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jueves, 30 de abril de 2015

PRENSA. Sobre el terremoto de Nepal. "Escombros de cine en Bhaktapur". Bernardo Bertolucci

   En "El País":

Escombros de cine en Bhaktapur

El director de cine italiano, que acudió a Nepal en varias ocasiones, espera que "la respuesta del mundo ante la tragedia sea potente"

Terremoto en Nepal
Una mujer, frente a las ruinas de su casa a las afueras de Katmandú, este lunes. / N. SHRESTHA (EFE)


Entre las imágenes de los escombros retransmitidas por la televisión intenté, en vano, reconocer los lugares de mi memoria; entrever la gran estupa que se erige no muy lejos de Bhaktapur. Y tuve ganas de llorar. Katmandú, Patan y Bhaktapur son los lugares simbólicos de la cultura de Nepal, país al que estoy profundamente vinculado. Y es grande el dolor que siento por las miles de víctimas.
Descubrí esos lugares en 1973, cuando por primera vez puse rumbo a Oriente con mi mujer, Clare. La idea fue suya: ella era una viajera, yo no. Fue un viaje en el que nos conocimos y nos reconocimos. Un viaje de iniciación que derrumbó todos mis estereotipos sobre esos países. Un descubrimiento total. Fuimos a Tailandia, luego a Bali, y después a Benarés, y a Katmandú, donde vivimos durante un mes. Recuerdo el estupor y el asombro ante los edificios de Patan, donde luego filmaría Pequeño Buda. Aquello era el triunfo del horror vacui, del miedo al vacío: todo estaba decorado, cada centímetro. Arquitecturas y esculturas admirables donde el arte budista se funde con el hinduista, y encontramos a Buda junto a Visnú, Kali y Ganesh.
Me acuerdo de la primera vez que llegué a ese valle aislado, casi inaccesible. Nos quedamos sin aliento ante la belleza de Bhaktapur y Patan, a la que llamábamos Patan City. Emocionados ante esos tejados sobre los que crecía la hierba, algo extraordinariamente poético que me recordaba a un pueblecito de los Apeninos de Parma. El encuentro humano fue emocionante. Ese pueblo tenía una enorme cultura de la acogida. Esa gente parecía sacada de los sueños de Pier Paolo Pasolini, cuando hablaba de la inocencia arcaica en los países más pobres y espirituales. Frente a un río a las afueras de Katmandú presencié por primera vez una cremación. Había algo limpio, puro, en aquella carne que se convertía en fuego y humo.
En 1973, Katmandú, Bhaktapur y Patan eran destinos hippies, meta de un turismo pobre y respetuoso con aquellos lugares. Cuando regresé 20 años después para estudiar la zona y, más tarde, grabar Pequeño Buda, a principios de 1990, había un aeropuerto capaz de recibir los enormes vuelos chárter llenos de ese turismo que lo arruina todo. Nosotros también llegamos como una especie de ejército de ocupación: montones de camiones y grupos electrógenos que sin duda contribuirían a aumentar la contaminación. La pequeña posada donde nos hospedamos en 1973, que se llamaba Yak & Yeti, se había convertido 20 años después en un lujoso hotel de cinco plantas que sirvió de cuartel general durante el rodaje. Tiemblo con solo pensar que haya podido derrumbarse. Allí hacíamos las proyecciones con los materiales que nos enviaba la Technicolor desde Roma; eran tiempos de un cine que ya no existe.
En Bhaktapur grabamos todas las escenas ambientadas en el palacio de Siddharta antes de convertirse en Buda. A aquella estructura añadimos una parte que hicimos nosotros y que los nepalíes quisieron conservar. Ahora, los escombros de una ciudad tan antigua se han mezclado con los escombros del cine que nosotros llevamos allí. Cerca de Bhaktapur hay una enorme y preciosa estupa, con los ojos de Buda, donde el niño americano pregunta qué significa la palabra “impermanencia”.
Los budistas tibetanos crean maravillosos mandalas de arena repletos de color, que luego serán destruidos por una ráfaga de viento. Eso es la impermanencia. ¿Somos capaces de imaginar la tragedia que supondría para nosotros la pérdida en unos segundos de alguna de nuestras extraordinarias ciudades toscanas? Es difícil.
Ante la tragedia de Nepal ya se ha producido una respuesta del mundo. Espero que sea potente, que haya una gran solidaridad hacia esos pueblos remotos. Son lugares y personas muy lejanos, montañeses testigos de algo que hay que salvar a toda costa.
© La Repubblica. Texto recopilado por Arianna Finos.
Traducción de News Clips.

jueves, 19 de septiembre de 2013

PRENSA CULTURAL. Escritores opinan sobre "El llano en llamas", libro de cuentos de Juan Rulfo

Juan Rulfo

   En "El País":

El mundo literario celebra los 60 años de ‘El llano en llamas’, de Rulfo

Varios autores celebran los 60 años de la publicación del libro de cuentos de Juan Rulfo y levantan con sus voces la cartografía del escritor mexicano

 Madrid 18 SEP 2013 

El Tiempo sonámbulo. Y en él, personas que deambulan en un paisaje de polvo cuyo rastro viene de la miseria y va hacia lo fatídico. Ese fue el mundo con el cual Juan Rulfo abrió un nuevo y magistral territorio literario hace sesenta años bajo el título de El llano en llamas, editado por el Fondo de Cultura Económica. Un mosaico de quince piezas (en 1970 se sumarían dos más) de la condición humana y de la vida situadas al sureste del estado de Jalisco (México) que abarca desde la Revolución mexicana en 1910 hasta mediados del siglo XX. Con esos cuentos, Rulfo (1917- 1986) refundó la literatura en español que confirmaría dos años más tarde con Pedro Páramo.
Pero hoy es el día de la fiesta de El llano en llamas; y como las voces que suenan en esas historias, varios escritores levantan, poco a poco, con sus voces la cartografía de ese llano en llamas que suena así:
“La esencia de Rulfo es que con sencillez y dignidad y sin folclorismo sentimental elevó temas regionales al nivel de tragedia griega”, explica Luis Harss.

