jueves, 31 de marzo de 2016

POESÍA. "Lluvia de Kyoto". Luna Miguel (Alcalá de Henares, 1990)


Luna Miguel

Lluvia de Kyoto


si te digo la verdad la belleza del templo de oro
no me importa
esta es la ciudad de la calma la capital de la luz
en la que cada calle esconde un lugar sagrado
y cada gota de lluvia podría lavar nuestros sueños
hoy te enfadas por algún motivo simple
si te digo la verdad me gusta mucho enfadarme contigo
porque cuando me enfado contigo no me acuerdo
de las cosas que antes me ponían triste
como que mi padre vuelva a casarse
como que mi vientre se burle vacío
como que no quede dinero para ir más lejos
o como que ahora nos encontremos en un parque
donde todo es lluvia y furia
y los monjes ya no cantan por temor a ahogarse
me regalas un paraguas de 500 yenes
es transparente y se parece a los que llevan tímidas
entre sus brazos las heroínas manga de la adolescencia
el plástico nos protege de camino al ryokan
en la habitación tú cierras los ojos y yo pataleo
aún así nos hacemos fotos divertidas con kimonos
si te digo la verdad la belleza de Kyoto me hace daño
aquí todo es tan silencioso que las bicicletas
son tanques que los gatos callejeros hacen temblar
la tierra que los bebés hambrientos en carritos
despiertan el paisaje con su llanto
en los charcos polillas empapadas agonizan
la lluvia que no lava sueños
también puede ser metralla


Maruyama Koen, Kyoto, 
29 de julio de 2015

ARTE. "¿Qué pintura retrata mejor el amor?"

   En "Jotdown":

¿Qué pintura retrata mejor el amor?

