martes, 31 de mayo de 2016

POESÍA. "Canto X". Antonio Colinas, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana



Canto X

Mientras Virgilio muere en Bríndisi no sabe
que en el norte de Hispania alguien manda grabar
en piedra un verso suyo esperando la muerte.
Este es un legionario que, en un alba nevada,
ve alzarse un sol de hierro entre los encinares.
Sopla un cierzo que apesta a carne corrompida,
a cuerno requemado, a humeantes escorias
de oro en las que escarban con sus lanzas los bárbaros,
Un silencio más blanco que la nieve, el aliento
helado de las bocas de los caballos muertos,
caen sobre su esqueleto como petrificado.
Oh dioses, qué locura me trajo hasta estos montes
a morir y qué inútil mi escudo y mi espada
contra este amanecer de hogueras y de lobos.
En la villa de Cumas un aroma de azahar
madurará en la boca de una noche azulada
y mis seres queridos pisarán ya la yerba
segada o nadarán en playas con estrellas.

Sueña el sur el soldado y, en el sur, el poeta
sueña un sur más lejano; mas ambos sólo sueñan
en brazos de la muerte la vida que soñaron.
No quiero que me entierren bajo un cielo de lodo,
que estas sierras tan hoscas calcinen mi memoria.
Oh dioses, cómo odio la guerra mientras siento
gotear en la nieve mi sangre enamorada.

Al fin cae la cabeza hacia un lado y sus ojos
se clavan en los ojos de otro herido que escucha:
Grabad sobre mi tumba un verso de Virgilio.

Viñeta de Max

   En "Babelia":
Trampantojo
Trampantojo, por Max

LITERATURA. "'El doctor Zhivago' en la Guerra Fría"

   En "El País":

‘El doctor Zhivago’ en la Guerra Fría

Dos libros demuestran a partir de documentos desclasificados que la CIA conspiró para que la novela de Pasternak se distribuyese en la URSS y para que le diesen el Nobel

El escritor ruso Boris Pasternak, retratado en 1957.
El escritor ruso Boris Pasternak, retratado en 1957. 
Las relaciones entre el poder político y la intelligentsia en la URSS variaron a lo largo del tiempo. Dependía de quien mandase. La errática primavera de los creadores que se extendió con Lenin durante los primeros años de la revolución bolchevique fue agostada mediante la brutal represión estalinista y el Gran Terror, que no permitieron alejamiento alguno de la ortodoxia, marcada directamente por el secretario general del Partido Comunista (PCUS). Cuando muere Stalin en marzo de 1953 y es sustituido por Jrushchov, la represión disminuye pero no desaparece. Son los años de la Guerra Fría. Boris Pasternak era uno de los grandes poetas de la URSS, pero la obra por la que la Academia Sueca le concedió el Premio Nobel de Literatura y por la que ha sido reconocido universalmente fue la novela El doctor Zhivago.Pasternak tuvo que sufrir los rigores tanto del régimen estalinista como del posestalinismo, y fue considerado un traidor por recibir el galardón en 1958 (tuvo que renunciar a él para sobrevivir, y estuvo al borde del suicidio).

lunes, 30 de mayo de 2016

POESÍA. "Fe de vida". Antonio Colinas, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana



