jueves, 31 de marzo de 2016

ARTE. "¿Qué pintura retrata mejor el amor?"

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¿Qué pintura retrata mejor el amor?

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El amor romántico no lo inventó Hollywood, ni tan siquiera el mismísimo Shakespeare. A diferencia de lo que cierta posmodernidad extraviada pretende, estaríamos ante un rasgo común a todas las culturas y épocas, que abarca desde los indígenas americanos a los aborígenes australianos, y nos incluye a todos los que quedamos en medio. Al menos así lo concluye este sesudo artículo: «Parece mucho más plausible que los seres humanos son, por naturaleza, el tipo de animales que se enamoran». Muy bien, es un padecimiento universal, pero ¿qué más sabemos de él? ¿Es cierto eso que dicen de que gracias a él un cielo en un infierno cabe? ¿Tiene cura? ¿Queremos siquiera curarnos? Puede que el amor sea la respuesta pero desde luego genera a su vez muchas dudas y ya no tenemos el consultorio de Elena Francis para guiarnos. En realidad tenemos algo mucho mejor:esta revista. Quizá no solucione su vida sentimental pero al menos viene con un bloc de regalo, y solo por quince euros. Si bien el número estará agotado como no se den prisa, el tema que aborda no podrá estarlo jamás. Se ha escrito, se ha cantado y se ha pintado muchísimo al respecto (¡y lo que aún queda!) pero ahora será en esto último, en la pintura, donde nos centraremos para la siguiente encuesta. Voten y añadan si quieren algún otro ejemplo.
(La caja de voto se encuentra al final del artículo)
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El beso, de Gustav Klimt
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Como polillas incapaces de apartarse de una bombilla, a lo largo de los siglos infinidad de artistas han vivido obsesionados por capturar la belleza femenina. Fue, entre tantos, el caso de Gustav Klimt, a quien además de mujeres desnudas —en ocasiones masturbándose— también le gustaba dibujar gatos. Habría sido feliz en internet. El cuadro que le hizo entrar por la puerta grande en la historia del arte como podemos ver no era pornográfico, aunque sí está teñido de un suave erotismo. En esta obra que recogió tradiciones pictóricas muy diversas, desde japonesas hasta bizantinas, vemos a su pareja, Emilie Flöge, arrodillada en una actitud de entrega aunque al mismo tiempo apartando su rostro de forma esquiva. Cómo no enloquecer con ese tira y afloja tan reconocible. La túnica de él, adornada con figuras rectangulares, y la de ella, de formas redondeadas, aunque ambas del mismo color y de límites casi indistinguibles, sugieren una naturaleza masculina y otra femenina que se complementan en un solo ser.
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Pigmalión y Galatea, de Jean-Léon Gérôme
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Ya hablamos aquí de este mito griego mil veces reinterpretado, a veces en versiones tan aparentemente distantes entre sí como My Fair Lady y Ex Machina. Este rey de Creta y escultor que «célibe de esposa vivía y de una consorte de su lecho por largo tiempo carecía» terminó enamorándose de su propia creación y logrando, por intercesión de los dioses, que cobrara vida. El mayor anhelo de todo artista.
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En la cama: el beso, de Toulouse-Lautrec
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Toulouse-Lautrec describió como «el epítome del placer sensual» este retrato que realizó de dos prostitutas parisinas besándose, cuya finalidad era, precisamente, decorar un burdel. Pero más que deseo sexual lo que transmite es ternura. El motivo sirvió para otro cuadro similar.
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Off, de Edmund Blair Leighton
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No podía faltar la representación de unas buenas calabazas. La postura de la chica, con las piernas cruzadas, las manos sobre ellas como reforzando su actitud de cierre y mirando hacia otro lado ya da cierta idea de cuál ha sido su respuesta a la petición de matrimonio. Por si algún observador aún no lo tiene claro, este pintor prerrafaelita de la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX, también nos mostró el ramo de flores tirado en medio del camino y finalmente al desdichado batiéndose en retirada, caminando cabizbajo con las manos a la espalda, intuimos que pensando en qué pudo salir mal esta vez, repasando inútilmente cada frase y cada gesto.«Te quiero pero como amigo», ñiñiñiñi…
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El cumpleaños, de Marc Chagall
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Cantantes y poetas han empleado siempre metáforas en torno a cómo uno se siente flotando en compañía de la persona amada, así que Chagall se retrató en compañía de su esposa Bella en un fiel reflejo de su estado de ánimo, volando como un globo al desinflarse después de que esta aceptara el ramo de flores que le ha entregado. Podían contar el uno con el otro y ya poco importaba la austeridad en la que vivían en aquel momento, que también muestra el cuadro.