Publicado por 
El amor romántico no lo inventó Hollywood, ni tan siquiera el mismísimo Shakespeare. A diferencia de lo que cierta posmodernidad extraviada pretende, estaríamos ante un rasgo común a todas las culturas y épocas, que abarca desde los indígenas americanos a los aborígenes australianos, y nos incluye a todos los que quedamos en medio. Al menos así lo concluye este sesudo artículo: «Parece mucho más plausible que los seres humanos son, por naturaleza, el tipo de animales que se enamoran». Muy bien, es un padecimiento universal, pero ¿qué más sabemos de él? ¿Es cierto eso que dicen de que gracias a él un cielo en un infierno cabe? ¿Tiene cura? ¿Queremos siquiera curarnos? Puede que el amor sea la respuesta pero desde luego genera a su vez muchas dudas y ya no tenemos el consultorio de Elena Francis para guiarnos. En realidad tenemos algo mucho mejor:esta revista. Quizá no solucione su vida sentimental pero al menos viene con un bloc de regalo, y solo por quince euros. Si bien el número estará agotado como no se den prisa, el tema que aborda no podrá estarlo jamás. Se ha escrito, se ha cantado y se ha pintado muchísimo al respecto (¡y lo que aún queda!) pero ahora será en esto último, en la pintura, donde nos centraremos para la siguiente encuesta. Voten y añadan si quieren algún otro ejemplo.
(La caja de voto se encuentra al final del artículo)
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El beso, de Gustav Klimt
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Como polillas incapaces de apartarse de una bombilla, a lo largo de los siglos infinidad de artistas han vivido obsesionados por capturar la belleza femenina. Fue, entre tantos, el caso de Gustav Klimt, a quien además de mujeres desnudas —en ocasiones masturbándose— también le gustaba dibujar gatos. Habría sido feliz en internet. El cuadro que le hizo entrar por la puerta grande en la historia del arte como podemos ver no era pornográfico, aunque sí está teñido de un suave erotismo. En esta obra que recogió tradiciones pictóricas muy diversas, desde japonesas hasta bizantinas, vemos a su pareja, Emilie Flöge, arrodillada en una actitud de entrega aunque al mismo tiempo apartando su rostro de forma esquiva. Cómo no enloquecer con ese tira y afloja tan reconocible. La túnica de él, adornada con figuras rectangulares, y la de ella, de formas redondeadas, aunque ambas del mismo color y de límites casi indistinguibles, sugieren una naturaleza masculina y otra femenina que se complementan en un solo ser.
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Pigmalión y Galatea, de Jean-Léon Gérôme
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Ya hablamos aquí de este mito griego mil veces reinterpretado, a veces en versiones tan aparentemente distantes entre sí como My Fair Lady y Ex Machina. Este rey de Creta y escultor que «célibe de esposa vivía y de una consorte de su lecho por largo tiempo carecía» terminó enamorándose de su propia creación y logrando, por intercesión de los dioses, que cobrara vida. El mayor anhelo de todo artista.
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En la cama: el beso, de Toulouse-Lautrec
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Toulouse-Lautrec describió como «el epítome del placer sensual» este retrato que realizó de dos prostitutas parisinas besándose, cuya finalidad era, precisamente, decorar un burdel. Pero más que deseo sexual lo que transmite es ternura. El motivo sirvió para otro cuadro similar.
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Off, de Edmund Blair Leighton
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No podía faltar la representación de unas buenas calabazas. La postura de la chica, con las piernas cruzadas, las manos sobre ellas como reforzando su actitud de cierre y mirando hacia otro lado ya da cierta idea de cuál ha sido su respuesta a la petición de matrimonio. Por si algún observador aún no lo tiene claro, este pintor prerrafaelita de la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX, también nos mostró el ramo de flores tirado en medio del camino y finalmente al desdichado batiéndose en retirada, caminando cabizbajo con las manos a la espalda, intuimos que pensando en qué pudo salir mal esta vez, repasando inútilmente cada frase y cada gesto.«Te quiero pero como amigo», ñiñiñiñi…
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El cumpleaños, de Marc Chagall
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Cantantes y poetas han empleado siempre metáforas en torno a cómo uno se siente flotando en compañía de la persona amada, así que Chagall se retrató en compañía de su esposa Bella en un fiel reflejo de su estado de ánimo, volando como un globo al desinflarse después de que esta aceptara el ramo de flores que le ha entregado. Podían contar el uno con el otro y ya poco importaba la austeridad en la que vivían en aquel momento, que también muestra el cuadro.
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En el jardín, de Pierre-Auguste Renoir
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A diferencia de los prerrafaelitas, que eran capaces de contar una película entera en una imagen, los pintores impresionistas tendían a rehuir esas escenas tan declamativas y cargadas de significado. Pese a dicha preferencia por una mayor ligereza, aquí Renoir nos mostró a una joven pareja disfrutando de un día campestre. Ella al menos, que su novio permanece tan absorto contemplándola que no sabe si es de día o de noche. Los protagonistas son Aline Charigot, la novia en ese momento del artista y futura esposa, y un amigo de este, Henry Laurent. Ambos fueron retratados también en este dibujo de Renoir.
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Francesca da Rimini y Paolo Malatesta vistos por Dante y Virgilio, de Ary Scheffer
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Durante su descenso a los infiernos Dante se encontró en el segundo círculo un huracán, en el que eran zarandeadas las almas condenadas por la lujuria. Dos de ellas pertenecían a Francesca de Rímini y a su amante Paolo Malatesta, hermano de su marido, quien al descubrir la infidelidad asesinó a ambos. Se trata de un hecho real ocurrido en el siglo XIII que sirvió también al escultor Auguste Rodin para su conocidísima obra El beso. Por su parte, el pintor franco-holandés Ary Scheffer representó esa escena dantesca con las dos almas en pena fundidas en un abrazo ante la mirada compasiva de los dos viajeros.
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Casados por amor, de Marcus Stone
