sábado, 8 de enero de 2011

POESÍA. "La adoración de los magos" (3), de Luis Cernuda (1902-1963)

Luis Cernuda

                                           III

PALINODIA DE LA ESPERANZA DIVINA

Era aquel que cruzábamos, camino
Abandonado entre arenales,
Con una higuera seca, un pozo, y el asilo
De una choza desierta bajo el frío.
Lejos, subiendo entre unos riscos,
Iba el pastor junto a sus flacas cabras negras.
Cuando tras de la noche larga la luz vino,
Irisando la escarcha sobre nuestros vestidos,
Faltas de convicción, las cosas escaparon
Como en un sueño interrumpido.

Padecíamos hambre, gran fatiga.
Al lado de la choza hallamos una viña
Donde un racimo quedaba todavía,
Seco, que ni los pájaros lo habían
Querido. Nosotros lo tomamos:
De polvo y agrio vino el paladar teñía.
Era bueno el descanso, pero
En quietud la indiferencia del paisaje aísla,
Y añoramos la marcha, la fiebre de la ida.

Vimos la estrella hacia lo alto
Que estaba inmóvil, pálida como el agua
En la irrupción del día, una respuesta dando
Con su brillo tardío del milagro
Sobre la choza. Los muros sin cobijo
Y el dintel roto se abrían hacia el campo,
Desvalidos. Nuestro fervor helado
Se volvió como el viento de aquel páramo.
Dimos el alto. Todos descabalgaron.
Al entrar en la choza, refugiados
Una mujer y un viejo sólo hallamos.

Pero alguien más había en la cabaña:
Un niño entre sus brazos la mujer guardaba.
Esperamos un dios, una presencia
Radiante e imperiosa, cuya vista es la gracia,
Y cuya privación idéntica a la noche
Del amante celoso sin la amada.
Hallamos una vida como la nuestra humana,
Gritando lastimosa, con ojos que miraban
Dolientes, bajo el peso de su alma
Sometida al destino de las almas,
Cosecha que la muerte ha de segarla.

Nuestros dones, aromas delicados y metales puros,
Dejamos sobre el polvo, tal si la ofrenda rica
Pudiera hacer al dios. Pero ninguno
De nosotros su fe viva mantuvo,
Y la verdad buscada sin valor quedó toda,
El mundo pobre fue, enfermo, oscuro.
Añoramos nuestra corte pomposa, las luchas y las guerras,
O las salas templadas, los baños, la sedosa
Carne propicia de cuerpos aún no adultos,
O el reposo del tiempo en el jardín nocturno,
Y quisimos ser hombres sin adorar a dios alguno.

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