FE DE VIDA
    Esperar junto a este mar (en el que nacieron las ideas)
sin ninguna idea. (Y así tenerlas todas).
Ser sólo la brisa en la copa del pino grande,
el aroma del azahar, la noche de orquídeas
en las calas olvidadas.
    Sólo permanecer viendo el ave que pasa
y no regresa; quedar
esperando a que el cielo amarillo
arda y se limpie de relámpagos
que llegarán saltando de una isla a otra isla.
O contemplar la nube blanca
que, no siendo nada, parece ser feliz.
Quedar flotando y transcurriendo de aquí para allá,
sobre las olas que pasan,
como un remo perdido.
O seguir, como los delfines,
la dirección de un tiempo sentenciado.
    Ser como la hora de las barcas en las noches de enero,
que se adormecen entre narcisos y faros.
Dejadme, no con la luz del conocimiento
(que nació y se alzó de este mar),
sino simplemente con la luz de este mar.
O con sus muchas luces:
las de oro encendido y las de frío verdor.
o con la luz de todos los azules.
    Pero, sobre todo, dejadme con la luz blanca,
que es la que abrasa y derrota a los hombres heridos,
a los días tensos, a las ideas como cuchillos.
Ser como olivo o estanque.
Que alguien me tenga en su mano como a un puñado de sal.
O de luz.
    Cerrar los ojos en el silencio del aroma
para que el corazón —al fin— pueda ver.
Cerrar los ojos para que el amor crezca en mí.
Dejadme compartiendo el silencio
y la soledad de los porches,
la hospitalidad de las puertas abiertas; dejadme
con el plenilunio de los ruiseñores de junio,
que guardan el temblor del agua en las últimas fuentes.
Dejadme con la libertad que se pierde
en los labios de una mujer.

LITERATURA. "Shakespeare se la juega". Marcos Ordóñez

   En "El País":

Shakespeare se la juega

Greenblatt ha publicado un interesante libro sobre la opacidad en sus personajes

Shakespeare se la juega
Hay una idea muy interesante en El espejo de un hombre. Vida, obra y época de Shakespeare, que acabo de leer: lo que Stephen Greenblatt llama “opacidad estratégica”. Según el libro, algo en la escritura del mago cambia a partir de Hamlet. Como si en las tres grandes tragedias que siguen (Otelo, El rey Lear y Macbeth) hubiera decidido dejar de lado la causalidad, las explicaciones, los finales consoladores. ¿Por qué cree Greenblatt que era una estrategia? Por un lado, señala que su visión del mundo se ensombreció al correr del tiempo; por otro, debía de ser muy consciente de los riesgos de perder a su público. Hay una gran distancia compositiva entre dos villanos como Aaron en Tito Andrónico y Yago en Otelo. Yago siembra la desgracia a su alrededor, pero Shakespeare se niega a dar una explicación de su comportamiento. Su frase final es mucho más perturbadora que una confesión. “Lo que sabéis, sabéis: a partir de este momento no diré nada”. ¡Opacidad químicamente pura! En Cuento de invierno, cuando aborda de nuevo los celos, prescinde de un tentador como Yago: Leontes enloquece de un día para otro, sin motivo. Shakespeare ya había mostrado (en Sueño de una noche de verano o Romeo y Julieta) que el amor fulmina de un modo inexplicable. ¿Por qué otras pasiones iban a ser distintas? ¿Y quién dijo que la vida tenía sentido?
Riesgos de su nueva visión: obvios y muchos. Para contentar a su audiencia, El rey Lear podía haber acabado con la victoria de Cordelia, como se hizo en muchas adaptaciones posteriores, pero el mago opta por matar a la paloma: una muerte salvajemente azarosa, una apoteosis de la nada que ha cercado al rey desde el principio. Lear aúlla de dolor con su hija en brazos y pronuncia las palabras más dolorosas que Shakespeare escribió nunca: sabía lo que era perder a un hijo.


Aunque para riesgos, Macbeth. A Jacobo I, el nuevo rey, le va el teatro, le va la compañía de Shakespeare y le van las brujas (ha escrito incluso el tratado Demonología) pero, problema, tiene más miedo que nutria en peletería: Greenblatt cuenta que “la simple visión de una espada desenvainada podía hacer que de repente fuera presa del pánico”. Y Shakespeare le casca Macbeth. Donde su dinastía escocesa queda reivindicada y reestablecida, pero el mal y el terror campan. Como si le estuviera diciendo al rey: “Soy un artista, amigo. Si quieres brujas, tendrás brujas en serio”. Y un cuchillo flotante incluido. Vale, ahí se pasó un poco. ¿Y opacidad estratégica? También: “Hay un gran hueco en la mente de Macbeth”, señala Greenblatt. No es solo la ambición lo que le mueve. Ese hueco, esa “alma llena de alacranes”, es tan oscuro como irracional. Lo que verdaderamente empuja a Macbeth no tiene respuesta, y el mago se libra muy mucho de darla. Su teatro, concluye el biógrafo, acabará siendo “el espacio equívoco en el que se desmoronan las explicaciones convencionales”. Y quizás podamos acabar pensando algo parecido acerca de los misterios que rodearon la vida de Shakespeare, cubierta a la postre por una opacidad semejante, y quizás estratégica.