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Si los matrimonios concertados han sido tradición durante tantos siglos es, precisamente, porque funcionaban. Piensen en ello. Luego llegó la moda esta moderna de casarse por amor y, en fin, miren las actuales tasas de divorcio y de soltería. Afortunadamente algo queda de esta noble costumbre y es el papel de los suegros: quién mejor que los padres de uno para saber qué le conviene. Así lo refleja este cuadro, titulado Casados por amor, en el que el hijo acude con su esposa y su hijo recién nacido a la presencia de su padre. Mientras el anciano sestea plácidamente, su hijo llega hecho un manojo de nervios, vean la posición adelantada del cuerpo, tensa, con toda su atención centrada en aquel de quien parece necesitar su aprobación. El cuadro fue pintado en 1882, pero está ambientado en el siglo anterior, tal como ocurría a menudo en el arte victoriano. Merece mucho la pena echar un vistazo a la galería de obras de su autor.
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El matrimonio Arnolfini, de Jan van Eyck
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En cambio aquí tenemos un matrimonio como Dios manda, de comienzos del siglo XV. Véase qué serenidad casi sobrehumana irradian, seguro que se trataban de usted el uno al otro y consumaron a oscuras y después de rezar. Estamos ante un cuadro repleto de simbolismo, que retrata no solo a un matrimonio con su perrito sino a toda una época y una nueva mentalidad que se asomaba a Europa. El lienzo además tuvo una historia de los más accidentada que incluye familias reales, saqueos, robos y malentendidos de todo tipo. Pero sobre ello ya escribimos este artículo.
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Autopsia, de Enrique Simonet
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Nos llegaba hace unos días la noticia sobre la propuesta de las juventudes de un partido sueco de legalizar la necrofilia. Desconocemos cuánta demanda real habría pero sí podemos decir que se trata de una fantasía que ha estado en las mentes calenturientas de diversos escritores y artistas a lo largo de la historia, desde Bukowskihasta el estupendo vídeo de Tom Petty and the Heartbreakers. Es una forma infalible de evitar calabazas y conquistar el corazón de la persona amada, aunque sea a base de sacárselo, como en esta obra del pintor valenciano Enrique Simonet, cuyo título completo es ¡Y tenía corazón! (Anatomía del corazón).
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Los amantes, de René Magritte
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Pintado en 1928 por uno de los representantes más destacados del surrealismo, es una de las obras que más extrañeza logran provocar en el observador, y también que más interpretaciones ha despertado en torno a su significado.
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Las dos amigas, de Louis-Jean-François Lagrenée
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Este autor francés del siglo XVIII pintó otra versión de la historia que mencionábamos antes de Pigmalión y Galatea, así como otros mitos griegos y pasajes bíblicos. Siempre y cuando, claro, le permitieran dibujar cuerpos desnudos y a ser posible retozando, afición de la que dejó múltiples ejemplos, un par de ellos actualmente conservados en el Museo del Prado. El que vemos sobre estas líneas pese a lo que indique su título va más allá de la amistad, en una escena rematadamente sensual y acogedora de dos chicas haciendo la tijera. Mientras la de la izquierda mira tiernamente a su pareja, la de la derecha está derretida de placer.
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La siesta, de Vincent van Gogh
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Unos meses antes de su muerte, cuando estaba ingresado en el sanatorio de Saint-Rémy de Provence, Van Gogh tomó como inspiración esta pintura de Jean François Millet. La escena como vemos es muy similar aunque, fiel a su propio estilo, cambia por completo el uso de los colores.
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La tormenta, de Pierre Auguste Cot
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Estaría inspirada en la obra literaria del siglo II, Dafnis y Cloe, y fue pintada en el año 1880. Esta pareja que corre protegiéndose de la lluvia disfruta del amor en el esplendor de su juventud, que es la edad propicia para estas cosas, con sus carnes tersas y arrebatadoras. Luego enseguida llega la decrepitud y con ella la nostalgia.
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Gótico americano, de Grant Wood
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No cabe duda de que si hiciéramos un top diez de los cuadros más homenajeados y parodiados de la historia del arte, este sería una de ellos. Grant Wood lo pintó en 1930, bajo el azote de la Gran Depresión, como una representación del espíritu americano que se sobrepone a la adversidad. Estos dos granjeros de Iowa parecen decirnos que la vida no es para reír y con su austeridad, rigor puritano y disciplina para el trabajo encarnan esa tradición estadounidense que se remonta al Mayflower. Se les ve como un matrimonio con mucha afinidad, y sospechamos que una vez cerrada la puerta de su dormitorio realizarían unas acrobacias sexuales que difícilmente puede nadie imaginar.
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Amante colgando de ventana, de Banksy
Fotografía de Richard Cocks (CC). (Clic para ampliar)
Fotografía de Richard Cocks (CC). (Clic para ampliar)
El artista anónimo más famoso del mundo no necesita presentación. Este grafiti, también conocido como Hombre desnudo, no podía estar mejor ubicado que en la pared de un centro de planificación familiar, en Bristol.
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Drawing for Kiss V, de Roy Lichtenstein
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Durante un evento artístico celebrado en el hotel Chelsea en 1965 se sortearon entre los asistentes varias llaves por diez dólares cada una. Servían para abrir diversas taquillas en la Penn Station, en las que se encontraban obras de diversos artistas pop, como Andy Warhol o Roy Lichtenstein. De este último concretamente el boceto titulado Drawing for Kiss V. Hace cinco años dicho dibujo fue subastado y alcanzó un precio de dos millones de dólares. No fue mal negocio, desde luego. Aunque de esa obra lo que se popularizó fue la serigrafía que le da ese característico aspecto de cómic.
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El mundo de Cristina, de Andrew Wyeth
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Concluimos con una de las creaciones que más reconocimiento ha logrado del arte estadounidense y que, al menos por contraste, también nos dice algo en torno a este asunto que estamos tratando. La mujer que sirvió como modelo durante las sesiones fue la pareja de Andrew Wyeth, pero aquella a la que representa era su vecina, Christina Olson, una afectada de polio que acostumbraba a desplazarse así. El cuadro es de un realismo excepcional, como es costumbre en este artista, pero lo importante es todo aquello que nos evoca al contemplarlo. Soledad, abandono, impotencia… Transmite la sensación de que esa casa distante hacia la que dirige su atención representa el hogar, la familia, su oportunidad ser amada, pero resulta estar demasiado lejos para que pueda alcanzarla.

