lunes, 14 de diciembre de 2009

CUENTOS DE NAVIDAD. ALUMNOS/AS DE 1º ESO. "Rudolf", de Paula Pavo Lora



RUDOLF
Érase una vez un bonito día de invierno en Patagonia. Nevaba mucho, estaba todo blanco y precioso. Era un día perfecto para nacer y eso fue lo que pasó, que nacieron muchos renitos chiquititos. Todas las mamás renas estaban contentas y los demás renos de Patagonia visitaron a todos los recién nacidos; pero había uno especial, no por su belleza, ni mucho menos, sino porque tenía la nariz grande y de un color rojizo. Todos se quedaban extrañados, y lo veían feo, pero, para su mamá, era el reno más bonito del mundo, y le decía que él era especial.
Cuanto más grande se hacía, más le daban de lado al pobre Rudolf, que así se llamaba el reno. Todos los renos se reían de él. Rudolf creía que no servía para nada; no tenía amigos y nadie le hablaba, pero lo que sí tenía era el cariño de su madre, pues casi siempre estaba con ella, menos los ratos del colegio, porque, a pesar de ser renos, iban al colegio, donde aprendían sobre todo la orientación. Rudolf era uno de los primeros en su clase.
Un día, todos los renos del colegio de Patagonia se fueron de excursión. Se hizo de noche, estaba todo oscuro y se habían perdido. Todos estaban asustados porque se habían separado de los renos mayores y no sabían cómo volver a casa. Una rena muy bella se acercó a él, hablaron y se fueron haciendo amigos. Tanto hablaron que se les pasó el miedo y ella le contó un chiste:
-¿Por qué los de Lepe nunca salen del pueblo?
-¿Por qué?
-Porque cada vez que lo intentan se topan con un cartel en el que pone HUELVA.
Rudolf se rio tanto que se le encendió la nariz. Así pudo alumbrar el camino para volver a casa, y, como él era el primero de la clase de orientación, no tuvo ningún problema en encontrar el camino. Cuando todos volvieron sanos y salvos, todo el pueblo de Patagonia se lo agradeció a Rudolf.
Rudolf estaba muy contento, porque ya sabía que servía para algo y entonces hizo muchos amigos. Su madre le explicó que tenía un don y que ese don lo utilizara adecuadamente.
Ya en navidad, Papá Noel elegía a sus renos y, cuando vio la nariz iluminada de Rudolf, pensó que sería un buen guía para las noches oscuras de Nochebuena. Rudolf se puso tan contento de que Papá Noel lo eligiera, que nunca se le volvió a apagar la nariz. Santa Claus ya lo tenía decidido: Rudolf debería estar con él para siempre para alumbrarle su camino, viajar por todo el mundo y llevar los regalos en Nochebuena, porque es muy importante la ilusión de los niños.
Y así fue cómo Rudolf se convirtió en el reno favorito de Papá Noel, aparte de Cometa, etc.
Pero eso ya es otra historia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

es interesante