domingo, 29 de mayo de 2016

POESÍA. "Oda a un ruiseñor". John Keats (1795-1821)



Oda a un ruiseñor
Me duele el corazón y aqueja un soñoliento
torpor a mis sentidos, cual si hubiera bebido
cicuta o apurado algún fuerte narcótico
ahora mismo, y me hundiese en el Leteo:
no porque sienta envidia de tu sino feliz,
sino por excesiva ventura en tu ventura,
tú que, Dríada alada de los árboles,
en alguna maraña melodiosa
de los verdes hayales y las sombras sin cuento,
a plena voz le cantas al estío.

¡Oh! ¡Quién me diera un sorbo de vino, largo tiempo
refrescado en la tierra profunda,
sabiendo a Flora y a los campos verdes,
a danza y canción provenzal y a soleada alegría!
¡Quién un vaso me diera del Sur cálido,
colmado de hipocrás rosado y verdadero,
con bullir en su borde de enlazadas burbujas
y mi boca de púrpura teñida;
beber y, sin ser visto, abandonar el mundo
y perderme contigo en las sombras del bosque!

A lo lejos perderme, disiparme, olvidar
lo que entre ramas no supiste nunca:
la fatiga, la fiebre y el enojo de donde,
uno a otro, los hombres, en su gemir, se escuchan,
y sacude el temblor postreras canas tristes;
donde la juventud, flaca y pálida, muere;
donde, sólo al pensar, nos llenan la tristeza
y esas desesperanzas con párpados de plomo;
donde sus ojos claros no guarda la hermosura
sin que, ya al otro día, los nuble un amor nuevo.

¡Perderme lejos, lejos! Pues volaré contigo,
no en el carro de Baco y con sus leopardos,
sino en las invisibles alas de la Poesía,
aunque la mente obtusa vacile y se detenga.
¡Contigo ya! Tierna es la noche
y tal vez en su trono esté la Luna Reina
y, en torno, aquel enjambre de estrellas, de sus Hadas;
pero aquí no hay más luces
que las que exhala el cielo con sus brisas, por ramas
sombrías y senderos serpenteantes, musgosos.

Entre sombras escucho; y si yo tantas veces
casi me enamoré de la apacible Muerte
y le di dulces nombres en versos pensativos,
para que se llevara por los aires mi aliento
tranquilo; más que nunca morir parece amable,
extinguirse sin pena, a medianoche,
en tanto tú derramas toda el alma
en ese arrobamiento.
Cantarías aún, mas ya no te oiría:
para tu canto fúnebre sería tierra y hierba.

Pero tú no naciste para la muerte, ¡oh, pájaro inmortal!
No habrá gentes hambrientas que te humillen;
la voz que oigo esta noche pasajera, fue oída
por el emperador, antaño, y por el rústico;
tal vez el mismo canto llegó al corazón triste
de Ruth, cuando, sintiendo nostalgia de su tierra,
por las extrañas mieses se detuvo, llorando;
el mismo que hechizara a menudo los mágicos
ventanales, abiertos sobre espumas de mares
azarosos, en tierras de hadas y de olvido.

¡De olvido! Esa palabra, como campana, dobla
y me aleja de ti, hacia mis soledades.
¡Adiós! La fantasía no alucina tan bien
como la fama reza, elfo de engaño.
¡Adiós, adiós! Doliente, ya tu himno se apaga
más allá de esos prados, sobre el callado arroyo,
por encima del monte, y luego se sepulta
entre avenidas del vecino valle.
¿Era visión o sueño?
Se fue ya aquella música. ¿Despierto? ¿Estoy dormido?