Sus cuentos están escritos en un doble registro: las acciones son vertiginosas y la vida mental de los personajes es demorada, de una reflexiva intensidad. Esto establece una peculiar tensión: lo que sucede es rápido y su efecto es lento
"Con los cuentos logró una nueva representación del campo mexicano y la miseria en la que viven sus personajes. De manera emblemática, uno de los relatos lleva el título de 'Nos han dado la tierra'. La herencia que reciben no es otra cosa que un montón de polvo. Los ultrajes y la violencia de estos relatos revelan una realidad devastada por la injusticia social. Lo peculiar es que Rulfo narra estas desgracias con hondo sentido poético. Sus cuentos están escritos en un doble registro: las acciones son vertiginosas y la vida mental de los personajes es demorada, de una reflexiva intensidad. Esto establece una peculiar tensión: lo que sucede es rápido y su efecto es lento. En estos cuentos, Rulfo renovó el lenguaje de México. Ningún campesino ha hablado como sus personajes pero ninguno ha sonado tan auténtico. Un milagro de la autenticidad que sólo puede ser literaria", explica Juan Villoro.
"Es en muchos sentidos un libro mestizo. Un libro de cuentos que parece un enorme poema. Un testimonio cruento que parece un sueño. Un puñado de vidas que parecen paisajes y paisajes que gritan, lloran y susurran. Nadie ha escrito después o antes así. Sólo Rulfo en Pedro Páramo lo intento y logró. Después vino el silencio, el respetuoso silencio que sigue a todos los auténticos milagros. Nadie que yo haya leído escribe como Rulfo, todos los que lo hacemos en América Latina no hacemos más que dar vuelta alrededor de dos o tres imágenes quemantes, un entierro, una mujer y unas gallinas, la sequedad más seca de esa tierra de nadie que es nuestra”, reconoce Rafael Gumucio.

El llano en llamas me permitió, cuando era muy joven, imaginar una forma narrativa posible para las historias de la guerra y la postguerra española que había escuchado desde niño. No he dejado de leer esos cuentos desde que un amigo me los descubrió
El llano en llamas me permitió, cuando era muy joven, imaginar una forma narrativa posible para las historias de la guerra y la postguerra española que había escuchado desde niño. No he dejado de leer esos cuentos desde que un amigo me los descubrió. Y algunos los he usado en clase una y otra vez para explicar cosas tan distintas como el peso que lo no dicho tiene en una historia y hasta la importancia del título en el proceso narrativo. Cuantas más veces los lee uno más cosas sorprendentes descubre en ellos. Esos cuentos no se acaban nunca”, recuerda Antonio Muñoz Molina.
“Descubrí a Juan Rulfo en orden inverso. Llegué a él por Pedro Páramo y me dejó asombrada. Luego leí el llano en llamas, y fue como una prolongación del entusiasmo que había tenido con su novela”, dice Cristina Fernández Cubas.
“Dos o tres cosas recuerdo de la primera lectura del ‘El llano en llamas’: la sensación de encontrarme ante un texto fundacional retroactivo (porque, en la euforia de las lecturas latinoamericanas de mis años universitarios, conocí antes a los primeros discípulos que al maestro), su novedad frente al canon español de los cincuenta y la contundencia narrativa basada en la economía retórica, la invención coloquial, la sequedad y la aspereza de la tramas y el paisaje. He oído muchas veces luego la voz del propio Rulfo leyendo «Diles que no me maten», una grabación sin duda acorde con su literatura: directa, obligada, sin efectismos especiales. No sé, sin embargo, si Rulfo ha tenido al cabo del tiempo significación inmediata, estrictamente «rulfiana», en la literatura en español, si, más bien, dada la evidencia y la peculiaridad de su voz, su repercusión ha sido lateral o si, en fin, ha quedado como un referente clásico y, en cuanto clásico, un tanto remoto, aislado e inimitable”, reconoce Gonzalo Hidalgo Bayal.
“Fue absolutamente definitivo porque por él escribí un primer libro de cuentos que luego nunca publiqué. Rulfo dio una lección inmensa de austeridad y síntesis que le dio al cuento un tono muy contemporáneo y muy latinoamericano que viene de nuestra tragedia del campo”, asegura Piedad Bonnett.

Pero no sabía que, además de contar esas historias de pueblos perdidos y polvorientos sin piedad y sin buenas intenciones, era posible además ese lenguaje escueto, riguroso. No sabía que cada palabra podía ser como una piedra
“Buenos Aires, 1969, Facultad de Filosofía y Letras. Una profesora de gramática nos dicta un párrafo extraordinario de un autor al que no conocía. ¿Dónde queda Comala? pregunta alguien. Comala, nos dice la profesora, es un pariente cercano que Macondo tiene en México. Corro a la librería a buscar algo (lo que sea) de Rulfo. Me dan "El llano en llamas". ¡Y yo no sabía que eso era posible! A los dieciocho años era obsesiva lectora del barroquismo popular de García Márquez, del barroquismo culto de Carpentier. Pero no sabía que, además de contar esas historias de pueblos perdidos y polvorientos sin piedad y sin buenas intenciones, era posible además ese lenguaje escueto, riguroso. No sabía que cada palabra podía ser como una piedra”, evoca Ana María Shua.



Portada de 'El llano en llamas', editado por el Fondo de Cultura Económica.

martes, 24 de agosto de 2010

PRENSA. "Los diez mandamientos", por Ignacio Sánchez-Cuenca (sobre los artículos de opinión)

