viernes, 27 de mayo de 2016

LITERATURA. Sobre la novela "Lo que sabía Maisie", de Henry James

   En "El Día de Córdoba":

La edad de la inocencia

Con motivo del centenario de la muerte de Henry James, Cátedra ha recuperado una de sus novelas más singulares, 'Lo que sabía Maisie' (Letras Universales).
JOSÉ ABAD | ACTUALIZADO 25.05.2016 
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En su introducción a Lo que sabía Maisie (Cátedra), José Antonio Álvarez Amorós explica que esta novela surgió en un momento de repliegue de Henry James, tras haber intentado hacer carrera como dramaturgo. El fracaso en los escenarios londinenses de su Guy Domville convenció al neoyorquino afincado en Inglaterra de que lo suyo era la narrativa y a ella regresó, escaldado quizás, pero con fuerzas renovadas. Y renovadoras. Los años de dedicación al teatro lo habían llevado a revalorizar el papel dinámico de los diálogos, la focalización en unos pocos personajes o el diseño de escenas en las cuales estos entran y salen como en un escenario. 

Todo ello jugará una baza importante en su narrativa posterior y diferencia Lo que sabía Maisie de sus novelas precedentes. Curiosamente, su idea inicial era escribir un relato extenso de unas diez mil palabras pero, a medida que la escribía, la historia y los personajes empezaron a crecer. 

Después del divorcio de sus padres, según sentencia firme del tribunal correspondiente, la pequeña Maisie deberá vivir seis meses al año con su padre y los seis restantes con su madre, un reparto salomónico que tendrá inesperadas consecuencias en la educación de la niña. Como suele ocurrir con demasiada frecuencia en estos casos, la hija se convierte en un arma arrojadiza en manos de sus progenitores: cada uno quiere tenerla consigo no por amor, sino por el daño que pueda infligir en el contrario. 

La cosa se complica cuando el padre contrae matrimonio con la institutriz de Maisie, la señorita Overmore -que pasará a ser la señora Beale-, y casi al mismo tiempo la madre hace lo propio con sir Claude, lo que lleva a los padres biológicos a intentar desprenderse de ella y cargársela al otro. Serán su nuevo padrastro y su nueva madrastra quienes intenten ganársela para su causa, sobre todo cuando la exseñorita Overmore (nunca conoceremos su nombre) y sir Claude, como reacción a las ininterrumpidas infidelidades de sus respectivos cónyuges, inicien una inesperada relación. Poco a poco, Maisie aprenderá a rentabilizar el privilegiado lugar que ocupa en el interés de los demás. 

El tema de la novela sería aparentemente la infancia y la inocencia que se le presupone, y más exactamente la imposibilidad de esta -de la inocencia, digo- en una sociedad en la cual el egoísmo y la hipocresía campan a sus anchas. Henry James decide contarnos esta historia de tiras y aflojas a través de la mirada de la manzana de la discordia, Maisie, que tiene unos seis años cuanto empieza todo; un ejercicio de extrañamiento narrativo arduo, pues no es sencillo dar vida a un niño en la página. A un niño convincente, me refiero. Maisie es de una sinceridad apabullante e inconveniente en los primeros compases, audaz y maquiavélica según va creciendo y aprendiendo a servirse de las artimañas de los adultos. 

Al principio no se calla nada. Si al recogerla su madre le pregunta con toda la insidia del mundo: "¿Y dime, ángel mío, no te ha dado el asqueroso de tu padre ningún mensaje para tu mamá que tanto te quiere?", ella no duda en responderle con la verdad: "Me ha pedido que te diga de su parte que eres una cerda repugnante y horrible". Poco a poco, Maisie aprenderá a decir lo que los otros quieren oír: cuando su padre le propone irse con él a Estados Unidos, aunque a ninguno le apetezca semejante idea, ella contesta: "Mi querido papá, me iré contigo adonde sea". 



La narración se construye sobre un contraste permanente: la distancia que existe entre lo que la niña ve y lo que entiende, la distancia obvia entre los que los adultos dicen y lo que hacen, que de manera paulatina se corresponderá con la distancia inevitable entre lo que Maisie dirá y lo que hará. La inocencia, la ingenuidad, la ignorancia no pueden durar. En la introducción de López Amorós leemos que, a propósito de Lo que sabía Maisie, un crítico comparó a Henry James con un patinador deslizándose sobre una superficie de hielo; esta imagen describe perfectamente la suave escritura de James y la extrema sutileza de la historia.

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