César Vallejo
César Vallejo en sus cartas
JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD 26/03/2011
La correspondencia del poeta completa la imagen de quien sufrió toda clase de penurias y nos legó una poesía espléndida.
Soy muy adicto al género epistolar, esa mudable parcela de la literatura que ha dejado de practicarse hace ya años. Creo que sus últimos cultivadores fueron los que ya andan instalados, como yo, en el arrabal de senectud. Ahora nadie o casi nadie escribe cartas, a no ser que lo haga a través de los artificios electrónicos, cosa que por definición neutraliza lo que esos escritos tenían de pausado y confidencial despliegue de ideas. Algunos de los epistolarios últimamente editados -con el de Juan Ramón Jiménez a la cabeza- desmienten con creces esos apresurados juicios que los tildaban de literatura efímera. La presente edición de la correspondencia de César Vallejo es una prueba más del muy notable repertorio de datos que proporcionan las cartas para completar la imagen de un escritor.
Esta Correspondencia completa, cuyo título resulta más bien temerario, reúne hasta un total de 242 cartas, aparte de otros documentos menores, siendo las más numerosas las dirigidas a la familia, a Pablo Abril de Vivero, a Juan Larrea y a Gerardo Diego. Cierto que el propio compilador reconoce en su 'Introducción' que hay cartas que no han podido ser allegadas, por lo que aún resulta más infundado el calificativo del título. Cabe preguntarse, además, si existe algún epistolario que se pueda considerar completo. Imposible saber el cómputo exacto de cartas que alguien ha escrito durante toda su vida y el número de las inencontrables por algún motivo.
La presente edición, preparada con fervorosa solvencia por Jesús Cabel, cumple en cualquier caso con el muy provechoso cometido de facilitarnos no pocas claves de la peripecia humana y literaria de César Vallejo. Son escritos que informan adecuadamente sobre su difícil vida, a duras penas localizada entre Lima, París y Madrid. Por ahí anda el poeta retocando su propio retrato: la figura heroica de quien descoyuntó la estética del pasado en beneficio de la ética del porvenir, la imagen combativa, menesterosa, solidaria, tierna, errática, de ese emisario de su propia vida que también quería cambiar la vida, la ejemplaridad de quien sufrió toda clase de penurias y nos legó una poesía espléndida.
Resulta esclarecedor remitir las experiencias poéticas de Vallejo a las experiencias personales vertidas en estas cartas. Procedente del modernismo, del simbolismo, el autor de Trilce llega a los ismos de entreguerras sin ninguna voluntad de acatamiento. Los frecuenta y los rebasa en un viraje que afecta a cualquier otro viraje de la poesía escrita en español por aquellos años. Un áspero flujo verbal, como de filo mellado, entretejido de neologismos, frases hechas, discordancias léxicas y sintácticas, posibilitan paradójicamente el equilibrio de un raro y prodigioso linaje poético. El escenario doméstico, el paisaje triste de la memoria son sometidos a toda clase de tensiones gramaticales hasta que desaparecen las marañas retóricas para dejar paso a una poesía absolutamente límpida. Ese puede ser otro de sus secretos: la armonía surgiendo del desorden. Algo que también se deduce del propio recuento de infortunios, querencias humanas, desvelos políticos testimoniados en estas cartas.
Correspondencia completa. César Vallejo. Jesús Cabel (editor). Pre-Textos. Valencia, 2011. 380 páginas. 22 euros.
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