Francisco Onieva
En los campos la mies está segada.
El sol amarillea
como los girasoles.
Su justa redondez
simplifica la línea de la sombra.
Agazapado,
al pie de la colina,
reposa el pueblo.
El silencio de sus relojes
deja un olor
en la casa a vinagre,
a vino en la bodega,
en tu cuerpo a distancia.
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