martes, 19 de abril de 2011

PRENSA CULTURAL. ARTE. PINTURA. Sobre la pintura española del XIX

La campana de Huesca, de J. Casado del Alisal

   En "El País":
Seducción y folclore (adiós a un proyecto)

   Tras dimitir como asesor y miembro del Patronato del Museo Thyssen en Málaga, el exdirector del Reina Sofía aclara las razones de su litigio.

TOMÁS LLORENS 18/04/2011

   El proyecto original del Museo 'Carmen Thyssen' de Málaga respondía a un propósito difícil de llevar a la práctica: reivindicar la pintura decimonónica española. Solo hoy empezamos a darnos cuenta del alcance social que llegó a tener el arte en el siglo XIX. En contraste con la producción artística del antiguo régimen, que se dirigía a una minoría, la decimonónica nació con la ambición de conquistar a públicos muy amplios. Para ello exploró registros de la sensibilidad que carecían prácticamente de precedentes históricos. Uno de ellos fue la seducción de lo pintoresco y, dentro de lo pintoresco, ese acercamiento a lo popular que fue el costumbrismo.
   El costumbrismo, en su origen, daba testimonio de la pervivencia de la cultura rural del antiguo régimen en un mundo que estaba entrando en la historia moderna. Pero, como fue probablemente el género pictórico más demandado del siglo XIX, a lo largo del proceso de su difusión se fue alejando de su origen histórico, y, conforme lo hacía, su calidad artística fue decayendo hasta llegar a niveles deleznables. Esa decadencia es especialmente visible en el caso español. En la mayor parte de los países europeos la pintura costumbrista desapareció hacia finales del siglo XIX. Iban a pasar décadas, más de medio siglo, antes de que renaciera el interés de los artistas por lo popular. Lo popular hoy en el resto del mundo es lo pop, los productos culturales destinados al consumo masivo y el imaginario al que recurre es plenamente moderno. En España, por el contrario, los clichés del costumbrismo decimonónico sobrevivieron anacrónicamente a lo largo del siglo XX y acabaron incrustándose en la cultura de consumo masivo. Es así, totalmente degenerados y carentes de significación histórica, como han llegado hasta nuestros días, tiñendo de folclore ciertas manifestaciones de la cultura de masas. Es una peculiaridad española que se manifiesta ubicuamente en la vida nacional. En política, por ejemplo, la pervivencia de lo folclórico marca una diferencia notable entre el imaginario del populismo conservador español y el de otros países europeos.
   La reapreciación global de la pintura decimonónica responde a un cambio de gusto que, como es lógico, ha sido precedido y preparado por el trabajo profesional de los historiadores del arte. En España, sin embargo, a pesar de que la historiografía del arte del siglo XIX ha conocido un desarrollo sólido a lo largo de las últimas tres décadas, la pintura costumbrista decimonónica sigue siendo rechazada por amplios sectores del público aficionado al arte. Es evidente que ese rechazo es ampliamente atribuible a la contaminación de lo folclórico.
   He dicho más arriba que el Museo 'Carmen Thyssen' de Málaga respondía a un propósito difícil de llevar a la práctica. De hecho solo una gestión histórico artística exquisitamente profesional podía hacerlo viable. Una dirección capaz de situar cada obra de la colección en su contexto histórico y de medir su calidad con precisión y seguridad, discriminando lo bueno de lo regular y eliminando lo malo. Una dirección capaz de tejer a lo largo de los años, por medio de un programa coherente de exposiciones temporales, una red convincente de afinidades y paralelismos entre el arte decimonónico español y el del resto del mundo. Una dirección capaz de establecer una muralla sanitaria infranqueable entre el museo y lo folclórico. Y, por supuesto, libre de todo tipo de injerencias de carácter extraprofesional, ya fueran políticas, ya fueran de otra naturaleza.
   ¿Era pedir demasiado? Por lo visto, sí.

No hay comentarios: