En Babelia, suplemento cultural de "El País":
La pasión de pensar
JORDI GRACIA 02/04/2011
El laboratorio literario de Javier Marías ha regresado al orden civil y sentimental -a la vida moral- tras la fastuosa excursión vivida en busca de Tu rostro mañana (2002-2008). Con ella abrió a la ideología y la historia política el foco narrativo y Los enamoramientos ha vuelto a ceñirlo para concentrarlo. Las figuras literarias de Marías tienden a ser organismos mentales que especulan y piensan sin acertar nunca del todo en la certeza porque ese es el juego: la verdad es una maraña, se repite varias veces en esta novela, e incluso nada es lo que parece en ella a simple vista, ni siquiera a vista más atenta. Aunque Tu rostro mañana estuvo escrita en estado de gracia, el remate argumental era extrañamente deudor de las tramas truculentas o folletinescas del XIX (de Balzac o de Dumas, tan presentes en esta). No es un rasgo casual: un asesinato (o un homicidio) urdido por amor y por egoísmo aparece como soporte ideal para levantar la tupida enredadera reflexiva que hace de la conjetura y la especulación los recursos hegemónicos y también una forma de plenitud literaria. El lector de Marías ya lo sabe: la ocasional debilidad de esta amplificación reflexiva o esa sobreabundancia del estilo tienen un efecto narcotizante, casi de salmodia discursiva, pero también la garantía segura de un nuevo hallazgo o una nueva sinuosidad que compensará y completará la pasión de pensar en que chapotea felizmente el lector casi todo el rato.
Y en esta vuelve a suceder lo que ha dado el mejor Marías, incluido sus manierismos: la valentía desenmascaradora de las formas del subterfugio y el autoengaño, de la debilidad moral y el oportunismo, de las falsas respuestas consoladoras y de la malla de intereses que se cruzan en nuestras cabezas para justificar nuestro deseo o nuestra conducta. Desmenuzar la trama aquí me parece fuera de lugar porque remite toda la historia -contada por una mujer que habla exactamente igual que los narradores masculinos de sus novelas de madurez- a la práctica habitual del escritor, tan inconfundible y tan fecunda: poner a prueba la colisión entre deseos y sentimientos y deber moral o justicia a partir de unos pocos datos inciertos. El caso que dirime la novela y la posición final que adopta su protagonista -adelantada aquí y allá en el curso del relato básicamente pensado y dialogado- compromete nuestra propia jerarquía de valores como jueces de unos hechos y unos sentimientos que conocemos con la misma escasez o impuntualidad que la protagonista. Y nuestro juicio estará sometido a su misma inexactitud, aunque podamos concluir de modo distinto que ella: quizá no aceptará el lector que el peso del enamoramiento tiende a la indulgencia generosa hacia el que fue objeto del enamoramiento -porque el rastro sigue condicionando el juicio- en una forma distinta a como obra el que ha sentido el arrebato del amor.
Los subtemas despliegan una fascinante variedad de elementos soterrados tan valiosos como la trama principal: la muerte y su puntualidad llegan arrastrados de nuevo por Macbeth y el peso de su presencia póstuma se calcula a través de Los tres mosqueteros y de un angustioso relato de Balzac; hacerse responsable de lo sabido y administrarlo con riesgo o solvencia; la racionalidad como posición exigente pero en retirada frente al sentimentalismo o a los argumentos emotivos; el egoísmo como recurso paradójicamente noble y el perdón o la comprensión cabal como eximidores de la extendida costumbre de la delación, el chivatazo o la mera habladuría. Casi ningún hilo se abandona y ni siquiera el profesor Rico deja de aparecer tras su primera comparecencia (para meter la pata), aunque la novela es una novela de personajes, muy pocos, y todos ellos expuestos a través de los ojos de la narradora o de sus propias palabras desplegadas bajo el artificio (o el pacto implícito) de que meditarán con las formas retóricas y las vueltas y revueltas de un narrador que pesa sobre ellos sin que eso dañe la efectividad de la novela. Ya lo he dicho antes: tanto Luisa como los demás personajes, o casi todos, carburan intelectualmente con los mismos tics y formalismos. Y sin embargo nada de eso dobla o rebaja el relato porque su artificiosidad es parte de su credibilidad, y además lo que importa al lector acaba siendo la versatilidad reflexiva, la reorientación del juicio sobre lo que sucede o puede haber sucedido, la tensión final de una generosidad sentimentalmente cautiva que puede ser juzgada más severamente (pero quizá no más justamente) como abstencionista o irresponsable. La novela es el espejo en el que especulamos sobre nosotros mismos y sobre la permisividad ante la tropelía (matar, mentir, injuriar, sobornar): una escuela de pensamiento matizado, libre, atrevido, agnóstico y desprejuiciadamente adulto.