PSICOLOGÍA. "Soledad, una nueva epidemia". John T. Cacioppo/Stephanie Cacioppo

'Q Train' (1990), cuadro del artista Nigel Van Wieck.
'Q Train' (1990), cuadro del artista Nigel Van Wieck.

   En "El País":

Soledad, una nueva epidemia

Una de cada tres personas se siente sola en la sociedad de la hiperconexión y las redes sociales. ¿Qué está fallando?

'Reflejo en una ventana de Altamira' (Caracas), del fotógrafo Christopher Anderson.
'Reflejo en una ventana de Altamira' (Caracas), del fotógrafo Christopher Anderson. 
Cualquiera puede padecer soledad crónica: un chico de 12 años que se traslada a un colegio nuevo; un joven que después de crecer en un pueblo se siente perdido en la gran ciudad; una ejecutiva que está demasiado ocupada con su carrera para mantener buenas relaciones con sus familiares y amigos; un anciano que ha sobrevivido a su cónyuge y cuya mala salud le dificulta ir a visitar a nadie. La generalización del sentimiento de soledad es asombrosa. Varios estudios internacionales indican que más de una de cada tres personas en los países occidentales se siente sola habitualmente o con frecuencia. Un estudio de 10 años que iniciamos en 2002 en una gran área metropolitana indica que, en realidad, esa proporción se aproxima más a una de cada cuatro personas en algunas zonas, una cifra que sigue siendo muy alta.
La mayoría de estas personas quizá no son solitarias por naturaleza, pero se sienten socialmente aisladas aunque estén rodeadas de gente. El sentimiento de soledad, al principio, hace que una persona intente entablar relación con otras, pero con el tiempo la soledad puede fomentar el retraimiento, porque parece una alternativa mejor que el dolor del rechazo, la traición o la vergüenza. Cuando la soledad se vuelve crónica, las personas tienden a resignarse. Pueden tener familia, amigos o un gran círculo de seguidores en las redes sociales, pero no se sienten verdaderamente en sintonía con nadie.



Una persona que se siente sola suele estar más angustiada, deprimida y hostil, y tiene menos probabilidades de llevar a cabo actividades físicas. Como las personas solitarias tienden más a tener relaciones negativas con otros, el sentimiento puede ser contagioso. Las pruebas biológicas realizadas muestran que la soledad tiene varias consecuencias físicas: se elevan los niveles de cortisol —una hormona del estrés—, se incrementa la resistencia a la circulación de la sangre y disminuyen ciertos aspectos de la inmunidad. Y los efectos dañinos de la soledad no se acaban cuando se apaga la luz: la soledad es una enfermedad que no descansa, que aumenta la frecuencia de los microdespertares durante el sueño, por lo que la persona se levanta agotada.
El motivo es que, cuando el cerebro capta su entorno social como algo hostil y poco seguro, permanece constantemente en alerta. Y las respuestas del cerebro solitario pueden servir para la supervivencia inmediata. Pero en la sociedad contemporánea, a largo plazo, tiene costes para la salud. Cuando estamos acelerando constantemente nuestros motores, dejamos nuestro cuerpo exhausto, reducimos nuestra protección contra los virus y la inflamación, y aumentamos el riesgo y la gravedad de las infecciones víricas y de muchas otras enfermedades crónicas.