miércoles, 30 de marzo de 2016

POESÍA. "Incienso y dulces de Asakusa". Luna Miguel (Alcalá de Henares, 1990)


Luna Miguel

Incienso y dulces de Asakusa


ahora soy yo la que la que dibuja alas con los dedos
lo sé porque mientras tú me haces una foto
con la cámara azul oscuro fuji instax mini 8
mi silueta de 64,3 kilogramos y 169 centímetros
pone los dedos en uve de manera involuntaria
en otras 20 o 30 fotografías de turistas que como tú y yo
han madrugado esta mañana para admirar la pintura roja
que cubre la madera en el templo de Asakusa
sé que estoy aquí porque lo dice este rectángulo
analógico y sé que estoy aquí porque lo dice
una carta que recito a mi yo del futuro
donde le digo “habla de todo esto cuando llegues a casa
habla de tu silueta repetida y anónima
habla y di que comiste dulces de hello kitty
después de impregnar tu rostro con incienso
y pedir un deseo que escribirás únicamente cuando ya
se haya cumplido”


Asakusa, Tokio
27 de julio de 2015

Viñeta de EL ROTO

   En "El País" (13 marzo 2016):
Desorientación
El Roto

LITERATURA. Entrevista a Ricardo Menéndez Salmón, narrador

   En "elasombrario.com":

Menéndez Salmón, la literatura como insubordinación en ‘El Sistema’