Ignacio Sánchez-Cuenca
En "El País":
Los diez mandamientos


IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA 22/08/2010

Empecé a leer artículos de opinión en EL PAÍS cuando estaba en la primera adolescencia. Habré leído miles a lo largo de mi vida. He aprendido inmensamente con ellos. La gran mayoría, como es lógico, los he ido olvidando, pero han dejado su poso. Me han hecho más sabio y me han obligado a modificar mis puntos de vista. También me han hecho reír en ocasiones, me han aburrido solemnemente en otras y no pocas veces me han provocado indignación.
Llegado cierto momento, comencé yo mismo a escribirlos, con gran emoción por mi parte. Gracias a la benevolencia de este periódico, he publicado unos cuantos artículos, casi siempre de política, asunto árido y con mala prensa. Me gustaría cambiar de registro, por una única vez, lo prometo. Quiero hablarles de los diez mandamientos que debe cumplir un artículo de opinión. No es que yo esté libre de pecado. Menos todavía en este artículo, en el que, sin que sirva de precedente, peco en grado máximo y con gusto.
1. Tendrás cuidado con las subordinadas. Comoquiera que la lengua de Cervantes es extraordinariamente versátil, según se refleja en nuestro acervo literario, así como en el pasmoso desarrollo de nuestro lenguaje administrativo, único en el mundo por lo que se refiere a prolijidad y precisión, no está de más que, en el espacio sofocante de una tribuna de periódico, el autor tenga la elegancia de recortar la longitud de sus frases. Atendiendo a la gloria alcanzada en el uso de la subordinada, se harán excepciones con Rafael Sánchez Ferlosio y Javier Pradera.
2. Si eres alto cargo, presidente de una gran empresa, representante de una ONG o responsable de no sé qué observatorio, no escribas un artículo; menos todavía si es el "Día Internacional de...". Dichos artículos son planos, previsibles y tediosos. Se hará una sola excepción con José Luis Rodríguez Zapatero, al que este humilde escritor, como algunos dicen, venera incondicionalmente.
3. No utilices nunca palabras como "baladí" u "ominoso", ni expresiones absurdas como "niego la mayor" o casticismos taurinos en general. Huye también de "a la sazón" y "de suerte que". En este apartado no cabe excepción alguna.
4. No insultes ni faltes en demasía a quien piensa diferente, ni ridiculices la opinión ajena para agrandar la tuya. No es necesario decir que para discutir con el contrario tienes que ponerte a cuatro patas. Se hará una excepción con Fernando Savater, quien ha hecho un arte de este género.
5. No hables demasiado de ti mismo, aunque sea de forma indirecta. El truco consiste en presentar, a propósito de una cuestión cualquiera, un panorama dominado por necios y fanáticos. Para ello conviene hablar de "la tribu" o de "la secta". Una vez fijada la perspectiva, el autor deja claro que se encuentra por encima de esa legión de mentecatos. Él no se deja arrastrar por las banderías y los dogmas de los otros. Frente a la España que se consume a garrotazos, el autor se pone como ejemplo de opinión ponderada e independiente que los demás deberían admirar. La excepción en este caso recae sobre Elvira Lindo, ex aequo con Fernando Savater: ambos han alcanzado la perfección en esta técnica.
6. Si eres jurista, no escribas. El conocimiento de las leyes está contraindicado para el artículo de opinión. El fárrago resulta indigesto, incluso si tiene menos de 1.500 palabras. Aunque sea por partida doble, se hará excepción también aquí con Javier Pradera, pero sólo porque en realidad no es jurista.
7. No escribas artículos "desiderativos" en los que se dice "el Gobierno debería hacer reformas para salir de la crisis" o "la sociedad española debería tomar conciencia de la problemática de la inmigración". Los buenos propósitos se dan por supuestos. De lo que se trata más bien es de explicar por qué un curso de acción evidente y deseable no se lleva a término. No hay excepción que valga para género tan triste.
8. Según explica Irina Semionov, una de los fundadores de la escuela semiótica rusa, en un tratado maravillosamente traducido por el catedrático de lenguas eslavas Bernabé Odriozola, si eres profesor de universidad debes abandonar las citas, los nombres, las teorías y las referencias bibliográficas. No te imaginas lo poco que le importa todo eso a tus lectores. Aquí tampoco caben excepciones.
9. No te dejes llevar por las introducciones. Muchos autores se recrean en prolegómenos y cuando de verdad entran en materia, se les ha acabado el espacio para decir algo interesante. Como dicen los ingleses, get to the point.
10. No caigas en la tentación del adjetivo y menos si es truculento y apocalíptico. El adjetivo colorea, pero no contribuye al entendimiento. Hay que tener una fuerza de voluntad hercúlea para escribir sobre Francisco Camps y no añadir que es un cursi. No obstante, los buenos autores son aquellos que aprenden a dominar sus impulsos. No se admite excepción ninguna con el adjetivo.
11. Lee siempre los artículos de Miguel Boyer, que son modélicos.
Todos estos mandamientos se resumen en dos: no aburrirás al lector y no aburrirás al lector.

Ignacio Sánchez-Cuenca, profesor de Sociología en la Universidad Complutense, es autor de Más democracia, menos liberalismo (Katz)

domingo, 22 de agosto de 2010

PRENSA (1). 22 agosto 2010

En "El País":

1. Hoy, hasta el jefe es temporal. Reportaje de Miguel Calzada y Pablo García. El 'alquiler' de altos ejecutivos por pocos meses permite a las empresas controlar sus gastos - Los directivos ajenos a la plantilla afrontan más riesgos para cumplir objetivos.

2. Cuando tu padre te aterra. Reportaje de M. R. Sahuquillo y N. Galarraga. Los expertos estiman que 800.000 menores sufren la violencia de género en casa. El terror sigue ahí. Análisis de Pepa Horno Goicoechea, consultora en infancia, afectividad y protección.

3. El Quijote quiere ser tu amigo en Facebook. Reportaje de Tommaso Koch. Novelas y series de televisión mezclan realidad y ficción en las redes sociales.

4. EL EDÉN ES UN LUGAR ABURRIDO. Reportaje sobre literatura de Javier Rodríguez Marcos.

5. Alemania año cero. Artículo del escritor Carlos Fuentes.

6. Los diez mandamientos. Artículo de Ignacio Sánchez-Cuenca, profesor de Sociología en la Universidad Complutense, y autor de Más democracia, menos liberalismo (Katz). Sobre los características de los artículos de opinión.

7. Bajo el oprobio. Artículo de Mario Vargas Llosa. En su conmovedora novela 'Suite francesa', Irène Némirovsky retrató de forma persuasiva, lúcida y sentida los alcances de la barbarie nazi para los seres comunes y corrientes. 