Cuando una persona está triste e irritable, quizá está pidiendo a gritos que alguien la ayude y conecte con ella

Un análisis reciente —de 70 estudios combinados con más de tres millones de participantes— demuestra que la soledad incrementa las probabilidades de mortalidad en un 26%, aproximadamente igual que la obesidad. El hecho de que más de una de cada cuatro personas en los países industrializados pueda estar viviendo en soledad, con consecuencias seguramente devastadoras para la salud, debería preocuparnos.
En nuestras investigaciones también hemos observado que cada medida positiva para mejorar la calidad de las relaciones sociales mejora la presión arterial, los niveles de las hormonas del estrés, las pautas de sueño, las funciones cognitivas y el bienestar general.
Con frecuencia las personas solitarias no son conscientes de muchas de las cosas que les suceden: no lo saben. Por ejemplo, se agudiza de forma implícita la hipervigilancia en busca de amenazas sociales y se reduce la capacidad de controlar los impulsos. Pero, igual que ocurre con el dolor físico que nos informa de una posible lesión en nuestro cuerpo, el sentimiento de soledad nos indica la necesidad de proteger o reparar nuestro cuerpo social.




Josef Koudelka (Magnum)


Los familiares y amigos suelen ser los primeros en detectar los síntomas de soledad crónica. Cuando una persona está triste e irritable, quizá está pidiendo en silencio que alguien la ayude y conecte con ella. La paciencia, la empatía, el apoyo de amigos y familiares, compartir buenos momentos con ellos, todo eso puede hacer que sea más fácil recuperar la confianza y los vínculos y, en definitiva, reducir la soledad crónica.
Por desgracia, para muchos hablar con franqueza sobre la soledad sigue siendo difícil, porque es una condición mal comprendida y estigmatizada. Sin embargo, dada su frecuencia y sus repercusiones en la salud, tendría que estar reconocida como un problema de salud pública. Debería recibir más atención en las escuelas, en los sistemas de salud, en las facultades de medicina y en las residencias de ancianos para garantizar que los profesores, los profesionales de la sanidad, los trabajadores en los centros de día y en los centros de tercera edad sepan identificarla y abordarla.
¿Las redes sociales pueden abrir nuevas vías para conectar con los demás? Depende de cómo se usen. Cuando la gente utiliza las redes para enriquecer las interacciones personales, pueden ayudar a disminuir la soledad. Pero cuando sirven de sustitutas de una auténtica relación humana, causan el resultado opuesto. Imaginen un coche. Si una persona conduce para compartir un rato agradable con sus amigos, seguramente se sentirá menos sola; si se pasea solo para saludar de lejos y ver cómo los demás se lo pasan bien, su soledad seguramente seguirá siendo igual o peor.
Por desgracia, muchas personas solas tienden a considerar las redes sociales como refugios relativamente seguros para relacionarse con los demás. Como en el ciberespacio resulta difícil juzgar si los otros son dignos de confianza, la relación es superficial. Además, una conexión a través de Internet no sustituye a una real. Cuando un niño se cae y se hace daño en la rodilla, una nota comprensiva o una llamada a través de Skype no sustituye al abrazo consolador de sus padres.


Hablar con franqueza sobre la soledad sigue siendo difícil, pero es un problema de salud pública

En la actualidad varios países, en particular Dinamarca y Reino Unido, han creado programas nacionales para concienciar al público sobre la soledad crónica, fomentar un mejor conocimiento de sus consecuencias catastróficas que tiene y mejorar las intervenciones, las políticas para bordar este problema y su financiación.
John T. Cacioppo, autor de Loneliness (WW Norton), es catedrático de psicología y dirige el centro de neurociencia cognitiva y social en la Universidad de Chicago. Stephanie Cacioppo es profesora de psiquiatría y neurociencia en el mismo centro.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

sábado, 28 de mayo de 2016

Viñeta de EL ROTO

   En "El País" (14 mayo 2016):
El Roto

INTELIGENCIA ANIMAL. "Lo que aprendí haciendo cosquillas a los simios". Frans de Waal

   En "El País":

Lo que aprendí haciendo cosquillas a los simios

Los animales ríen, planifican y besan como los humanos. Ha llegado el momento de aceptar que son más inteligentes (y parecidos a nosotros) de lo que se creía

FRANS DE WAAL   15 mayo 2016
Retrato incluido en la exposición 'Animalistas' de la Casa Encendida.
Retrato incluido en la exposición 'Animalistas' de la Casa Encendida.