Ricardo Menéndez Salmón.
Ricardo Menéndez Salmón.
Con ‘El Sistema’ (Seix Barral), Ricardo Menéndez Salmón ha obtenido el premio Biblioteca Breve 2016. Tras la ‘Trilogía del Mal’, el autor vuelve a indagar sobre el mal en el presente, un mal que adquiere el rostro del poder, la mentira y la ausencia de libertad. Enmarcada la acción en un tiempo posthistórico, ‘El Sistema’ es una dura reflexión sobre el contexto presente, una (re)lectura de lo sucedido política y socialmente en Grecia y España, y una exaltación del poder de la ficción narrativa como una forma de subversión al sistema y su propio lenguaje, que busca mantenernos en la minoría de edad intelectual.
Usted construye un cronomapa que se asienta referencialmente en el nuestro, pero que se distancia del mismo a partir no solo de una ubicación distópica, sino alejándose de la tradición de ‘los escritores de Realidad’ a los que usted mismo apela. ¿Es desde la anti-mímesis, desde el no realismo, desde donde mejor se habla del presente?
No necesariamente. Pero me siento más cómodo en otro clima de escritura. Siempre he trabajado desde una tradición poco frecuentada por los escritores de Realidad. Mis hermanos de leche, aquellos escritores a quienes siento hoy cercanos, y la mayoría de mis ancestros, aquellos escritores que reclamo en mi genealogía, no han nacido en Realidad. Me gusta mucho una frase de John Barth: “La realidad es un bonito lugar para ir de visita, pero uno no desearía vivir allí, y la literatura nunca lo ha hecho por mucho tiempo”.
Me gustaría preguntarle sobre el juego que usted plantea con el término Realidad, por un lado como país, como evocación de la España actual, pero también como mito: “Detrás de esa gran palabra no hay más que subterfugio del orgullo”.
Conviene precisar que, en la novela, en el contexto aludido, es la palabra Hombre, y no la palabra Realidad, la que provoca la sospecha del Narrador. En general, el empleo de la antonomasia, la enfatización de los vocablos, me resulta incómoda. Esa tentación del esencialismo, que tanto gusta a los metafísicos. En El Sistema, ya desde su título, se reflexiona a propósito de esa constante.
En oposición al mundo (país de) Realidad, usted contrapone el mundo de Empiria, tras el cual se puede ver el reflejo de Grecia. ¿Por qué decidió llamarlo Empiria, un término que por un lado alude, siguiendo la RAE, al empíreo, al cielo, al paraíso, y, por el otro lado, un término que se puede leer como referencia a lo empírico, es decir, a la experiencia vivida?
Porque Grecia, su legado, lo que significa para nosotros, los europeos de hoy, quienesquiera que sigamos siendo, apunta a esas dos instancias, un mundo ideal, en el cual se podrían hallar los frutos inmateriales que nos ha regalado (su amor por la forma, su abrumadora sensibilidad, buena parte de cuanto el enunciado de lo griego sugiere), y un mundo labrado sobre la experiencia, sobre la curiosidad, sobre la admiración por todo lo vivo, que es el otro gran venero que la filosofía, la ciencia y la literatura griegas nos regaló. Platón a un lado, Aristóteles al otro, y entre ellos Esquilo, Eurípides y Sófocles, pero también Arquímedes y Eratóstenes.
La referencia a la realidad actual de Grecia y de España y, por tanto, a la Europa actual y a la llamada crisis de la inmigración, ¿respondía a la necesidad de intervenir en tanto que autor? Es decir, ¿había un compromiso inevitable con su propio tiempo?
Respondo citando al escritor español que más admiro del pasado siglo, Juan Benet: “La literatura, por tener un estatus propio, tiene su propia moral, que no tiene por qué coincidir con el deber social, más general o más específico, impuesto por el momento histórico”. El compromiso de la literatura es consigo misma. El compromiso de escribir libros trascendentes, que apunten contra la banalidad. El compromiso de revelar, una vez más, lo que Bataille escribió en el prólogo de La literatura y el mal. Que la literatura es lo esencial o no es nada.
La Realidad y la Empiria, en cuanto territorios, se inscriben en un sistema insular, en un archipiélago de islas. Literariamente la isla evoca tanto el aislamiento y la condena como el paraíso o lo utópico. Y sin embargo, ¿me equivoco si digo que recurriendo a la figura del archipiélago busca desmontar dichas construcciones míticas?
Me interesa la isla como imagen que refleja el modelo de mundo hacia el que nos movemos. También como negativo del verso de John Donne. Quizá no seamos islas, pero lo cierto es que, sobre todo políticamente, la tentación de construir nuestra identidad por exclusión, insularmente, es cada vez mayor. El Sistema es un libro que reflexiona sobre el secuestro de la libertad en nombre de la seguridad. Entiendo que ese secuestro favorece la consideración de las comunidades como lugares opacos, islas en un mar amenazador.
Hago hincapié en la idea de deconstrucción del mito, porque en ese tiempo post-histórico en el que enmarca la novela, usted niega la existencia de toda épica. Muerta la historia, muerta la épica, ¿qué queda?
Quedan los relatos de esas muertes, la capacidad de la novela para ficcionar el fracaso de las religiones, el desvelamiento de los secretos de la Naturaleza, la conversión del arte en una parodia de sí mismo, incluso la sospecha que provoca una palabra como amor. De todos modos, no estoy tan seguro de que la Historia, y con ella la épica, hayan muerto. Quizá haya muerto un concepto occidental de la Historia y del héroe, pero no nos podemos arrogar la idea de que ese punto de vista sea el único coherente y válido. Hanif Kureishi, un escritor al que respeto mucho, dijo hace poco que el ideal de un mundo blanco había acabado. Es una lectura que comparto, y que insinúa otras direcciones del relato histórico y, por extensión, de su probable épica.
Resulta paradójico que usted defina, desde la distopía, el presente como un momento posthistórico. ¿No es, en cierta manera, una forma de negar la propia definición de post y de enmarcarse y reclamarse dentro de la historia?