sábado, 12 de diciembre de 2009

PRENSA CULTURAL. "BABELIA". "1977", artículo de Antonio Muñoz Molina



1977
La muerte de alguien empuja el tiempo de su vida hacia el pasado. Cuando uno va cumpliendo años, ese pasado de los que se han ido empieza a ser el suyo. Con cada muerte sucesiva una parte de la propia vida se va quedando más lejos, y uno descubre con gradual estupor que tiene recuerdos muy claros de cosas que para muchos otros, más jóvenes que él, están al otro lado de la frontera misteriosa del nacimiento. Yo no conocí ni a Jordi Solé Tura ni a Pedro Altares, pero sus dos muertes tan cercanas entre sí me han removido la memoria de los tiempos en los que era muy joven y encontraba sus nombres en las revistas del antifranquismo y la transición, el uno en Triunfo, el otro en Cuadernos para el Diálogo, y luego en la actualidad política de aquellos tan convulsos, tan mal recordados.
Ahora me doy cuenta de lo improbable que se ha vuelto alguien como Solé Tura: un militante comunista ilustrado que como tantísimos otros estuvo en el Partido, por usar la mayúscula propia de entonces, en virtud de la muy razonable convicción de que era la fuerza política mejor equipada para ayudar al establecimiento de la democracia; un catalanista comprometido de corazón con un proyecto progresista para toda España: un patriota, en el sentido primitivo y liberal de la palabra. A las personas más jóvenes y ya plenamente adultas uno tiene a veces que explicarles que no hace demasiados años, antes de que ellos nacieran, la libertad, la cultura y el idioma de Cataluña eran parte de la causa común que defendíamos todos los antifranquistas, aunque viviéramos en Madrid, en Granada o en Jaén, y que esa España siempre enfrentada a los catalanes y permanentemente hostil a ellos es un invento de las castas políticas de ahora. Jordi Solé Tura era tan uno de los nuestros como Lluís Llach o Salvador Espriu o Comediants. Lo eran más por ser catalanes, y nadie pensaba que su diferencia pudiera alejarlos de nosotros, porque nos enriquecía, formaba parte del gran sueño de pluralismo y gozosa libertad que ambicionábamos por igual para todos, y que parecía tan difícil, tan frágil cuando empezaba a lograrse, cuando estaba a punto de perderse.
"Recuérdalo tú y recuérdalo a otros", dice el verso de Luis Cernuda. Me he acordado de tener veinte años y de esperar cada semana la llegada de Triunfo, cada mes la de Cuadernos para el Diálogo, que era visualmente una revista más austera, con letra apretada, con artículos firmados por personas que para mí estaban muy lejos, en el mundo del periodismo y de los adultos, en aquel Madrid remoto del que las cosas tardaban varios días más en llegar a nuestra provincia. Pedro Altares era una firma, ni siquiera una cara en una fotografía, el nombre de alguien a quien uno no había visto nunca pero que formaba parte de la misma conspiración a la que uno quería vagamente sumarse. Ahora parece que todo aquello fue muy fácil, y que no tuvo ningún mérito, un simulacro de democracia concedido por los herederos de Franco y aceptado con mansedumbre y cobardía por quienes no fueron capaces de derribar el régimen. En ese artículo tan lleno de melancolía que dejó escrito antes de morir Pedro Altares invocaba las incertidumbres terribles de aquellos años, la sensación que tuvimos tantas veces de que los partidarios de la negrura y del crimen nos iban a arrebatar las libertades recién logradas y siempre en peligro. Quien no haya vivido la noche de enero de 1977 en la que se empezó a difundir la noticia del asesinato a quemarropa de los abogados del despacho laboralista en la calle de Atocha difícilmente podrá imaginar el pánico, el sentimiento de derrumbe. Nunca estuvo más claro que los pistoleros que mataban y secuestraban en nombre de la patria vasca o de la España eterna o de la revolución comunista pertenecían a la misma especie de chacales. Yo me acuerdo de esa noche, muy tarde, en Granada, en un piso de estudiantes pobres, con muebles viejos y pósters de La Pasionaria y del Guernica por las paredes, con mugre de desorden y olor a tabaco negro y a frituras baratas, con ceniceros llenos de colillas y revistas y libros por todas partes, la vida entera pendiente de un hilo, de las informaciones temibles que daba la radio: ahora, retrospectivamente, estaba claro que tan sólo dos meses después el Partido Comunista iba a ser legalizado, y que en junio habría unas elecciones; también se puede predecir con desgana que un año más tarde, a pesar de la crisis económica y de la inflación desbocada, de los asesinatos terroristas casi a diario, del clamor de la extrema derecha por un golpe militar, la constitución entre cuyos redactores estaría Jordi Solé Tura iba a ser aprobada. Pero quién, dentro o fuera de España, habría apostado que pudiera durar; quién no sintió de nuevo, otra noche de invierno, en febrero de 1981, como un aliento frío en la nuca, la irrupción de los mismos fantasmas arcaicos, ahora renovados con imágenes como pesadillas en blanco y negro de los golpes militares tan recientes todavía en América Latina: Chile en 1973, Uruguay en 1974, Argentina en 1976.
No idealizo el pasado; no me abandono a la nostalgia. Hombres como Pedro Altares y Jordi Solé Tura tuvieron la mezcla de imaginación política y de templanza necesaria para creer en la viabilidad de un sistema democrático en el que hubiera sitio para todos, pero muchos de nosotros tardamos en aceptarlo de verdad. Nos habíamos rebelado contra la dictadura, pero en realidad no éramos demócratas. Nuestros amigos comunistas habían obedecido a regañadientes la consigna de acatar la bandera roja y amarilla y la monarquía, pero en las asambleas universitarias lo que se debatía alucinadamente era la dictadura del proletariado o la superioridad del modelo chino o el modelo cubano, la vigencia del proyecto de revolución mundial de Trotski o la dudosa posibilidad del tránsito al socialismo desde la legalidad burguesa.
Fue la democracia la que nos hizo poco a poco demócratas; empezamos a serlo en 1977, quizás lo fuimos del todo por primera vez la noche del 24 de febrero de 1981, cuando nos echamos a la calle en una fraternidad provocada de golpe por la conciencia de lo que habíamos estado a punto de perder.
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. En la mañana de diciembre en que leo en el periódico la muerte de Pedro Altares una cola larguísima de gente apacible y festiva aguarda turno para visitar el Congreso de los Diputados, abierto al público en el aniversario de la Constitución. La cola se extiende por el paseo del Prado y la calle de Alcalá hasta la esquina del Círculo de Bellas Artes. Me doy cuenta de que hasta ahora no había pensado de verdad en el doble imperativo que hay en el verso de Cernuda: tan necesario como el recuerdo es el deber civil de contar lo que uno vio con sus propios ojos a quienes han venido después. En 1977, personas como Pedro Altares y Jordi Solé Tura estaban haciendo posible este tiempo presente, esta mañana de diciembre.

lunes, 7 de diciembre de 2009

PRENSA. 7 diciembre 2009


En "El País":

1. "Ser mujer en un país árabe puede ser de gran ayuda". Entrevista a Luz Gómez García, profesora de Filología Árabe en la universidad Autónoma de Madrid. Por Fernando Peinado Alcaraz.

2. Semántica. Columna de Almudena Grandes sobre internet y los derechos de autor.

3. "Lo fantástico de la música es que da contenido físico a las pasiones". Entrevista al director de orquesta Daniel Barenboim. Por Juan Ángel Vela del Campo.

4. México se refugia en la cultura. Más de 600.000 personas acuden a la cita con los libros en Guadalajara. Por Pablo Ordaz.

5. Última ocasión para salvar el clima. Sobre la cumbre de Copenhague, por Rafael Méndez. Además, un editorial conjunto de 56 periódicos de 45 países: Frente a una grave emergencia.