Los enamoramientos
Javier Marías
Alfaguara. Madrid, 2011.
401 páginas 19,50 euros.
Libro electrónico: 12,99 euros
domingo, 3 de abril de 2011
PRENSA CULTURAL. "Babelia". Crítica de "Los enamoramientos", novela de Javier Marías
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3 comentarios:
Las novelas de Marías -que me las he leído todas- me van gustando en relación inversa al año en que fueron escritas. Es decir: mis favoritas son "los dominios del lobo" y "travesía del horizonte". Más adelante, tampoco está mal, por ejemplo, "Corazón tan blanco"... la trilogía casi me mata, y esta última me ha disgustado enormemente. El autor está ya insoportablemente pesado; divaga más que nunca; sus digresiones (que algún crítico pelota califica de "ralentización de la acción") te duermen directamente. Ni en tiempo real y con una mente más rápida que el caballo del bueno se pueden pensar tantas tonterías. Y claro, una se cansa de que el autor le tome el pelo.
Ese tan suyo uso abusivo de sinónimos -y por el medio algún antónimo- unidos por íes y oes llega ya a un límite insoportable... supongo que tiene siempre a mano el diccionario de Casares por si le falla la memoria...
Pero eso no es lo peor. Lo peor es que yo no sé qué tipo de experiencias vitales habrá tenido Marías, pero su "enamoramiento" es una pura bazofia. Los sentimientos que transcribe, y que supuestamente nos hacen enfrentarnos con nuestras propias contradicciones y bla bla (como también ha dicho por ahí algún crítico) son rebuscados y retorcidos. La protagonista no tiene una personalidad ni definida ni siquiera existente. "La mujer prudente", le dicen. Juas. Una trastornada.
Marías debe de estar necesitado de cariño y amigos verdaderos. Eso es lo que creo. Algo que le devuelva un poquito la fe en el ser humano. Esta es la única reflexión a la que llego después de leer el libro. Yo, cuando pasa una ambulancia, sólo pienso "ojalá se ponga bien". Pero eso es menos truculento que lo que Marías cree que pensamos todos, claro. ¿Seré yo la rara?
Marías, tómate un descanso, visita un lugar bonito, regálate una mariscada, deja de frecuentar ambientes snob y mézclate con el pueblo, no sé, haz algo. Lo estás necesitando.
Pd.: la mujer que se presenta al casting porno es de un cuento de MArías del que no recuerdo ahora el título. No sé cómo habrá podido confundirse el autor del blog. A lo mejor es que se le mezclaron los párrafos... chocante, de todas formas.
Estoy oyendo y leyendo muy buenos comentarios de la última obra de Marías y la verdad, no sé si atreverme de nuevo. Le abandoné en 'Corazón tan frío', y tanto, frío, y pausado... Pero siempre es bueno cambiar de opinión o, al menos, intentarlo. Saludos!!!!
Conforme leía "Los enamoramientos" iba apoderándose de mí una sensación inusual como lectora: el cabreo. Los personajes adolecen de profundidad psicológica y tengo la impresión de que son utilizados como marionetas para expresar una serie de peroratas basadas en gran parte en la técnica literaria de una serie de forzadas contraposiciones. Me he sentido cual váter en el que el autor vomitaba su amargura vital.No sé...me encantaría que me dierais más puntos de vista...
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