estilo de Philip Roth. Lo cierto es que el libro está lleno de homenajes al gran escritor americano. El protagonista es judío y nació en Newark; uno de los personajes trabaja en una fábrica de guantes, como en Pastoral Americana, y el boxeo, tema querido de Roth, aparece también aquí.
“Hay homenajes a Roth, pero también a Nabokov, a Steinbeck, a Romain Gary, a Hemingway, a todos ellos”, responde Dicker, “porque es un libro sobre un alumno y un maestro. Y por eso era divertido meter homenajes a todos esos escritores”.
—¿Entonces no es cierto que Roth sea su favorito?
—No, es que a veces las respuestas se sacan de contexto. Lo que dije es que entre los escritores que me han marcado, Roth es el único todavía vivo. Pero, bueno, es cierto que es un escritor clave en la literatura moderna. Sí, posiblemente, es el mayor de los escritores vivos.
Después de todo, Dicker se declara admirador sin fisuras de la gran novela estadounidense. “Quizás es la literatura que conozco mejor. No digo que sea más importante que otra. Es una cuestión muy personal. A unos les puede interesar más la literatura sudamericana, a otros la china. A mí lo que me gusta de la literatura americana es que cuenta historias. Una historia, una aventura lineal y luego a través de ella una historia de Estados Unidos. Y eso es lo que me parece que la hace más interesante, más rica”.
Difícilmente esos autores hubieran podido escribir sus grandes obras con editores como el de Marcus Goldman, en La verdad sobre el caso Harry Quebert, Roy Barnaski, que solo quiere un bombazo a cualquier precio. “Barnaski representa a los empresarios actuales, obsesionados por las cuentas, los accionistas, las cifras de venta, los beneficios, hasta el punto de que a veces se olvidan de a qué se dedican realmente. No es solo culpa suya. Es una crítica humorística sobre hasta qué punto, a veces, se ven los libros como un producto más. Pienso en el marketing que se ha hecho, por ejemplo, en torno a lanzamientos como el de Dan Brown, con su traductor encerrado durante un mes en un búnker, y eso es una locura. Porque al fin y al cabo es un libro, y el libro tiene que ser juzgado por su contenido. No por esas piruetas de mercadotecnia.
—Pero los libros, hoy día, son también productos.
—En todo caso, muy especiales. Por muchos fuegos artificiales, conferencias y presentaciones que se hagan, cuando uno abre el libro, si no es bueno, no queda nada.
Dicker lamenta el empeño de las editoriales de buscar best sellersinternacionales, aunque a él le haya beneficiado claramente. “Se busca algo que se venda bien en todas partes, y así se mata cualquier atisbo de diversidad. Se dice, Harry Potter funciona, pues todos los libros van por ahí, con niños-magos. Se buscan libros camaleón, sin color. Tan pronto son las Cincuenta sombras de Grey como la novela negra. ¿Dónde queda la diversidad de la cultura?”.
Pero sí es cierto que esta obsesión por acumular lectores puede ser negativa, tampoco le gustan los puristas, los que miran con suspicacia cualquier cosa que triunfe. Un grupo nutrido en Francia que discute las cualidades literarias de Dicker. “Cuando un libro tiene mucho éxito es porque es accesible a mucha gente, y por lo tanto es popular, y algo popular está mal visto en Francia, porque lo bueno es lo que solo es accesible a la élite. No estoy de acuerdo con eso. Yo estoy encantado de que mi libro guste, de que se venda”. Y viéndole posar, dócilmente, y sin gafas, para la fotógrafa hay que suponer que también le encanta acumular admiradoras en Twitter.