6. Shanghai se amuralla. Reportaje, por José Reinoso. La subida del nivel del mar amenaza con inundar la ciudad, motor económico de China. Cientos de kilómetros de diques intentan proteger la gran urbe.

7. Aprender a ser laicos. Artículo de Rafael Díaz-Salazar, profesor de Sociología en la Universidad Complutense y autor de España laica.

domingo, 6 de diciembre de 2009

PRENSA. 6 diciembre 2009 (2)


En suplementos de "El País".

1. "Afganistán es una guerra sucia". Reportaje de José Luis Barbería. Después de haber gastado 1.562 millones de euros y sufrido 89 bajas en tierra afgana, España incrementa su contingente militar para hacer frente a una peligrosa escalada bélica.

2. La crucifixión de Diego P. Reportaje de Juan Jesús Aznárez. Una cadena de dictámenes médicos erróneos propició que el padrastro de una niña de Canarias fuera detenido y vilipendiado como presunto autor de malos tratos que causaron la muerte de la chiquilla. Tras ser linchado mediáticamente, se demostró su inocencia. Ésta es su historia.

3. Una herencia americana. Reportaje. Presidente de la República Dominicana, intelectual, escritor, activista político y, sobre todo, ciudadano de América Latina, Juan Bosch (1909-2001) dejó un legado de dignidad y solidaridad. Este texto, que analiza su vida y pensamiento, corresponde a una conferencia de Juan Luis Cebrián leída el pasado jueves en la Casa de América, en Madrid, en el centenario del nacimiento de Bosch.

4. Quiero ser salvaje. Artículo de Elvira Lindo sobre el escritor Álvaro Pombo y los españoles.

5. Un enfoque nihilista. Artículo de Javier Sampedro.

PRENSA. 6 diciembre 2009


En "El País".

1. Marionetas. Columna de Manuel Vicent.

2. El fútbol es injusto, como la vida misma. Reportaje de Cayetano Ros. Francia pide una regeneración ética del deporte tras la mano de Henry. La FIFA sólo aceptará la tecnología para la línea de gol.

3. España se reseca. Reportaje de Rafael Méndez. La Península es la zona europea que más lluvia perderá (un 20%) por el cambio climático, según un estudio oficial. La subida de temperatura medida desde 1970 duplica ya la media mundial.  

4. A bordo del expreso del clima. Reportaje de Clemente Álvarez sobre la Cumbre de Copenhague. Ir a la cumbre contra el calentamiento también contamina. Un viaje en tren reivindica el modelo más sostenible.

5. Los otros piratas. Artículo del escritor Julio Llamazares sobre la piratería en internet.

6. Te recuerdo, Víctor Jara. Reportaje de Manuel Délano. El funeral del cantautor chileno, asesinado por los militares golpistas hace 36 años, se convierte en un acto multitudinario en defensa de la libertad.

sábado, 5 de diciembre de 2009

PRENSA. 5 diciembre 2009


En "El País"

1. "Ver una palabra mal escrita me causa impresión".  Entrevista a Pablo Giomi, finalista de la fase española del Concurso Hispanoamericano de Ortografía. Por J.A. Aunión.

2. Nadie. Columna de Manuel Rivas sobre la activista saharui Aminetu Haidar.

3. Un bisturí en la controversia 'web'. Reportaje. Representantes del mundo de la creación cultural, Internet, la abogacía y el Gobierno discuten en la sede de EL PAÍS la polémica 'ley antidescargas'.

4. Una relación adúltera con la literatura. Reportaje de Pablo Ordaz desde la Feria del Libro de Guadalajara (México). El escritor Mario Vargas Llosa relata en la Feria del Libro de Guadalajara su relación con Juan Carlos Onetti.

5. La dieta de los 100 años. Reportaje de Javier Sampedro. Comer un 30% menos de lo normal sin descuidar los nutrientes esenciales alarga la vida. Pero ¿cómo lograrlo sin pasar hambre? Los científicos ensayan el ajuste de los aminoácidos.

6. Largo adió al negacionismo. Reportaje de Daid Alandete. EE UU ya siente en su territorio los efectos del aumento de la temperatura. Obama quiere crear empleo impulsando las energías renovables.  

7. El camelo de la intimidad. Columna de Vicente Verdú. El secreto del cuerpo ha perdido prácticamente todo su valor.

8. El inacabable debate sobre la nación. Artículo del historiador José Álvarez Junco.

9. Recuperación global. Artículo de Samí Naïr. Traducción de M. Sampons.

viernes, 4 de diciembre de 2009

PRENSA. 4 diciembre 2009


En "El País".

1. Como ahora. Columna de Juan José Millás.

2. La lengua española estrena caja de herramientas. Por Javier Rodríguez Marcos. Las 22 academias publican hoy la primera gramática panhispánica.

3. El pulmón del mundo enferma. Reportaje de Francho Barón. La sequía deja aisladas a comunidades indígenas y convierte el Amazonas en un vertedero de peces. Brasil pide ayuda para frenar el calentamiento.

4. Tropezar dos veces en la misma arena. Artículo de Bernabé López García, catedrático de Historia Contemporánea del Islam en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del Comité Averroes.

5. Obstáculos a la lucha contra el cambio climático. Artículo de Ignacio Sotelo. Se precisan grandes inversiones que la mayoría de los países no están en condiciones de sufragar.

6. Bolonia rescata a Chaplin y Keaton. Reportaje de Lucia Magi. La Cineteca desempolva dos documentales inéditos sobre la intimidad de ambos genios.

jueves, 3 de diciembre de 2009

PRENSA. 3 diciembre 2009


En "El País":

1. La ley 'antidescargas' inflama internet. Por Ramón Muñoz. El proyecto del Gobierno de bloquear las 'webs' de intercambio sin permiso reabre la lucha entre industria cultural e internautas. Duro manifiesto contra el plan.

2. Incendio en la causa climática. Reportaje de Rafael Méndez. El correo robado a investigadores irrumpe en Copenhague. Las cartas pueden revelar abusos, no una conspiración. El calentamiento está probado pero muchos lo discuten.

3. "El mar se tragó dos veces mi casa". Reportaje de Ana Gabriela Rojas. La subida del nivel del agua amenaza con anegar un 17% del territorio de Bangladesh. Unos 20 millones de personas pueden verse forzadas a emigrar.

4. Los fueros de la ficción. Artículo de José María Ridao. Desde hace una década un buen número de novelas declaran basarse en hechos reales y su principal mérito recae en la fidelidad con la que se recrean. Por esa vía, se abre camino una nueva y asfixiante ortodoxia.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

PRENSA. 2 diciembre 2009


En "El País".