Entroncamos con lo anterior. En 1992, cuando Fukuyama escribió El final de la Historia y el último hombre, construyó un relato falaz de nuestra época. Por un lado, la idea de que la democracia liberal era el modelo perfecto de toda política; por otro, la idea de que el capitalismo de las sociedades hiperindustriales constituía la panacea económica para un mundo feliz. El problema es que no todas las sociedades habitan el mismo relato histórico. En nuestro mundo conviven sociedades que se mueven en un registro poshistórico con otras que se manejan con formas medievales. Y además, hay sociedades que no aceptan la imposición de determinadas conductas económicas o políticas de intercambio y de convivencia. Es posible que la Historia no se repita, pero, como decía Mark Twain, tiene una curiosa tendencia a la rima. Lo que es seguro es que no se detiene. Nunca.
Con la figura del Narrador, la distinción entre la Historia Nueva y la Poshistoria se basa también en cuestiones estéticas y, sobre todo, en el modo de narrar el mundo.
En El Sistema se propone el término Poshistoria coincidiendo con la expulsión de Empiria del núcleo de los Propios. En el cuerpo narrativo de la novela, este es un momento decisivo porque informa de la falibilidad del relato original, de la evidencia de que, a pesar de los pesares, aquel omega del tiempo histórico, la buena nueva de un feliz final de los calendarios y, con él, de nuestras angustias, se revela como una mentira.
En relación a cómo narrar, en ‘El Sistema’ cuestiona los límites del lenguaje y de la consciencia del autor ante el acto de escribir. Le pregunto lo mismo que usted mismo se pregunta en la novela: ¿Cómo escribir desde la conciencia de aquel que sabe que va a ser leído en el futuro?
La respuesta nos la concede el propio Narrador. Hay que escribir y contar como si el destino último de lo que se escribe y cuenta fuera no ser leído, no ser escuchado. Yo he aplicado siempre esa máxima a mi trabajo. Que la escritura, y con ella el pensamiento, nazca de la pura necesidad y se oriente hacia la pura elucidación. La escritura como un órgano de la conciencia antes que como un mecanismo estético; la escritura como un forense eficaz e incorruptible. Si escribes para los otros, estás perdido. Hay que escribir sin esperar ninguna recompensa, como si no existiera ningún interlocutor en el mundo.
La consciencia crítica de ‘El Sistema’ se refleja a través del lenguaje, entendido como medio para ejercer el poder desde la mentira, el ocultamiento y la construcción de relatos ficticios. En cierta medida, ¿no prosigue en la línea que ya había trazado en ‘La luz es más antigua que el amor’?
En mi literatura, en especial desde El corrector, una novela en la que se identifica poder con manipulación, está presente la idea del lenguaje como generador no sólo de sentido, sino de realidad. Quien detenta el discurso detenta la capacidad de configurar la realidad. E incluso, en el límite, de crear una realidad donde antes no había nada. El lenguaje es el gran demiurgo. Pero es un demiurgo peligroso. La misma lengua que creó un poema como Fuga de la muerte, creó la ideología de Goebbels. Lo asombroso es que las mentiras de Goebbels, el demiurgo de un lenguaje malvado, se encarnara en seis millones de judíos asesinados. Y que sin esa atrocidad, amparada por el lenguaje, Celan no habría escrito uno de los poemas más bellos de la literatura universal.
En su novela, se hace referencia en más de una ocasión al velo de Maya de Schopenhauer, pero ya no como vía de descubrimiento de la verdad. Esto me lleva a la pregunta anterior, ¿el lenguaje está tan contaminado que ni tan siquiera a través de él es posible romper con los mitos del poder?
Lo está, cierto, pero es posible disputarle esa batalla con sus propias armas. Deleuze decía que, en tanto que no sirve a señor alguno, ni al Estado ni a la Iglesia, el objeto de la filosofía es combatir la estupidez, embridar la tentación constante que Estado e Iglesia, y cualquier forma de poder, tiene de mantenernos en una minoría de edad intelectual, la del pensamiento sin crítica, la de los dogmas establecidos. Creo que también desde la ficción se puede generar ese tipo de contradiscurso, otro relato que evidencie los sofismas, las mentiras del lenguaje que se reclama verdadero. Ese ha sido siempre uno de los logros de toda gran literatura: ofender, irritar, contravenir, entristecer.
En toda su obra ha indagado en torno al tema de la violencia y del mal, en esta ocasión, el tema vuelve a aparecer pero en estrecha relación con la función del arte, en concreto, de la literatura. Por eso me gustaría preguntarle por la figura del Narrador, alguien que narra, pero que no es libre de narrar.
El Narrador es el corazón de El Sistema. Así es definido en un momento de la novela, como el dueño del relato. Lo fundamental del personaje es que es mediante el expediente de la escritura como va cambiando de actitud ante el mundo en el que vive. Insisto en algo ya apuntado: la escritura es un lugar de iluminación, un ejercicio activo de la conciencia en diálogo consigo misma. La escritura es, en El Sistema, el lugar donde las cosas demuestran su verdadero ser. Por ello, el Narrador es un hombre condenado a la escritura.
La ausencia de libertad usted la plasma a través del control de un lenguaje que ya no nos es propio y a través de ese ‘Panóptico’ que nos observa. ¿La literatura, en su ejercicio, es el único punto de huida de todas estas constricciones?
No sé si es el único, pero sin duda es uno de los más fecundos. Y al menos tiene la virtud de ser incruento.
Y ya por último, hoy volvería a decir, como dijo al publicar ‘La luz es más antigua que el amor’, que usted entiende “la literatura como exhumación, como constatación y como consolación”.
Podríamos añadir una cuarta palabra, tomada precisamente de El Sistema: insubordinación.

