miércoles, 25 de mayo de 2016

LITERATURA Y SOCIEDAD. "Avellaneda". Julio Llamazares

En "El País":

Avellaneda

Hay personajes de la historia cuya aportación a ella fue involuntaria y hasta malvada, pero que sin ellos no sería igual

JULIO LLAMAZARES   23 mayo 2016
Ilustración del Quijote de Avellaneda 'Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha'
Ilustración del Quijote de Avellaneda 'Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha'

De Avellaneda se ha escrito mucho, pero se sabe poco más allá de su condición de impostor, autor de una segunda parte apócrifa del Quijote que obligó a Miguel de Cervantes a escribir una verdadera, para muchas personas la mejor de su inmortal obra. Martín de Riquer, el gran medievalista y cervantista catalán, sostiene que pudo ser el aragonés Jerónimo de Pasamonte, compañero de milicia y aventuras y colega en el oficio de las letras de Cervantes y escarnecido por éste, dada su honda enemistad, en un pasaje del Quijote, aquel en el que el hidalgo y Sancho se encuentran en un camino manchego con unos presidiarios que, condenados a remar en las galeras del rey por sus crímenes, conducen encadenados unos guardianes, y de los que el principal criminal, que incluso se jacta de ello, se llama Ginés de Pasamonte. Lo cual llevaría al escarnecido a vengarse de Cervantes escribiendo una segunda parte falsa del Quijote en la que, aparte de vilipendiar el libro, se aprovechó de su fama y de su popularidad.
Fuera quien fuera y como haya sido la historia, lo cierto es que Avellaneda (Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas, según su propia afirmación), indirectamente, ayudó a que acabara siendo como fue una de las obras cumbres de la literatura universal, y, sin embargo, tanto los aniversarios de ésta como del de Cervantes están pasando sin que nadie se lo reconozca. Ocurre con muchos personajes de la historia cuya aportación a ella fue involuntaria y hasta malvada, pero que sin ellos no sería igual. ¿Existiría la religión cristiana sin Pilatos, el hombre que ordenó crucificar a Cristo? ¿Y sin Judas Iscariote, el apóstol al que todos los creyentes vilipendian y desprecian por traidor? ¿Y la actual Europa, cómo sería sin las invasiones árabes? ¿Y América y África sin las europeas? ¿Cómo sería España en la actualidad sin la Guerra Civil o sin el golpe de Estado fallido de Tejero que contribuyó a unir a los partidos políticos para salvar una democracia que se tambaleaba peligrosamente?
No diré yo que personajes abominables y prescindibles de nuestra historia contribuyeron a la mejora de ésta, pero sí que sin ellos no sería igual y que, en algunos casos, hicieron un bien al mundo sin pretenderlo, siquiera sea por aquello que dice la sabiduría casera de que no hay mal que por bien no venga. En el campo de las artes, sobre todo, la aportación de ciertos personajes mezquinos y rencorosos y los propios enfrentamientos entre escritores y artistas, tan habituales como hilarantes contemplados a la luz del tiempo, han sido tan importantes a veces como las de los creadores que de verdad cambiaron aquéllas. Y eso hay que reconocérselo.

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