miércoles, 5 de enero de 2011

SOLEDAD PUÉRTOLAS. Discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua (2)

Soledad Puértolas
Aliados
Los personajes secundarios del Quijote (2)

   Escogí como tema central de mi discurso los personajes secundarios del Quijote, y lo hice de forma instintiva, nada premeditada. Tengo debilidad por los secundarios, por aquellos a quienes, en los diferentes órdenes de la vida y del arte, les toca ocupar posiciones marginales y a quienes de pronto descubre la mirada de un espectador, un lector, un amigo o un desconocido.
   El secundario es poco visible, no se encuentra en el centro de la acción o del discurso, sino en la periferia, en los flecos, en los rincones. Tenemos que hacer un pequeño movimiento, un gesto, mover un poco la cabeza, para verlo.
   Estas personas y estos personajes, en la vida y en el arte, han dado mucho que hacer a mi imaginación, que se ha entretenido rescatando historias laterales, apartando la mirada de los personajes y episodios centrales.
   Ha sido así en la vida y ha sido así en mi relación con la literatura. De los cuentos que me leyeron en la infancia y los que luego leí y fui escogiendo por mi cuenta, me fijaba sobre todo en aquellos personajes que se quedaban un poco atrás, un sapo desorientado, un elefante patoso, una gallina de plumaje deslucido. Más tarde, cuando entraron en mi vida relatos que trataban de gente parecida a mí, de niñas inquietas y soñadoras que no entendían el mundo de los adultos y que preferían refugiarse en sus fantasías, comprendí que en la vida había muchas pistas que parecían asuntos secundarios y que daban pie a historias verdaderamente principales. Era yo, al escogerlas, al ir descubriéndolas e inventándolas, quien las convertía en principales. Finalmente, eso es lo que hago cuando escribo ficciones, convertir en protagonistas a personajes que, antes de ser escogidos, podían pertenecer al universo de lo secundario.
   Lo cierto es que los novelistas, cuando empezamos a escribir un relato, avanzamos entre tinieblas, y es solo al final cuando caemos en la cuenta del camino recorrido y tenemos cierta perspectiva para ver a nuestros personajes, hablar de ellos e incluso hablar con ellos.
   Los personajes secundarios del Quijote llamaron mi atención desde que, en la Universidad de California, seguí un curso sobre la obra de Cervantes, dirigido por Arturo Serrano-Plaja. Lejos de España, años después de haber dejado el colegio, cuando el recuerdo de las lecturas obligatorias y fragmentadas que allí se hacían casi se había desvanecido, y se había diluido el poso de angustia que mis esporádicos encuentros con don Quijote me había legado, porque aquel héroe tantas veces humillado y derrotado me encogía el ánimo, vi en la novela de Cervantes lo que nunca había podido ver. Vi la aventura del individuo y la aventura de la lengua, inseparablemente unidas, felizmente el uno al servicio de la otra, y viceversa.
   Al agradecimiento que debo a Arturo Serrano-Plaja quiero sumar el que corresponde a Martín de Riquer, a ese Quijote de la editorial Juventud, encuadernado en tela azul y profusamente subrayado y anotado, que me sirvió de iniciación a la obra de Cervantes y que guardo como un talismán.
   Mi vocación de escritora, que está unida al universo de los cuentos que me leyeron en la infancia al pie de la cama y los que luego leí yo en innumerables mañanas de domingo, largas siestas de verano y convalecencias de enfermedades, reconoce en ese momento un revelador punto de apoyo.
   Los cuentos de la infancia y las aventuras del héroe de Cervantes, disfrutadas en plena juventud, me mostraron mundos muy distintos, pero unos y otras hicieron que mi afición fuera cobrando fuerza. En esa vía que la imaginación, en estrecha alianza con la lengua, me mostró, yo podía transitar a mis anchas, allí era posible perderse sin miedo, y conmoverse, sufrir, reír, pensar, soñar. Decidí que ése era mi lugar.
   Mi interés por los personajes secundarios sin duda arranca de aquellas lecturas infantiles. Los protagonistas de aquellos relatos encontraban siempre, a lo largo de sus complicadas y peligrosas empresas, extraños aliados, apoyos inesperados y mágicos. Partían de circunstancias muy difíciles y se topaban con obstáculos que parecían insalvables, pero la intervención de estos personajes cambiaba el curso de las cosas de forma radical y se alcanzaba el final feliz.
   Años después, atrapada en la aventura del héroe de Cervantes, yo buscaba en el libro esos elementos inesperados y mágicos, esos aliados que facilitaran su empresa. Por eso he dado el título de «Aliados» a mi discurso. Con él pretendo rendir un pequeño tributo a los personajes en quienes don Quijote, en su lucha por imponer sus ideales, encontró aliento, estímulo, comprensión, amistad, compañía o una clase de complicidad, fugaz o permanente, inmediata o simbólica.
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