martes, 29 de marzo de 2016

POESÍA. "Autorretrato ante el espejo...". Miguel Casado (Valladolid, 1954)



Autorretrato ante el espejo
del hombre flaco
y ya mayor, impreciso
de formas,
completamente
cano. Pudo pintar
la miopía mirándose con esos ojos
hundidos y velados, con esos
ojos de no ver, toda la vida
mirando y sintiendo
el sentimiento de la vista.

BIOGRAFÍA. Sobre "Miguel de Cervantes. La conquista de la ironía", de Jordi Gracia

   En "El País":

Viaje a la mente de Cervantes

Jordi Gracia narra la experiencia vital y el proceso intelectual del creador de ‘El Quijote' en una biografía

Jordi Gracia, fotografiado en Barcelona.
Jordi Gracia, fotografiado en Barcelona. 
Ni solo botarate, ni solo autor de una obra cómica popular; también el “raro inventor” que ambicionó ser con novelas extravagantes, sin argumento, como Rinconete y Cortadillo, o como en El coloquio de los perros... Así se defiende Cervantes del menosprecio del mundo de la academia y de la nobleza con el que despacha su rompedor El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Pero la voz no es la del escritor sino la del profesor de la Universidad de Barcelona y ensayista Jordi Gracia (1965), quien, en un pasmoso ejercicio biográfico como si de una cámara subjetiva se tratara, se mete en la mente del inventor de la novela moderna y primer gran escritor español en Miguel de Cervantes. La conquista de la ironía (Taurus).
“Se trataba de comprender en directo qué experiencia vital y qué proceso mental llevó a alguien a imaginar una obra tan revolucionaria, respetando la maduración del sujeto”, dice Gracia sobre su particular contribución a los 400 años de la muerte del escritor para explicar, por ejemplo, por qué El Quijote no aparece hasta la página 250 de las 468 de la biografía. Una obra donde sorprende intuir los raciocinios que igual realizó el escritor, como en un monólogo interior se tratara a pesar de ser, en forma y fondo, una biografía interpretativa. Pero tan riguroso como el particular tríptico que ya ha compuesto, con la biografía del primer gran pensador del siglo XX español, José Ortega y Gasset (2014), o la de Dionisio Ridruejo (2009).
La pasión del biógrafo (tras leer la integridad de lo que escribió Cervantes, que ha traducido en 15 libretas a rebosar de anotaciones; para Ortega requirió 23) va pareja a la de un Cervantes soldado de los tercios a los 20 años, que a pesar de temblar como una hoja por un estado febril que arrastra desde hace días, pide que se le coloque en el esquife del barco cuando la batalla de Lepanto, con las sabidas consecuencias: tres balazos, seis meses sangrándole la herida y una mano izquierda inútil para siempre.




EPISODIOS E IDEAS CLAVE DE UNA OBRA


Miguel de Cervantes, a pesar de la repetitiva imagen que se ha dado de él como taciturno y desafortunado, fue un hombre feliz: las adversidades no arruinaron nunca su jovialidad y alegría vital.
Sin las armas y la fe dogmática que le caracterizaron de joven, sin la convicción, voluntad de liderazgo y de rebeldía, como demostró en la batalla de Lepanto o durante su cautiverio en Argel pero que mantendría anímicamente después, no habría existido la voluntad de crear una obra transgresora como El Quijote.
Tanto en El Quijote como en buena parte de sus Novelas ejemplares, el escritor se muestra como el mayor defensor, en las letras españolas, de la autonomía de las mujeres.
La muerte de sus mejores amigos, del propio Felipe II y el sentirse “un semidifunto”, junto a la aparición de Guzmán de Alfarache (que le servirá de contrapunto) explican que Cervantes se planteara una obra como El Quijote.
Cervantes y El Quijote profetizan uno de los aspectos claves de la modernidad: la ironía.
Su obra más universal iba a ser una de sus Novelas ejemplares, que Cervantes debía estar preparando en 1598. Lo hizo crecer con Sancho Panza, le cambió el final y decidió, incluso, acabar inventándose los preliminares encomiásticos porque sabía que nadie se los haría.

¿Un punto de fanatismo? “Cervantes vive un momento heroico, que su paso como alumno en la escuela pública de Madrid acentúa al contactar con la periferia de la corte... De alguna manera, participa activamente de la ideología católica y antimusulmana, aquello del ‘perro moro”, enmarca el biógrafo. Algo que Cervantes traducirá hasta en su obra literaria: “La Galatea,novela pastoril, no deja de ser una apología de la literatura española, donde inventaría y elogia hasta un centenar de poetas, buenos y malos, un escáner con voluntad patriótica para demostrar que la española es homologable a la literatura italiana que, como buen lector compulsivo, ha devorado en sus muchísimas horas muertas como soldado”.
Armas y letras son indisociables en Cervantes. “Las letras van con las armas: para ser caballero completo debe ser así. Su pensamiento es que sin ejército no se puede imponer el bien y la cristiandad; él nunca se arrepentirá ni olvidará las armas, ni a sus compañeros: pocos días antes de morir aún pedirá que no se abandone a los 20.000 cristianos cautivos en Argel”, apunta Gracia. Cervantes sabía bien de qué hablaba, pues estuvo allí preso cinco años (tantos como fue fiero soldado), protagonizando cuatro espectaculares intentos de fuga, todos fallidos, pero que en cambio no le comportaron la muerte, hecho que ha permitido la especulación sobre si gozaba del favor de algún mandatario turco por temas de cama. “Esa teoría es bastante ridícula: ¿por qué no pensar que es un personaje singular capaz de inventarse luego otro tan singular como el Quijote? En Cervantes hay una ética de la convicción, del coraje; en Argelia está cerca del héroe o así lo relatan sus compañeros de presidio…”. Y reflexiona Gracia: “Es curioso: ejerce de líder subversivo pero después intenta cumplir todos los requisitos que pide la Corte para poder ingresar en el sistema, por eso su teatro será propaganda política; todo es muy raro en la vida de Cervantes, quizá porque fue muy larga”.
Esa larga vida dio para ser soldado, cautivo y una década más como recaudador de trigo y aceite y de impuestos atrasados con los que fabricar los apestosos bizcochos y el material con el que se alimentará y pertrechará a la Armada que ha de invadir al “vicioso luterano” inglés en 1588. Eso deja poso: “Esos años descubre la rutina de la adversidad y la desigualdad, sintiéndose a la vez responsable de la expoliación: cree en su función recaudadora pero a la vez es consciente de la inutilidad de esa función, por el fracaso de la Armada y la visión de las víctimas de sus sacas; experimenta un proceso de desideologización de su perspectiva vital”, resume Gracia.