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En el jardín, de Pierre-Auguste Renoir
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A diferencia de los prerrafaelitas, que eran capaces de contar una película entera en una imagen, los pintores impresionistas tendían a rehuir esas escenas tan declamativas y cargadas de significado. Pese a dicha preferencia por una mayor ligereza, aquí Renoir nos mostró a una joven pareja disfrutando de un día campestre. Ella al menos, que su novio permanece tan absorto contemplándola que no sabe si es de día o de noche. Los protagonistas son Aline Charigot, la novia en ese momento del artista y futura esposa, y un amigo de este, Henry Laurent. Ambos fueron retratados también en este dibujo de Renoir.
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Francesca da Rimini y Paolo Malatesta vistos por Dante y Virgilio, de Ary Scheffer
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Durante su descenso a los infiernos Dante se encontró en el segundo círculo un huracán, en el que eran zarandeadas las almas condenadas por la lujuria. Dos de ellas pertenecían a Francesca de Rímini y a su amante Paolo Malatesta, hermano de su marido, quien al descubrir la infidelidad asesinó a ambos. Se trata de un hecho real ocurrido en el siglo XIII que sirvió también al escultor Auguste Rodin para su conocidísima obra El beso. Por su parte, el pintor franco-holandés Ary Scheffer representó esa escena dantesca con las dos almas en pena fundidas en un abrazo ante la mirada compasiva de los dos viajeros.
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Casados por amor, de Marcus Stone
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Si los matrimonios concertados han sido tradición durante tantos siglos es, precisamente, porque funcionaban. Piensen en ello. Luego llegó la moda esta moderna de casarse por amor y, en fin, miren las actuales tasas de divorcio y de soltería. Afortunadamente algo queda de esta noble costumbre y es el papel de los suegros: quién mejor que los padres de uno para saber qué le conviene. Así lo refleja este cuadro, titulado Casados por amor, en el que el hijo acude con su esposa y su hijo recién nacido a la presencia de su padre. Mientras el anciano sestea plácidamente, su hijo llega hecho un manojo de nervios, vean la posición adelantada del cuerpo, tensa, con toda su atención centrada en aquel de quien parece necesitar su aprobación. El cuadro fue pintado en 1882, pero está ambientado en el siglo anterior, tal como ocurría a menudo en el arte victoriano. Merece mucho la pena echar un vistazo a la galería de obras de su autor.
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El matrimonio Arnolfini, de Jan van Eyck
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En cambio aquí tenemos un matrimonio como Dios manda, de comienzos del siglo XV. Véase qué serenidad casi sobrehumana irradian, seguro que se trataban de usted el uno al otro y consumaron a oscuras y después de rezar. Estamos ante un cuadro repleto de simbolismo, que retrata no solo a un matrimonio con su perrito sino a toda una época y una nueva mentalidad que se asomaba a Europa. El lienzo además tuvo una historia de los más accidentada que incluye familias reales, saqueos, robos y malentendidos de todo tipo. Pero sobre ello ya escribimos este artículo.
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Autopsia, de Enrique Simonet
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Nos llegaba hace unos días la noticia sobre la propuesta de las juventudes de un partido sueco de legalizar la necrofilia. Desconocemos cuánta demanda real habría pero sí podemos decir que se trata de una fantasía que ha estado en las mentes calenturientas de diversos escritores y artistas a lo largo de la historia, desde Bukowskihasta el estupendo vídeo de Tom Petty and the Heartbreakers. Es una forma infalible de evitar calabazas y conquistar el corazón de la persona amada, aunque sea a base de sacárselo, como en esta obra del pintor valenciano Enrique Simonet, cuyo título completo es ¡Y tenía corazón! (Anatomía del corazón).
