Luis García Montero
"La poesía me ha enseñado que la verdad no es un punto de partida"
El granadino presenta hoy [ayer, miércoles 16] en Córdoba 'Un invierno propio', un poemario que define como un "equipaje ético" para dar respuestas a las incógnitas que plantea la crisis.
G. Cappa
Actualizado 16.03.2011
Luis García Montero presenta hoy [ayer, miércoles 16] en el ciclo 'Letras capitales' del Centro Andaluz de las Letras (Delegación de Cultura de la Junta, 20:00) su nuevo poemario, Un invierno propio. "Cuando escribimos un libro somos duros entre nosotros, pero una vez que está en la calle los amigos cierran filas y dan calor", dice este poeta, que compartirá protagonismo con Joan Margarit, que acaba de publicar, en la misma editorial, Visor, No estaba lejos, no era difícil.
-¿Cómo es su invierno propio?
-El título hace alusión a la crisis, a la realidad en la que vivimos. No la siento sólo como una crisis económica, hay también una crisis de valores, una crisis en el interior de la cultura democrática contemporánea muy fuerte. El invierno es también el tiempo de la meditación, del pensamiento. Yo califico como propio el invierno porque el libro quiere ser un equipaje ético que me sirva para dar respuestas a las preguntas que me plantea la realidad en crisis. El libro empieza desde la propia indagación personal, no basta con echar la culpa a los otros si se trata de reconsiderar los valores que se han perdido.
-¿Además de burbuja inmobiliaria había también una burbuja literaria, de ideas y de valores?
-Estoy convencido. Los recortes que estamos sufriendo no son sólo económicos, son también recortes éticos. Creo que hay una falta de solidaridad muy fuerte, han triunfado unas ideas que tienen mucho que ver con el egoísmo personal, con el sálvese quien pueda. Se está perdiendo una idea de comunidad en la que los unos somos responsables de los otros, y por eso muchas de las conquistas del Estado del Bienestar y la socialdemocracia se están perdiendo. Si alguien se atreve a reivindicar algunos de los valores fundamentales de la sociedad se arriesga a ser considerado como un extremista. Pero es que la democracia surge por la soberanía de los ciudadanos que eligen políticos que los representen y estamos viendo que sucede todo lo contrario: los políticos representan a los mercados financieros y a los intereses especulativos.
-¿Un invierno propio surge de las tripas, es su obra más visceral?
-Es un libro que quiere mirar al porvenir y sale en buena parte de la indignación. El anterior libro que publiqué, Vista cansada, lo escribí al cumplir 50 años. Quería hacer un inventario de mi experiencia histórica y mi experiencia biográfica. Lo que pretendo ahora es mirar al porvenir y necesito un equipaje que me acompañe, y ese equipaje no puede ser más que una reivindicación de la conciencia crítica porque las cosas están muy mal, las democracias se están quedando huecas por dentro, hay una imposición de una ética basada en el egoísmo. A eso hay que darle respuesta y yo quiero hacerlo a través de la poesía porque es mi territorio y porque, estoy convencido, hay que reivindicar también los sentimientos.
-Precisamente tiene un verso que dice: "Yo quiero un respeto de cristal". Pese al discurso social hay también en su invierno propio mucho de Habitaciones separadas.
-Este libro tiene que ver mucho con Habitaciones separadas porque lo escribí en un momento de crisis, las ilusiones colectivas me habían defraudado y algunas banderas en las que había creído las consideraba fracasadas. Expulsé a los sueños de mi casa. Pero en seguida tuve miedo de convertirme en un cínico. Llegué a un pacto conmigo mismo: no echar a los sueños de mi casa pero dormir en habitaciones separadas para que cuando me ponga muy cínico los sueños me llamen la atención, y cuando ellos se ponen muy ingenuos yo les llamo la atención. Y ésa es la perspectiva que desarrollo en Un invierno propio. Cogí el título de un verso de Meléndez Valdés que decía: "El invierno es el tiempo de la meditación".
-Tres de sus grandes maestros son sin duda Rafael Alberti, Francisco Ayala y Ángel González, que además fueron íntimos amigos. Cada uno de ellos adoptó una postura distinta ante sus crisis respectivas. ¿Qué ha escogido usted de ellos para afrontar su invierno propio?
-Hay un poema en el libro que se titula "Tan peligroso como un joven sin memoria es un viejo cascarrabias" y es un poema que le dedico a mis maestros. Yo siempre he buscado a los mayores. De Ayala aprendí la dignidad y la conciencia, el saber que no hay ningún tipo de ideología por encima de una conciencia individual y que por mucho que nos identifiquemos con un partido político no puede haber una consigna superior a nuestra propia conciencia. Alberti me enseñó a no ser sectario, le gustaba tanto la poesía más pura como la comprometida, la poesía más radical de vanguardia y la tradicional, disfrutaba tanto de San Juan de la Cruz como de Maiakovski. Ángel González, entre otras muchas cosas, me enseñó que la conciencia crítica no puede confundirse con el panfleto, que un poema debe ser un acto de conciencia y una experiencia estética, que los buenos contenidos no justifican una obra de arte porque no se puede perder la posibilidad de matiz, de emoción y de sutileza por culpa de una consigna.
-Algunos títulos de poemas son instrucciones de viaje, como un GPS vital: "La verdad no es punto de partida", "La poesía solo existe como una forma de orgullo"...
-Como se trataba de componer un equipaje ético, los títulos tienen voluntad de aforismos. La poesía me ha enseñado que la verdad no es un punto de partida y eso es muy útil para combatir a los dogmáticos. Si uno quiere ser dueño de su propia opinión debe hacer un ejercicio de distanciamiento de los lugares comunes. Al final, la verdad se convierte en una conquista, en un punto de llegada.
-Siendo optimistas, ¿llegará Una primavera propia?
-Pues en este libro hay mucho de celebración. Uno de los poemas se titula "En cada invierno hay un calor hecho a nuestra medida". Me parece que hay ámbitos por los que se debe apostar. La reivindicación del amor es importantísima porque, más que cerrarnos los ojos, nos hace conscientes del otro. Gracias al amor aprendemos a saber lo que somos y a reconocernos en el otro. El ámbito de la amistad y de los maestros literarios también son importantes, son ámbitos de celebración que acompañan mi soledad para seguir creyendo en las cosas. Espero que haya una primavera y que no sea como la de Praga, que no acabe invadida por los tanques.
-¿Echa de menos a sus alumnos en la Universidad de Granada?
-Claro que sí. Allí he pasado los mejores años de mi vida y quiero mucho a mis alumnos, con los que sigo teniendo contacto. Pero estoy en excedencia porque cuando hay lugares que huelen mal porque se han convertido en un vertedero es mejor mantenerse a distancia. Cuando las cosas vuelvan a ser razonables nada me hará más ilusión que volver a las clases.
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