El autor Jordi Gracia. Joan Sánchez


Sólo faltaba el paso por presidio por unos desajustes contables confusos ("no creo que metiera mano en la caja, pero hay un lío con deudas personales y el juez confunde partidas", fija Gracia). Se acerca, en cualquier caso, el subtítulo de la biografía: La conquista de la ironía. “Descubre que las cosas son y no son a la vez, que el bien puede ser mal al mismo tiempo, que hay verdades que son simultáneas e incompatibles... En definitiva, que un botarate ridículo puede ser a la vez inteligente y ecuánime… El Quijote, vamos”.
Se une a todo ello lo biológico: el escritor ronda los 50 años (“como unos 70 de hoy”, equipara Gracia) y han muerto todos sus amigos, hasta Felipe II, y con él cae el velo que tapaba la hipertrofia del poder. Él mismo se tildará de “semidifunto”, de alguien que quizá empieza a estar en tiempo de descuento. Pero en su madurez descubrirá que “disfruta como nunca como escritor”, incorporando a sus textos (las futuras Novelas ejemplares) el habla o las inquietudes de la nueva turbamulta de la “tan viscosa como cosmopolita” Sevilla de la época.
La aparición del exitoso Guzmán de Alfarache, en 1599, de Mateo Alemán, ratifica al escritor en sus intuiciones. “Sin Guzmán de Alfarache no habría habido Quijote. Mateo Alemán y Cervantes tienen la misma edad, pero la obra del primero tiene un punto de predicador moral, de sermoneador, y Cervantes ya sabe que no ha de ser así, ya ha aprendido que la máscara de la literatura como instrucción moral puede servir a los niños pero no es la razón por la que uno escribe o lee”, sostiene el biógrafo. Y lo remacha: “Alemán es revolucionario y conservador; Cervantes, más revolucionario; en el fondo, Cervantes es un Flaubert de los libros de caballerías: no prejuzga, no sermonea como el francés tampoco lo hace en Madame Bovary; él ya está en otra era, la era moderna”.
Gracia defiende una vieja hipótesis nunca ratificada: El Quijote nació como cuento. “Iba a ser una de sus Novelas ejemplares que fue creciendo, el personaje de una historia pergeñada en 1598 y que cautiva al autor: al cuento le da un final distinto con el escrutinio de los libros de caballerías, alarga la historia con la entrada de Sancho Panza y los preliminares encomiásticos se los acabará inventando él porque sabe que nadie se los hará y no tanto por lo que malintencionadamente dice Lope de Vega de que nadie quiere elogiar una obra como esa… Cervantes es un tipo muy excepcional”. Sí, un genio. Y ahora ya se puede saber qué tenía en mente.




EN LA PIEL DE LAS MUJERES PARA DEFENDERLAS DE LAS AGRESIONES


El Quijote, cree Jordi Gracia, ha acabado devorando el resto de la obra cervantina, de la que el miembro 100 de la Asociación Internacional de Cervantistas destaca “al menos cinco” de sus Novelas ejemplares, con las que el escritor, sostiene el biógrafo, “envía un recado envenenado y socarrón a la comunidad literaria: su lugar es la literatura seria, además de copar el ranking popular”.
De entre aquellas, amén de El licenciado Vidriera, Rinconete y Cortadillo El coloquio de los perros, cita La gitanilla, “una provocación al elogiar el mundo gitano, pero que hace porque está bien seguro de su pulso literario”.
Gracia también refleja una virtud semioculta del escritor: la defensa de la mujer. “Nadie combatió la vejación de las mujeres como Cervantes. No hay violaciones tan dolorosas en las letras españolas como las que describe él, poniéndose en la piel de la mujer en una sociedad donde raptar, violar, hacerles un hijo, degradarlas en suma, era parte de la rutina tolerada”. Hay una explicación biográfica: Cervantes vive con sus hermanas y con su hija y sabe de esos tratos, “pero hay también la pulsión que prefigura a un sujeto moderno…”.