1. "Para mi hija prefiero los valores de aquí". Entrevista a Shabana Chohdry, presidenta de la "Associación de dones pakistaníes", en Barcelona. Por Ángeles Espinosa.

2. La furia. Columna de Elvira Lindo.

3. Nace la 'policía' cultural de internet. Por Ramón Muñoz. Una comisión administrativa podrá bloquear las 'web' que faciliten las descargas 'piratas' de cine o música. La intervención judicial no será indispensable.  

4. De compras en la oficina. Artículo de Manuel Rodríguez Rivero.

5. El velo y la cruz. Artículo de Jorge Urdánoz Ganuza, profesor de Teoría Política en la Universidad Autónoma de Madrid.

6. "Extraña ver la quinta dimensión en una ópera". Entrevista a Lisa Randall, catedrática en Física Teórica en la Universidad de Harvard. Por Joan Carles Ambrojo.

martes, 1 de diciembre de 2009

PRENSA. 1 diciembre 2009



En "El País":

1. Mentirosos. Columna de Rosa Montero.

2. EL POETA MEXICANO JOSÉ EMILIO PACHECO, PREMIO CERVANTES. Una gloria literaria, un triunfo moral, por Pablo Ordaz. Podemos leer su Elogio del jabón. Desde el artículo anterior, podemos enlazar con otros de Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Juan Cruz y Elena Poniatowska.

3. Nada puede reparar al falso culpable. Reportaje de Juan Manuel Pardellas y Rosario G. Gómez. El hombre acusado erróneamente de matar y violar a una niña se enfrenta ahora al trauma y al estigma. Una cadena de fallos llevó a un juicio paralelo. La presunción de inocencia fue pisoteada. Mañana podemos ser nosotros, análisis del abogado Alberto Jabonero Corral.

4. La memoria de las mujeres. Artículo de la escritora y periodista Rosa Pereda.

5. Los países más corruptos. Columna de Andrés Oppenheimer.

domingo, 29 de noviembre de 2009

PRENSA. "Esos saberes irrelevantes", artículo de Javier Marías



Reproducimos el artículo del escritor Javier Marías, aparecido en "El País Semanal":

Esos saberes irrelevantes
En algún lugar vi la noticia, un breve, una curiosidad, una anécdota sin importancia. Lamenté que fuera tan escueta, me habría gustado conocer más detalles del asunto, no tan baladí para mí como para quienes lo recogieron. Al parecer, una joven española, aspirante a ganar el certamen "Reina Hispanoamericana 2009", al preguntársele por el año en que Colón descubrió América, contestó que "en 1780". Da curiosidad saber por qué diablos eligió esa fecha disparatada, en vez de responder "No lo sé", que habría resultado más disculpable. ¿Por qué 1780? ¿Cómo creerá la joven que era el mundo en ese año? ¿Sabrá que pertenece al siglo XVIII o ni siquiera le habrán enseñado cómo calcular los siglos? ¿Sabrá lo que es un siglo? Si hubiera dicho "1789", podríamos pensar que se confundió de fecha célebre. Pero, ¿1780? En verdad un arcano. La noticia añadía algo, quizá más sintomático y revelador todavía: se conoce que a la muchacha le quisieron sacar los colores por su metedura de pata en un programa de TVE, pero ella se defendió con desparpajo y afirmó: "Es irrelevante saber eso".
Es fácil no conceder importancia a la cosa y consolarse con la asentada idea de que todas las misses y aspirantes a tales son ignorantes por definición y tontas de baba. Sus grititos, sus llantos y sus obviedades han sido parodiados hasta la saciedad en películas y programas de humor. ¿Qué se puede esperar de una miss? Ya se sabe. Pero la joven en cuestión era probablemente una chica normal hasta hace cuatro días. Habrá ido al colegio como cualquiera, y quién sabe si no habrá terminado su bachillerato o su ESO o como quiera que se llame ahora. Habrá llegado a sus dieciocho o veinte años con alguna instrucción, y la prueba es que le viene a la cabeza la palabra "irrelevante", algo que en nuestro tiempo no está al alcance de todos. Yo me temo que sus dos respuestas, la de 1780 y la de la irrelevancia, las podrían haber dado numerosos jóvenes que nada tuvieran que ver con concursos de belleza y no pocos adultos actuales, entre ellos, sin duda, algunos de los periodistas televisivos que le quisieron sacar los colores, sólo que a ellos no se les hacen esas difíciles preguntas con cámaras delante.
"Es irrelevante saber eso". En cierto sentido no le falta razón a la candidata a "Reina", porque lo mismo opinaron, a buen seguro, cuantos profesores tuvo en su vida y los responsables de Educación -gubernamentales y autonómicos- de las últimas dos o tres décadas, que han hecho todo lo posible por convertir a España en una sociedad de iletrados, de ignorantes ufanos de su ignorancia, de primitivos duchos en tecnología; así como un buen número de progenitores, que se han dedicado a exigir a los docentes que enseñen a sus vástagos "cosas prácticas", que les sirvan para ganarse la vida en el futuro, y no pierdan el tiempo con lo "irrelevante". ¿Sirve de algo el latín, una lengua cadáver? ¿Sirven las matemáticas, cuando tenemos calculadoras que nos dan el resultado de cualquier operación en el acto? ¿Sirven la gramática, la sintaxis y la ortografía, si da lo mismo cómo se hable y se escriba? ¿Sirve conocer la historia, si basta con buscar en Internet para averiguar al instante quién fue tal personaje o qué pasó tal año? ¿Sirve la geografía, si cogemos aviones que nos trasladan a cualquier sitio en unas horas y nos trae sin cuidado el trayecto? ¿Sirve algo de algo? ¿Y qué es, pues, "lo práctico"? Tal vez sólo aprender a manejar el ordenador y la calculadora. En realidad, ¿para qué es necesario ir a la escuela? ¿Para tener una idea del mundo, del pasado de la humanidad, de la historia del arte y de las religiones, de la evolución de las ciencias, de nuestra anatomía, de los textos que se han escrito, de la multiplicación y la división y la suma y la resta, del círculo y el triángulo? Nada de eso es "práctico" ni ayuda a ganarse la vida, no digamos a ser Reina Hispanoamericana. Y sin embargo ...
La educación no son sólo conocimientos y datos. Es parte esencial de lo que solía llamarse "formación", esto es, la conversión de los individuos en personas, no en seres animalescos que caen en el mundo sin tener noción de lo que hubo antes que ellos, incapaces de asociar dos hechos, de distinguir entre causa y efecto, de articular dos frases inteligibles, de pensar y razonar, de comprender un texto simple. Esta es la clase de ser que cada día abunda más en nuestra sociedad intelectualmente rudimentaria. El problema es que, por algún misterio, a la postre esos seres no resultan "prácticos" ni se pueden ganar la vida, la vieja aspiración de sus ya embrutecidos padres. No es raro ver en la televisión a jóvenes y no tan jóvenes que dicen en estos tiempos de crisis: "Yo no quiero estudiar, lo que quiero es que me den un trabajo para ganar dinero". A menudo tienen tal pinta de cabestros que me descubro pensando con pena: "Pero, hombre de Dios, ¿cómo te va a dar nadie un trabajo si es obvio que no te han enseñado nada y que aún no sirves ni para pegar un sello? Si yo fuera un empresario, no te contrataría". Me temo que los que lo sean pensarán otro tanto: "No necesito a un animal tecnológico, que sepa darle a las teclas según se le ordene, pero sin tener ni idea de lo que hace. No necesito a una persona incompleta. Tráiganme a alguien civilizado, con conocimientos irrelevantes, de los que permiten desenvolverse en el mundo".