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Los amantes, de René Magritte
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Pintado en 1928 por uno de los representantes más destacados del surrealismo, es una de las obras que más extrañeza logran provocar en el observador, y también que más interpretaciones ha despertado en torno a su significado.
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Las dos amigas, de Louis-Jean-François Lagrenée
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Este autor francés del siglo XVIII pintó otra versión de la historia que mencionábamos antes de Pigmalión y Galatea, así como otros mitos griegos y pasajes bíblicos. Siempre y cuando, claro, le permitieran dibujar cuerpos desnudos y a ser posible retozando, afición de la que dejó múltiples ejemplos, un par de ellos actualmente conservados en el Museo del Prado. El que vemos sobre estas líneas pese a lo que indique su título va más allá de la amistad, en una escena rematadamente sensual y acogedora de dos chicas haciendo la tijera. Mientras la de la izquierda mira tiernamente a su pareja, la de la derecha está derretida de placer.
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La siesta, de Vincent van Gogh
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Unos meses antes de su muerte, cuando estaba ingresado en el sanatorio de Saint-Rémy de Provence, Van Gogh tomó como inspiración esta pintura de Jean François Millet. La escena como vemos es muy similar aunque, fiel a su propio estilo, cambia por completo el uso de los colores.
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La tormenta, de Pierre Auguste Cot
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Estaría inspirada en la obra literaria del siglo II, Dafnis y Cloe, y fue pintada en el año 1880. Esta pareja que corre protegiéndose de la lluvia disfruta del amor en el esplendor de su juventud, que es la edad propicia para estas cosas, con sus carnes tersas y arrebatadoras. Luego enseguida llega la decrepitud y con ella la nostalgia.
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Gótico americano, de Grant Wood
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No cabe duda de que si hiciéramos un top diez de los cuadros más homenajeados y parodiados de la historia del arte, este sería una de ellos. Grant Wood lo pintó en 1930, bajo el azote de la Gran Depresión, como una representación del espíritu americano que se sobrepone a la adversidad. Estos dos granjeros de Iowa parecen decirnos que la vida no es para reír y con su austeridad, rigor puritano y disciplina para el trabajo encarnan esa tradición estadounidense que se remonta al Mayflower. Se les ve como un matrimonio con mucha afinidad, y sospechamos que una vez cerrada la puerta de su dormitorio realizarían unas acrobacias sexuales que difícilmente puede nadie imaginar.
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Amante colgando de ventana, de Banksy
Fotografía de Richard Cocks (CC). (Clic para ampliar)
Fotografía de Richard Cocks (CC). (Clic para ampliar)
El artista anónimo más famoso del mundo no necesita presentación. Este grafiti, también conocido como Hombre desnudo, no podía estar mejor ubicado que en la pared de un centro de planificación familiar, en Bristol.
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Drawing for Kiss V, de Roy Lichtenstein
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Durante un evento artístico celebrado en el hotel Chelsea en 1965 se sortearon entre los asistentes varias llaves por diez dólares cada una. Servían para abrir diversas taquillas en la Penn Station, en las que se encontraban obras de diversos artistas pop, como Andy Warhol o Roy Lichtenstein. De este último concretamente el boceto titulado Drawing for Kiss V. Hace cinco años dicho dibujo fue subastado y alcanzó un precio de dos millones de dólares. No fue mal negocio, desde luego. Aunque de esa obra lo que se popularizó fue la serigrafía que le da ese característico aspecto de cómic.
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El mundo de Cristina, de Andrew Wyeth
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Concluimos con una de las creaciones que más reconocimiento ha logrado del arte estadounidense y que, al menos por contraste, también nos dice algo en torno a este asunto que estamos tratando. La mujer que sirvió como modelo durante las sesiones fue la pareja de Andrew Wyeth, pero aquella a la que representa era su vecina, Christina Olson, una afectada de polio que acostumbraba a desplazarse así. El cuadro es de un realismo excepcional, como es costumbre en este artista, pero lo importante es todo aquello que nos evoca al contemplarlo. Soledad, abandono, impotencia… Transmite la sensación de que esa casa distante hacia la que dirige su atención representa el hogar, la familia, su oportunidad ser amada, pero resulta estar demasiado lejos para que pueda alcanzarla.

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