Janne Teller
Los ritos de paso de 'Nada'
Desde que vio la luz, la novela de Janne Teller ha sido bendecida por unos y temida por otros, que veían en ella unos contenidos "impropios" para los lectores más jóvenes.
José Abad
Actualizado 02.03.2011
Nada llega a nosotros precedida por la batahola del escándalo. Desde que viera la luz en Dinamarca, la novela de Janne Teller ha sido ensalzada por unos, que la han bendecido con socorridos premios de apoyo, y observada con temor por los contrarios, que han pretendido quemarla en las hogueras del silencio comercial. Los hechos serían éstos: el Ministerio de Cultura danés le concedió el premio al mejor libro juvenil en 2001; en respuesta, algunas librerías se negaron a ponerla en sus estanterías a causa de unos contenidos "impropios", dijeron, para una obra destinada a los chavales (ya saben, cerrar un libro es más fácil que apagarles la televisión o el ordenador). Hoy, pasada la borrasca, Nada despunta entre las lecturas recomendadas en los colegios de toda Dinamarca.
En zona francófona también se encendieron diversos focos de discordia. En Francia, el libro encontró el viento de cara por idénticos motivos, mientras en Bélgica lo laureaban, imagino, por las mismas razones. En Noruega sucedió otro tanto: varias escuelas religiosas de la región de Vestlandet se hicieron el signo de la cruz al par que entonaban un vade retro lastimero; en el resto de centros educativos noruegos, no obstante, entraba con absoluta tranquilidad en los planes de estudio. La guinda al pastel la puso el diario Die Zeit, que lo reconoció como el mejor libro publicado en Alemania el año pasado. La polémica, como sabemos, lejos de hundir el objeto de vituperio suele encumbrarlo a púlpitos que, por cauces normales, quizás le habrían quedado a trasmano. En la actualidad, Nada se ha traducido a una docena larga de idiomas y la mancha sigue extendiéndose. Ahora bien, ¿era para tanto el jaleo? Diría que no. Y diría más: si se abunda en ello existe el riesgo de malbaratar una lectura mesurada de la novela. Porque ¿qué tenemos realmente entre manos?
Janne Teller ha hecho una muy estimable incursión en una veta narrativa escasamente explotada, aunque visitada ya por Richard Hughes en Huracán en Jamaica (1929) o William Golding en El señor de las moscas (1954). Al igual que éstas, Nada plantea una situación de soterrada violencia en la cual los niños y adolescentes protagonistas pasan de víctimas a verdugos con una facilidad pasmosa. En contra de afeites y embellecimientos made in Hollywood, estas ficciones coinciden en presentar al ser humano, desde su más tierna edad, como potencialmente explosivo, no en tanto individuo, sino como miembro de la tribu. En los procesos de selección e integración, el grupo exige a veces pruebas inquietantes. Los protagonistas de Teller son una veintena de chicos entre trece y catorce años que asisten inquietos a la rebelión de un compañero, Pierre Anthon, que abandona la escuela con una sentencia apocalíptica en los labios: "Nada importa. Hace mucho que lo sé. Así que no merece la pena hacer nada. Eso acabo de descubrirlo".
Acto seguido, Pierre se encarama a las ramas de un ciruelo y pasa los días castigando a sus excompañeros con ciruelazos y consignas de un nihilismo desestabilizador. La clase al completo decide contrarrestar tales ataques demostrándole que la vida sí tiene sentido. En una serrería abandonada, inauguran una especie de museo con objetos llenos de significado. A la nada de Pierre pretenden oponer el todo, pero la empresa no tarda en torcerse. Puesto que ninguno hace aportaciones de relieve, plantean la colecta de esta manera: cada miembro pedirá al siguiente algo de valor, importante, significativo. Empiezan con pequeñas cosas de las que, en cualquier caso, les cuesta desprenderse -sean unas zapatillas, sea una bicicleta-, y casi de inmediato, arrastrados por una inercia temible, se descubren reclamándose objetos cada vez más íntimos o acciones cada vez más exasperantes: un hurto, una concesión, una profanación, un sacrificio, etc. La barbarie, pasándoles los brazos por encima del hombro, se incorpora al juego.
El estilo directo, franco, típico de los relatos juveniles, convierte Nada en un artificio impactante. El planteamiento es impecable y sagaz, implacable y mordaz. Se trata de enfrentar a unos personajes a las consecuencias de sus actos sin los asideros de moralinas ni moralejas, de ahí que la lectura sea harto recomendable para los chicos y, por supuesto, para sus padres. La propuesta advierte de la peligrosidad intrínseca en ciertos valores absolutos. Quizás sea preferible desearlo todo sin esperar nada a, como sucede en nuestra sociedad, no desear nada y tenerlo todo. Imaginemos, sin embargo, lo beneficioso que sería prescindir de conceptos como todo o nada en el vocabulario de cada día.
Nada. Janne Teller. Seix Barral, Barcelona, 2011. 160 páginas. 16 euros.
Aquí, otra crítica.
2 comentarios:
Yo no opino igual. Estoy de acuerdo en algunas de las cosas que se dicen aquí, pero no en todo. ¿Trabajáis con adolescentes? No seamos tan lanzados pensando que no se puede prohibir nada. Conducir sin cinturón está prohibido y todo el mundo lo entiende. Esta lectura puede ser demoledora para según qué persona o personalidad inestable. Nada lo cuestiona todo, y esto no es malo, pero sí lo es dejar a un joven en plena maduración sin soportes vitales, sin muletas existenciales.
Eso dependerá del destino al que te lleven las muletas.
"La verdad os hará libres"
Juan 8:32
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