PRENSA. 29 noviembre 2009 (2)


En suplementos de "El País":

1. Bophal sigue muriendo. Reportaje de Ana Gabriela Rojas. El jueves se cumplen 25 años del terrible escape tóxico en la ciudad india. Tras decenas de miles de muertes, el veneno liberado aún sigue matando y destrozando vidas.

2. Nietzsche y los enemigos públicos. Artículo de Bernard Henri-Lévy. El anuncio hecho por una página web del reparto gratuito de dinero en el centro de París degeneró en un motín urbano y sacó a la luz el malestar de la civilización democrática.

3. La mujer pantera. Artículo de Elvira Lindo.

4. El 'blog' que mueve la isla. Por Mauricio Vicent. Comenzó su bitácora como un "exorcismo". Ahora es más que un emblema de la crítica al Gobierno cubano. Yoani Sánchez ha transformado la manera de hacer disidencia. Y denuncia que fue golpeada por ello.

5. Nellie, la reportera original. Reportaje de Lola Huete.

6. Por qué cuesta automotivarse. Reportaje de psicología de Xavier Guix. Mientras los estímulos nos llegan de fuera, estar motivado es más fácil. El problema empieza cuando las fuerzas, las ganas y la voluntad tienen que partir de uno mismo y se nota que nos falta práctica en esta disciplina.

7. "Las mujeres de los países ricos vuelven a tener hijos". Entrevista a Anna Cabré. Por Malén Aznárez. Toda una lección escuchar a esta experta en demografía hablar de la evolución de las sociedades: matrimonios, fecundidad, gente mayor… Tenemos que cambiar muchos prejuicios.

8. El reino que quiso medir la felicidad. Reportaje de Pablo Guimón. ¿Y si los indicadores económicos no fueran suficientes para medir el bienestar de una sociedad? Hace 35 años, en un aislado reino del Himalaya, un carismático rey decidió que era más importante la felicidad interior bruta que el producto interior bruto. Hoy, Bután es la democracia más joven del mundo y el exótico campo de pruebas de uno de los debates más interesantes del pensamiento económico global.

9. Esos saberes irrelevantes. Artículo de Javier Marías.

PRENSA. 29 noviembre 2009


En "El País".

1. El crimen. Columna de Manuel Vicent.

2. México enciende su pasión por los libros. Por Pablo Ordaz. La Feria del Libro de Guadalajara abre sus puertas a la mejor literatura. La ciudad de Los Ángeles es la invitada de este año al certamen. Juan Cruz escribe sobre La felicidad de Pamuk.

3. ¿Solución? Curas mujeres o casados. Reportaje de Juan G. Bedoya. La jerarquía católica, abocada a revisar su rechazo a los curas casados y al sacerdocio femenino. Antes era pecado no ir a misa los domingos; ahora son los obispos los que no la ofrecen.

4. El aborto y los mínimos éticos. Artículo de Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

5. La expulsión de los moriscos. Artículo de Mario Vargas Llosa. La revisión crítica del pasado no es cometido del poder político sino de los historiadores y estudiosos. Ese lastre no se borra con un decreto ley ni una moción parlamentaria.

6. Cine. Artículo del escritor Luis Manuel Ruiz.

sábado, 28 de noviembre de 2009

PRENSA CULTURAL. "Babelia": "Una orgía perpetua", de Antonio Muñoz Molina


Antonio Muñoz Molina. Fotografía de Pablo Hojas

Reproducimos este artículo de Antonio Muñoz Molina, aparecido en "Babelia", suplemento cultural de "El País":

Una orgía perpetua

Habría que saber por qué caminos improbables llegan a nosotros desde muy lejos las influencias que van a determinar nuestra vocación, nuestra manera de mirar el mundo. En Úbeda, cuando estaba en el último año del instituto, un amigo con el que compartía el amor por la música pop y por la literatura me dio a leer por primera vez un cuento de Julio Cortázar.
Me hizo una impresión tan fuerte que al cabo de tantos años y después de haber leído tanto los cuentos de Cortázar y de haber dejado de leerlos me sigo acordando de éste: era La isla a mediodía. Me sorprendió con la sugestión de lo raro, de lo inusitadamente nuevo. Estaba escrito en una lengua que era la mía, y que sin embargo tenía una flexibilidad, una música desconocida, entre lo coloquial y lo abstracto, muy ajena a la de los escritores españoles a los que yo leía por entonces, y por supuesto a las traducciones de novelas extranjeras de las que me alimentaba, dependiendo de las disponibilidades limitadas de la biblioteca pública y de mis compras en el Círculo de Lectores, cuyos viajantes llamaban a la puerta cada tres meses trayendo el tesoro inusitado de sus catálogos y sus encargos, un poco a la manera en que los gitanos de la tribu de Melquíades aparecían cada cierto tiempo en Macondo para mostrar las novedades del mundo exterior.
Cuesta ahora revivir en toda su plenitud el impacto que tuvo para muchos españoles jóvenes el primer encuentro con la literatura moderna de América Latina. Estaba escrita en nuestro idioma y sin embargo era desmedida y exótica, en el sentido más noble de la palabra, porque nos abría la imaginación a continentes tan asombrosos como los que siglos atrás habían intentado contar los cronistas de Indias. Llegaba como un vendaval de innovación y ruptura, pero a la vez poseía todo el hechizo de los relatos primitivos, toda la fuerza de las novelas inmensas del siglo XIX. Por los laberintos de Cien años de soledad uno se perdía como por las historias entreveradas del Quijote o de Las mil y una noches o El Decamerón. En algunos suplementos literarios que llegaban de Madrid con varios días de retraso se hablaba de experimentos confusos e incitantes en la literatura, de novelas escritas sin puntos ni comas ni personajes ni tramas que debían de ser tan prestigiosamente indescifrables como algunos discos de Frank Zappa llegados también a nuestra provincia cualquiera sabe por qué caminos. Estaba claro que en aquel cuento de Julio Cortázar había algo muy nuevo que uno no sabía lo que era, igual que en los diálogos entreverados de otra novela también llegada por entonces, La casa verde, pero esa parte de extrañeza no entorpecía la lectura ni enturbiaba la historia, sino que las hacía aún más incitantes. Con la pedantería propia de la adolescencia, durante varios años yo me empeñé en demostrarme a mí mismo que era un lector intrépido y un aspirante a novelista de vanguardia, sometiéndome a las audacias narrativas españolas más celebradas por la crítica de entonces: Oficio de tinieblas 5, de Cela; Heautontimoroumenos, de J. Leiva o Leyva; Juan sin tierra, de Juan Goytisolo. Ni la más ardiente hipocresía con uno mismo atenuaba la modorra, la desoladora apatía. ¿No habría otra manera menos árida de convertirse uno en escritor de su tiempo?
Por no hablar de otra presión, la ideológica. Agazapado en su provincia, uno no sólo aspiraba a irrumpir en Madrid como novelista o en su defecto como autor teatral de vanguardia, sino además a derribar la dictadura del general Franco y a ser posible construir el socialismo, para lo cual hacía falta someterse a un régimen punitivo de lecturas de manuales marxistas y seminarios llamados de formación en los que la densidad de los conceptos a dilucidar era aún más impenetrable que el humo del tabaco negro en aquellas habitaciones que tenían algo de catacumbas para los devotos de una religión perseguida. El régimen de Franco no dejó de ser sanguinario hasta el último día, y quienes regresaban a la luz después de haber sido torturados en las comisarías conservaban una palidez y un extravío en la mirada como de muertos en vida, pero los escaparates de las librerías estaban inundados de clásicos del marxismo y de manuales revolucionarios que nosotros leíamos, subrayábamos, analizábamos hasta la extenuación, contagiándonos de una retórica como de hormigón armado, llena de palabras abstractas y de reiteraciones machaconas, de "en tanto en cuanto" y de infraestructuras y superestructuras y correlaciones de fuerzas y análisis concretos de las situaciones concretas y contradicciones de primer nivel y segundo nivel.
Después de rumiar aquellos resecos piensos verbales no era muy fácil que a uno le quedara paladar ni oído para el idioma, y menos aún sutileza para percibir los matices de la vida real, que es el reverso de las caricaturas doctrinarias que aspiran a reducir a los seres humanos a muñecos de cartón. Antes de llegar a la universidad y atragantarme voluntariosamente de ideología yo había escrito con una felicidad irresponsable, imitando sin escrúpulo cualquier modelo con el que me entusiasmara, escribiendo dramas poéticos a la manera de Lorca y poemas de amor a la manera de Bécquer y luego a la de Pablo Neruda, piezas de teatro del absurdo copiadas de Beckett y de Ionesco, de teatro de agitación copiadas de Brecht y de Peter Weiss, arranques de novelas fastuosamente planeadas que nunca pasaban de la primera página.
Y de pronto aquel caudal absurdo que había fluido tan sin esfuerzo y con resultados tan abundantes como deplorables quedó interrumpido. Escribir había sido un juego y ahora era, opresivamente, una misión y un tormento. El doble cepo de la ortodoxia ideológica y la coacción vanguardista me paralizaba. La literatura tenía que ser un arma en la lucha contra la dictadura y contra el capitalismo; la literatura tenía que romper con las convenciones burguesas del costumbrismo y el realismo, con la utillería decrépita de los personajes, de los argumentos, hasta de la sintaxis, todo tan muerto como la pintura figurativa después del triunfo irrevocable de la abstracción, o como la música melódica desacreditada por la atonalidad. A uno tenía que remorderle la conciencia por haber leído alguna vez con emoción a Galdós o a Miguel Delibes.
Un cuento de Julio Cortázar me había despertado a la literatura contemporánea cuando tenía 17 años. Yo creo que fue un cuento de Borges el que me sacudió del sopor ideológico y estético unos años después, el que empezó a educarme en la forma de escritura que iba a ser ya siempre la mía. Leí El Aleph y mi idea de la lengua literaria española y de la ficción cambiaron para siempre. Era posible contar con ironía y verdad, con transparencia y ternura, y a la vez subvertir las mismas normas del relato que tan cuidadosamente se estaban respetando. Después vinieron Rulfo y Bioy, Carpentier, Onetti, Manuel Puig, Vargas Llosa, Donoso, Idea Vilariño, Bryce, Roberto Piglia, José Emilio Pacheco, Reynaldo Arenas, tantos más, una orgía perpetua, la vuelta al día en los ochenta mundos de una literatura que no se acaba nunca.

viernes, 27 de noviembre de 2009

PRENSA. 27 noviembre 2009


En "El País":

1. A las órdenes de su peor enemigo. Reportaje de Jacinto Antón. Un libro documenta la presencia de soldados de origen judío en el Ejército nazi. El historiador Bryan Mark Rigg calcula que fueron 150.000 en todos los cuerpos.  

2. Faltan árbitros para tanta pareja rota. Reportaje de Cristina Castro Carbón. Los puntos de encuentro protegen a los hijos frente al conflicto de sus padres. Pero muchos centros no dan abasto y operan en el vacío legal.

3. Herta Müller y la construcción europea. Artículo de Albert Branchadell, profesor de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universitat Autònoma de Barcelona. ¿Qué papel desempeña la UE ante las situaciones de diversidad nacional de los Estados del continente? Lo cierto es que no dispone de mecanismos de verificación del "respeto y protección de las minorías".

4. CRÍTICA DE CINE. Paranormal Activity, de Oren Peli (por Carlos Boyero); además, entrevista al director de la película (por Gregorio Belinchón). El baile de la victoria, de Fernando Trueba (por Javier Ocaña). Buscando a Eric, de Ken Loach (por Javier Ocaña). Planet 51, de Jorge Blanco, Javier Abad y Marcos Martínez (por Jordi Costa). Adventureland, de Greg Mottola (por Jordi Costa).